"El Partido Socialista de Euskadi ha firmado un acuerdo con el PNV para
conformar un gobierno de coalición.
Al margen de su contenido, el simple
hecho de su firma ya produce cierta extrañeza, puesto que la federación
del País Vasco ha sido una de las más firmes seguidoras del sanchismo y
defensora del “no es no” y de “¿qué parte del no no se ha entendido?”.
Los escrúpulos a la abstención mostrados en la investidura de Rajoy han
desaparecido para pactar con Urkullu no ya una abstención ni un voto a
favor, sino nada menos que un gobierno de coalición. Parece que los
reparos a pactar con los partidos de derechas pierden toda virtualidad
en cuanto esas formaciones llevan además el apelativo de nacionalistas.
Lo mismo le ocurrió al PSC en la investidura de Mas. Cabría preguntarse
dónde quedan ahora las afinidades que tanto repetía Pedro Sánchez. ¿De
quién son afines el PNV y la antigua Convergencia?, ¿del PP o del PSOE? (...)
En cualquier caso, lo que no se entiende bien es que se aplique
distinto criterio en el Gobierno central que en los del País Vasco o
Cataluña, porque, puestos a temer el abrazo del oso, deberían ser el PSC
o el Partido Socialista de Euskadi los que más lo tuvieran en cuenta.
Solo hay que ver los buenos resultados que han obtenido.
Pero, con
todo, lo más peligroso es el contenido del pacto. Se mueve en la misma
ambigüedad con la que en los últimos diez años se ha comportado el PSOE
con respecto al nacionalismo, que se ha acentuado con Pedro Sánchez y
que ha sido la causa fundamental de la crisis en esta formación. (...)
Se engañan quienes piensan que el problema nacionalista se soluciona a
bases de concesiones. Desde la Transición las concesiones han sido
permanentes y constantes sin que por eso se haya alcanzado una situación
de estabilidad. (...)
Un sistema electoral no demasiado justo y unos partidos mayoritarios más
preocupados por sus propias conveniencias que por el bien general han
concedido, cuando no se daba mayoría absoluta, el papel de árbitro al
nacionalismo que han ido acentuando la divergencia entre las distintas
regiones de España en un proceso sin fin. Con la ruptura del
bipartidismo creíamos que al menos se iba a detener el proceso, pero la
cerrazón de la izquierda en esta materia está confirmando los peores
augurios. (...)
Es en este contexto en el que se incluyen sus declaraciones a la
Sexta sobre la “nación de naciones” y el acuerdo que ahora sus
seguidores en el País Vasco firman con el PNV.
El acuerdo incluye
un nuevo estatuto de autonomía, y hay que preguntarse si es que queda
alguna competencia por descentralizar, como no sea la independencia. Los
comentaristas políticos señalan la diferencia entre los planteamientos
de Urkullu y los de Mas y Puigdemont.
Es cierto, pero no es menos cierto
que el País Vasco, al igual que Navarra, goza ya de una situación de
privilegio con el Concierto, sistema que rompe la unión fiscal del
Estado. Conviene recordar que la deriva secesionista de Convergencia
comenzó cuando se les negó lo que denominaron el Pacto fiscal, que en el
fondo era colocarse en la misma situación fiscal que Euskadi, es decir,
la total y definitiva quiebra de la equidad fiscal y presupuestaria
entre regiones.
El PSOE se está adentrando por una senda en
extremo peligrosa, la de dejar de ser un partido nacional para
convertirse en un haz de fuerzas regionalistas. Es la misma trampa a la
que ha sucumbido Izquierda Unida.
En el declive de esta formación
política ha tenido mucho que ver su previa conversión en un reino de
taifas. Iniciativa en Cataluña, la Ezker Batua de Madrazo en el País
Vasco, Esquerra Unida del País Valencià en esta comunidad, generaron
fuerzas centrífugas dentro de la Coalición que se fueron contagiando al
resto de federaciones y que sin duda colaboraron en buena medida al
debilitamiento de IU.
El PSOE, si no pone remedio, lleva el mismo
camino. Detrás de esta tendencia se encuentra la posición puramente
electoralista de las agrupaciones o federaciones que conviven con
partidos nacionalistas y creen que asimilándose más a ellos obtendrán
mejores resultados.
Quizás en este dislate ideológico y organizativo se lleve la palma Podemos. (...)
Es difícil no quedarse pasmado al contemplar a toda la plana mayor de
una formación política que pretende situarse en el extremo de las
izquierdas y que ha criticado reiteradamente los aforamientos
manifestándose a la puerta del Congreso porque se va a conceder el
suplicatorio a un diputado de la antigua Convergencia, partido muy
progresista, acusado de prevaricación. (...)
Las primeras víctimas de este proceso disgregador pueden ser los propios
partidos que lo están propiciando. Los electorados terminan castigando
en las urnas a aquellas formaciones políticas que tienen discursos
diferentes según las regiones. (...)" (Juan Francisco Martín Seco, República.com, 01/12/16)
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