"Algo no va bien en la gobernanza económica europea. La recuperación
iniciada en 2013, tras los años más intensos de la crisis económica,
muestran unos niveles de crecimiento económico raquíticos, con un
promedio entre 2013 y 2017 de 1,13% de crecimiento real, por debajo del
crecimiento medio anual de los últimos 20 años. (...)
Sí, se ha evitado el desastre de una ruptura del euro, que hace apenas
unos años parecía un peligro real, pero el recorrido ha dejado, desde
2008, seis millones más de personas en riesgo de pobreza y exclusión
social en el conjunto de la eurozona.
Mirando al largo plazo, la
avalancha de la crisis ha prácticamente enterrado la estrategia Europa
2020, la estrategia de crecimiento inclusivo, sostenible e inteligente,
que por no aparecer no aparece como referencia ni en los documentos del
Plan de Inversiones puesto en marcha por la Comisión Juncker, (...)
Estos magros resultados señalan las deficiencias de fondo en el diseño
de la política económica. Las medidas extraordinarias impulsadas desde
el Banco Central Europeo a través de la compra masiva de bonos no están
siendo suficientes para reactivar la economía europea, como el propio
Mario Draghi no deja de repetir en sus intervenciones, y desde comienzos
de este año tanto el Fondo Monetario Internacional como la OCDE vienen
reclamando a aquellos países que tienen espacio fiscal medidas de
estímulo de la demanda que permitan impulsar la producción y el empleo. (...)
Esta situación de crecimientos
mediocres, productividad estancada, alto desempleo y una fuerte fractura
social puede extenderse en el tiempo y convertirse en estructural si no
se atajan con las deficiencias del modelo de gobierno económico
europeo.
Necesitamos que las finanzas públicas europeas actúen como
elemento equilibrador en casos de shocks asimétricos, necesitamos que
los países con espacio fiscal estimulen la demanda para tirar del
crecimiento y elevar las tasas de inflación, hoy en niveles ridículos,
que hacen que el peso de la deuda se incremente todavía más. Necesitamos
espacio fiscal para incrementar los niveles de inversión en innovación.
Necesitamos fuertes reformas en mercados clave como el digital o los
servicios, que permitan a las empresas europeas más dinámicas ganar
tamaño y mejorar su productividad. Necesitamos, en definitiva, un fresh
start para la Eurozona.
Lograr esto requiere de un
replanteamiento de lo que significa la Unión Económica y Monetaria. El
establecimiento de reglas comunes para la gestión económica tiene
sentido si esas reglas se interpretan para la totalidad de la eurozona,
que es mucho más que la suma de sus partes.
Pero esta interpretación
conjunta de la política económica llevaría consigo un nivel de cesión de
soberanía que a fecha de hoy los países centrales no están dispuestos a
asumir (los países periféricos ya perdieron buena parte de su soberanía
durante la crisis institucional de 2010), Escuchar a los políticos
alemanes culpar al Banco Central Europeo del auge de los populistas de
AFD es muestra de esta resistencia a comprometerse con un proyecto
común.
No es coincidencia que los partidos anti-establishment y
populistas que surgen en Europa tengan diferente orientación política en
el centro y en la periferia. En el centro, prima la desconfianza y el
hastío. En el sur, prima el resentimiento y la decepción.
Desconfianza,
hastío, resentimiento y decepción, cuatro emociones que pueden hacer
estallar a la Unión Europea si no ponemos remedio con rapidez y
determinación. La inacción y el atrincheramiento en el discurso
políticamente correcto de Bruselas y sus instituciones es, hoy, una
práctica de riesgo para la democracia." (José Moises Martín Carretero, economista y autor de “España 2030”, Economistas frente a la crisis, 01/11/16)
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