29.11.16

Desconfianza, hastío, resentimiento y decepción, cuatro emociones que pueden hacer estallar a la Unión Europea si no ponemos remedio con rapidez y determinación al estancamiento estructural de la economía

"Algo no va bien en la gobernanza económica europea. La recuperación iniciada en 2013, tras los años más intensos de la crisis económica, muestran unos niveles de crecimiento económico raquíticos, con un promedio entre 2013 y 2017 de 1,13% de crecimiento real, por debajo del crecimiento medio anual de los últimos 20 años. (...)

Sí, se ha evitado el desastre de una ruptura del euro, que hace apenas unos años parecía un peligro real, pero el recorrido ha dejado, desde 2008, seis millones más de personas en riesgo de pobreza y exclusión social en el conjunto de la eurozona. 

Mirando al largo plazo, la avalancha de la crisis ha prácticamente enterrado la estrategia Europa 2020, la estrategia de crecimiento inclusivo, sostenible e inteligente, que por no aparecer no aparece como referencia ni en los documentos del Plan de Inversiones puesto en marcha por la Comisión Juncker, (...)

Estos magros resultados señalan las deficiencias de fondo en el diseño de la política económica. Las medidas extraordinarias impulsadas desde el Banco Central Europeo a través de la compra masiva de bonos no están siendo suficientes para reactivar la economía europea, como el propio Mario Draghi no deja de repetir en sus intervenciones, y desde comienzos de este año tanto el Fondo Monetario Internacional como la OCDE vienen reclamando a aquellos países que tienen espacio fiscal medidas de estímulo de la demanda que permitan impulsar la producción y el empleo. (...)

Esta situación de crecimientos mediocres, productividad estancada, alto desempleo y una fuerte fractura social puede extenderse en el tiempo y convertirse en estructural si no se atajan con las deficiencias del modelo de gobierno económico europeo.

 Necesitamos que las finanzas públicas europeas actúen como elemento equilibrador en casos de shocks asimétricos, necesitamos que los países con espacio fiscal estimulen la demanda para tirar del crecimiento y elevar las tasas de inflación, hoy en niveles ridículos, que hacen que el peso de la deuda se incremente todavía más. Necesitamos espacio fiscal para incrementar los niveles de inversión en innovación. 

Necesitamos fuertes reformas en mercados clave como el digital o los servicios, que permitan a las empresas europeas más dinámicas ganar tamaño y mejorar su productividad. Necesitamos, en definitiva, un fresh start para la Eurozona.

Lograr esto requiere de un replanteamiento de lo que significa la Unión Económica y Monetaria. El establecimiento de reglas comunes para la gestión económica tiene sentido si esas reglas se interpretan para la totalidad de la eurozona, que es mucho más que la suma de sus partes. 

Pero esta interpretación conjunta de la política económica llevaría consigo un nivel de cesión de soberanía que a fecha de hoy los países centrales no están dispuestos a asumir (los países periféricos ya perdieron buena parte de su soberanía durante la crisis institucional de 2010), Escuchar a los políticos alemanes culpar al Banco Central Europeo del auge de los populistas de AFD es muestra de esta resistencia a comprometerse con un proyecto común. 

No es coincidencia que los partidos anti-establishment y populistas que surgen en Europa tengan diferente orientación política en el centro y en la periferia. En el centro, prima la desconfianza y el hastío. En el sur, prima el resentimiento y la decepción. 

Desconfianza, hastío, resentimiento y decepción, cuatro emociones que pueden hacer estallar a la Unión Europea si no ponemos remedio con rapidez y determinación. La inacción y el atrincheramiento en el discurso políticamente correcto de Bruselas y sus instituciones es, hoy, una práctica de riesgo para la democracia."                (José Moises Martín Carretero, economista y autor de “España 2030”, Economistas frente a la crisis, 01/11/16)

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