"La decisión del Eurogrupo de rechazar, a instancias de Alemania, Holanda
y países satélites, el modesto plan de estímulo fiscal propuesto por el
comisario Pierre Moscovici es una pésima noticia para la economía
global, para la europea y también para la española.
No solo porque una
vez más se frustran las expectativas de que cambie una política
irracional de austeridad que está arrastrando a la economía europea a
una tasa de crecimiento irrisorio, baja creación de empleo e inflación
peligrosamente próxima a la deflación; ni porque Bruselas haya sido
ostentosamente desautorizada por Berlín y sus aliados en la penitencia
(de los demás), sino porque, además de todo ello, el rechazo a una
política defendida por el FMI, la OCDE, el BCE y casi todas las
instituciones económicas llega en un momento delicado para la UE, con un
referéndum fracasado en Italia, un problema bancario grave e irresuelto
en ese país, con la incertidumbre acumulada tras el Brexit, la agresiva
economía de Trump y la recuperación del precio del crudo.
Merkel, Schäuble y el Bundesbank tienen que saber que la terca negación
de una política fiscal expansiva alienta poderosamente el fuego del
euroescepticismo; carece de sentido lamentarse por la expansión del
populismo y la disgregación en Europa cuando sus dirigentes ofrecen este
espectáculo de arbitrariedad y conducta irracional.
La defensa política
de la austeridad presupuestaria, amparada además por los países que
disponen de superávit presupuestario para optar por estímulos inversores
públicos, ratifica la idea de que los países centrales del área están
utilizando la ortodoxia del déficit en su propio beneficio, atrayendo
masivamente flujos financieros desde los países del sur para así
consolidar sus propias opciones de crecimiento." (Editorial de El País, 07/12/16)
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