"¿Por qué no podemos acabar con nuestra vida de manera
digna si ésta se convierte en un infierno?", se pregunta José Antonio
Arrabal. El verano del año pasado le diagnosticaron Esclerosis Lateral
Amiotrófica (ELA).
Esta enfermedad le ha ido incapacitando
progresivamente y ahora su gran temor es quedarse sin la movilidad que
conserva en la mano derecha. La izquierda ya está "perdida",
inmovilizada con una férula que lleva día y noche para evitar que se le
agarroten los dedos. Además, cojea al andar porque la pierna derecha
también está afectada y, de vez en cuando, se traba al hablar.
A sus 57 años, Arrabal tiene claro que no quiere cumplir ninguno más.
Lo explica sin quebrarse, de una forma fría y sin perder la ironía. No
busca compasión, busca que se le "reconozca un derecho". "¿No deberíamos
ser dueños de nuestra vida?", cuestiona.
"Sé cómo terminan los
pacientes de ELA, con una dependencia total de su familia y sin
movilidad. Yo no quiero acabar así. Aunque parezca que no duele, sí que
duele. No quiero que me obliguen a pasar dos años en esas condiciones,
eso no es calidad de vida. Quiero que me dejen morir cuando yo considere
que el sufrimiento es inaceptable".
En septiembre tomó la decisión de "morir con dignidad" y
marcando él los tiempos. Comenzó a buscar información en internet y se
encontró con su primer obstáculo: en España el artículo 143 del Código Penal
recoge penas de prisión de dos a cinco años para aquellos que "cooperen
con actos necesarios al suicidio de una persona" y castigo de seis a
diez años "si la cooperación llega hasta el punto de ejecutar la
muerte".
"Yo no quiero implicar a nadie". Asegura que
le gustaría someterse a un suicidio asistido, morir sin dolor, tras
ingerir un medicamento que le prescriba un médico. "Si lo haces de otra
forma nunca sabes a ciencia cierta lo que va a pasar ni cómo vas a
terminar", continúa. Como en nuestro país no está legalizada esta
opción, ha comenzado a buscar información en el extranjero. En países
como Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Suiza sí que está regulada la eutanasia.
"¿Por qué me tengo que ir a Suiza a morir y no puedo hacerlo en España?
Aquí he estado pagando mis impuestos. Es de cajón. No lo entiendo",
afirma. A finales de octubre, dedicó todos sus débiles esfuerzos a
intentar prender la mecha para que se reabra el debate de la muerte
digna en la sociedad. Creó una petición en Change.org en la que solicita
al Gobierno y a los partidos de la oposición que se modifique el
artículo 143 y se despenalice el suicidio asistido. (...)
El tiempo corre en contra de estos enfermos, Arrabal lo
sabe y quiere morir antes de ser dependiente, aunque su gran temor es no
conseguirlo. "No creo que pueda esperar más de tres meses. Todo depende
de mi mano derecha. En el momento en el que pierda la movilidad, se
acabó", relata. Entre las posibilidades que maneja, se encuentra la de
acudir a una asociación en Suiza que ayuda a pacientes extranjeros a
tener acceso a un suicidio asistido.
"Ya he estado
mirando información. Para poder abrir expediente tienes que hacer un
primer pago de 300 euros y otro de 80 euros en concepto de cuota de
socio. A partir de ahí, ellos te van organizando. Pero necesito
conservar algo de movilidad porque soy yo el que se tiene que llevar el
vaso con la medicación a mi boca", relata. (...)
Hace un par de días se agobió mientras cenaba al ver que un plato de
sopa podía con él. "Me cansé muchísimo. Tuve que hacer dos paradas para
poder terminármelo", relata. En ese momento volvió a advertir a sus
hijos (20 y 26 años) y a su esposa de que no quería llegar al punto de
no poder comer solo.
Desconoce cómo reaccionó su familia en ese momento:
"En esos momentos no les miro porque debe ser complicado. Mi situación
es dura pero la de ellos tampoco es sencilla".
Su familia se mantiene apartada de estos planes, por
petición del afectado. Arrabal se negó a hacer la entrevista con
eldiario.es en su domicilio porque no se sentía cómodo relatando esta
intención cerca de su seres queridos. "Entiendo que les pueda fastidiar
este tema pero es que no es una cuestión de ellos, es mía. Si no lo
entienden, me da igual porque es una opción personal", asevera.
Si la enfermedad se lo permite y si finalmente se marcha a Suiza, le
gustaría acudir solo, sin seres queridos. Y mantiene dos intenciones:
donar su cerebro para la investigación de la enfermedad y autorizar que
se publique el vídeo de su muerte. "Quiero que la gente vea que no es un
tratamiento agresivo, consiste en ingerir una medicación y en 10
minutos ya has fallecido", continúa. (...)" (eldiario.es, 13/11/16)
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