28.11.16

Rafael Hernando: la muerte de Barberá era una oportunidad que no podía dejar escapar

 "Desde primera hora de la mañana de ayer observé un negro toro de pena rondando entre los dirigentes del Partido Popular, que en el Congreso o en las cercanías del Hotel Villa Real donde había muerto Rita Barberá se dejaban entrevistar por las cámaras para decir cuánto la querían y qué gran alcaldesa fue. 

La relación de los españoles con la muerte es un asunto fatigoso; y es un asunto universal la hipocresía del sepulcro blanqueado. Hace un mes el presidente Mariano Rajoy había dicho de ella, encogiéndose de hombros, en el mejor de sus estilos: «Ya no es del PP». Un día antes el joven Javier Maroto le había preparado el terreno: «Rita Barberá no tiene dignidad».

O sea que no nos engañemos. Los dirigentes del PP no estaban ayer llorando por Rita Barberá, sino por ellos mismos.

Lo que les dolía no era el muerto, sino que el muerto les echara inexorablemente a la cara su contrastada falta de dignidad. En sus pucheros, además, había una última requisitoria contra la finada. Joder, ya podría haber elegido otro momento de morirse, con lo sensible que es el pueblo a la falacia post hoc ergo propter hoc, que en este caso quiere decir murió después de declararse inocente.

 O de no morirse, ¡un esfuercito!: de aguantar el tipo como Paco Camps, al que, chico, después de que lo matásemos ya no hay forma humana de que se muera.

En cualquier caso los dirigentes del PP tienen abundantes motivos para llorar y seguir llorando. En el fondo, lo de menos son las declaraciones más o menos apasionadas de los mozalbetes. Hay quienes para prosperar suben a hombros de gigantes y otros que suben pisoteando cadáveres. Es el negocio. De Maroto y de tantos.

El llanto inconsolable es político. Es difícil saber de qué ha muerto Rita Barberá. Hasta para los médicos que examinen sus restos y analicen su historia clínica será difícil dar con el conjunto de causas y ponderar en el conjunto que estuviera gorda, que fuera exfumadora o que hubiese sufrido un episodio de ansiedad a causa de sus problema judiciales.

 Incluso habrán de ponderar que viviera sola, que no se cuidara y se alimentara en exceso de la pornografía política televisiva.  (...)

Comprendo la mala conciencia derramada, la comprendo. El escenario dispuesto por la muerte es de un simbolismo barroco cargado e insoportable. Pero harían bien en contener las lágrimas y dejar de buscar en ellas redención. Llorar es a veces muy narcisista. Llorar es a veces mira cómo estoy llorando. (...)"                (Arcadi Espada, El Mundo, 24/11/16)

"Todos los partidos tienen gente para el trabajo sucio. Algunos lo aceptan porque alguien tiene que hacerlo. Otros han nacido para ello.

 No sé en qué categoría hay que colocar a Rafael Hernando, pero lo que es seguro es que nadie como él define la arrogancia y la chulería en la política española. Lo único extraño en el portavoz del grupo parlamentario del PP es que no lleve un palillo en la boca.

Ese tipo de políticos se retratan a sí mismos con facilidad. No hay límites para embadurnar de lodo a sus adversarios y de beneficiar a su clan. Incluso cuando es su banda la que ha creado el caos y la vergüenza. En esos momentos tan complicados es cuando se aprecia su valía.

Después de ser idolatrada durante años, Rita Barberá había terminado por caer en la telaraña de las investigaciones de la corrupción del PP valenciano que había diezmado antes las filas del partido en esa comunidad. 

En la aplicación de la doctrina oficial del partido sobre corrupción, la habían defendido como si fuera una santa impoluta hasta que, al ser llamada a declarar como imputada por el Tribunal Supremo, fue necesario cortar amarras e impedir que la peste llegara hasta su gran valedor, Mariano Rajoy.

La secuencia siempre es la misma. Primero, se niega todo. Luego, se acusa a la oposición y los medios de comunicación de montar una campaña sin base. Al iniciarse el proceso judicial, se moviliza a los Trillos (ejem, los abogados) para que obstaculicen las investigaciones (hacer de defensores de los imputados cuando representan a la acusación es una de sus grandes aportaciones al Derecho español). 

 Cuando un juez descubre que hay indicios sólidos de que se ha cometido un delito y alguien es señalado, hay que apartarse de esa persona como si fuera un leproso en la Edad Media para que nadie pueda exigir responsabilidades políticas al presidente del Gobierno.

No sabíamos nada. Quién iba a pensar algo así. Ha sido un golpe durísimo. Hay que dejar que la Justicia actúe. Esa persona de la que usted me habla.

Como Barberá negó la evidencia y persistió en amarrarse al puesto de senadora, el PP la cubrió de un manto de invisibilidad. Se convirtió en un fantasma. Los dirigentes del PP gente no le saludaban. Los que la habían amado con locura miraban para otro lado cuando pasaba. Algunos hasta se ponían rígidos al verla. Que no me hable, que no me hable.

Su sobrina resumió la situación el jueves con unas pocas palabras: “Los que la han abandonado le han roto el corazón”. Y al final su corazón reventó.

Volvamos a Rafael Hernando y dejemos que se explique con sus propias palabras. La muerte de Barberá era una oportunidad que no podía dejar escapar."                ( , eldiario.es, 25/11/2016)

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