26.12.16

Lo peor es la impotencia de saber que desde el inicio de la actual crisis sistémica había soluciones mucho más justas y eficaces al problema de la deuda privada... pero, el 1% más rico, aquellos que de verdad han dirigido nuestros destinos, acabó imponiéndose definitivamente

"(...) Han sido fundamentalmente nuestras élites económicas, alrededor de eso que algunos denominan Ibex 35, representadas por las sociedades no financieras y las instituciones bancarias, quienes se apalancaron sin ningún control del riesgo, o bien alrededor de un colateral cuyo precio acabó colapsando, o sobre un negocio cuyos retornos son y serán muy inferiores a los que se suponían por el precio pagado. 

La inmensa mayoría de nuestra deuda a principios de la crisis correspondía a las empresas no financieras y a las sociedades financieras. Pero fueron estas empresas, con la complicidad de los acreedores foráneos y la genuflexión de sus brazos políticos patrios, quienes decidieron que los ciudadanos financiaran vía deuda soberana y salarios sus desaguisados.

 Lo peor es la impotencia de saber que desde el inicio de la actual crisis sistémica había soluciones mucho más justas y eficaces al problema de la deuda privada y recesión de balances. Además de la incompetencia estructural de una ortodoxia económica que mamaba de una teoría neoclásica basada en hipótesis de partida falsas, el problema de fondo era otro, el instinto de clase. 

El 1% más rico, aquellos que de verdad han dirigido nuestros destinos, acabó imponiéndose definitivamente en la resolución de la actual crisis sistémica. Nos referimos a aquellos que nos aseguraban que cualquier ruptura radical con las políticas del pasado acabarían en catástrofe. En realidad la catástrofe ha sido inmensa, más allá de lo que algunos pesimistas preveíamos.

En España el ejecutivo democrático constituye, en definitiva, un agregado de poderes de distinto origen, muchos de éstos de naturaleza no electoral, como las grandes empresas o determinados organismos de la Unión Europea. Dicho agregado de poderes contrasta con la teórica separación de los mismos en cualquier democracia avanzada.

El problema es que esos poderes continúan diseñando cambios radicales que les permita mantener su statu quo. Su objetivo último es proteger su riqueza y su poder, y no duden que si hiciera falta promoverán un desmantelamiento político radical de lo que queda de nuestra democracia. Intentarán conservar y consolidar su control sobre el sistema de la deuda. 

Saben que si perdieran este control, automáticamente, se arruinarían y perderían el control del poder. Es aquí donde deberíamos ser proactivos y presionar hasta que emerja una nueva clase política que rompa de una vez por todas con esta dinámica.

Además, esta superclase intentará que definitivamente el poder de regular los distintos oligopolios deje de corresponder a los gobiernos y sea efectivamente controlado por las corporaciones. El principio rector de las élites gobernantes era, es y seguirá siendo trivial: cuando el cambio amenaza con imponerse, entonces se cambian las reglas. 

No obviemos en nuestro posibilismo esta regla elemental. Anticipémonos, reaccionemos, cojámosles a contrapié."                                   (Juan Laborda, Vox populi, 18/12/16)

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