"(...) Han sido fundamentalmente nuestras élites económicas, alrededor de eso
que algunos denominan Ibex 35, representadas por las sociedades no
financieras y las instituciones bancarias, quienes se apalancaron sin
ningún control del riesgo, o bien alrededor de un colateral cuyo precio
acabó colapsando, o sobre un negocio cuyos retornos son y serán muy
inferiores a los que se suponían por el precio pagado.
La inmensa
mayoría de nuestra deuda a principios de la crisis correspondía a las
empresas no financieras y a las sociedades financieras. Pero fueron
estas empresas, con la complicidad de los acreedores foráneos y la
genuflexión de sus brazos políticos patrios, quienes decidieron que los
ciudadanos financiaran vía deuda soberana y salarios sus desaguisados.
Lo peor es la impotencia de saber que desde el inicio de la actual
crisis sistémica había soluciones mucho más justas y eficaces al
problema de la deuda privada y recesión de balances. Además de la
incompetencia estructural de una ortodoxia económica que mamaba de una
teoría neoclásica basada en hipótesis de partida falsas, el problema de
fondo era otro, el instinto de clase.
El 1% más rico, aquellos que de
verdad han dirigido nuestros destinos, acabó imponiéndose
definitivamente en la resolución de la actual crisis sistémica. Nos
referimos a aquellos que nos aseguraban que cualquier ruptura radical
con las políticas del pasado acabarían en catástrofe. En realidad la
catástrofe ha sido inmensa, más allá de lo que algunos pesimistas
preveíamos.
En España el ejecutivo democrático constituye, en
definitiva, un agregado de poderes de distinto origen, muchos de éstos
de naturaleza no electoral, como las grandes empresas o determinados
organismos de la Unión Europea. Dicho agregado de poderes contrasta con
la teórica separación de los mismos en cualquier democracia avanzada.
El problema es que esos poderes continúan diseñando cambios radicales que les permita mantener su statu quo.
Su objetivo último es proteger su riqueza y su poder, y no duden que si
hiciera falta promoverán un desmantelamiento político radical de lo que
queda de nuestra democracia. Intentarán conservar y consolidar su
control sobre el sistema de la deuda.
Saben que si perdieran este
control, automáticamente, se arruinarían y perderían el control del
poder. Es aquí donde deberíamos ser proactivos y presionar hasta que
emerja una nueva clase política que rompa de una vez por todas con esta
dinámica.
Además, esta superclase intentará que definitivamente el poder de
regular los distintos oligopolios deje de corresponder a los gobiernos y
sea efectivamente controlado por las corporaciones. El principio rector
de las élites gobernantes era, es y seguirá siendo trivial: cuando el
cambio amenaza con imponerse, entonces se cambian las reglas.
No
obviemos en nuestro posibilismo esta regla elemental. Anticipémonos,
reaccionemos, cojámosles a contrapié." (Juan Laborda, Vox populi, 18/12/16)
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