"(...) En nuestro libro Globalización, dependencia y neoliberalismo en América Latina
(2011) afirmamos que la coyuntura mundial contemporánea debería ser
entendida por la combinación de tres movimientos de larga duración:
a)
la revolución científico-técnica que, desde los años 1970, impone la crisis del capitalismo como modo de
producción, al convertir el conocimiento y, por lo tanto, el aumento del
valor de la fuerza de trabajo, en el elemento más dinámico e importante
de las fuerzas productivas.
b) La crisis de hegemonía de los Estados Unidos (...) que opta por la estrategia de financierización utilizando su poder sobre la
moneda mundial para crear valor ficticio y reducir las presiones del
trabajo sobre la acumulación (...)
c) La fase expansiva de un ciclo de Kondratiev, que se inicia en 1994 y
debe agotarse en esta década, impulsada, por un lado, por la proyección y
la integración de China en la economía mundial y, por el otro, por la
recuperación de la tasa de ganancia en los países centrales después de
la imposición de una profunda derrota a la clase trabajadora a partir de
la combinación entre financierización y cambios radicales en la base
tecnológica y en los patrones organizacionales de las empresas y de las
políticas estatales. (...)
La transferencia acelerada de competitividad internacional hacia el Este
asiático, las presiones financieras del déficit público sobre el
welfare y la derrota contundente del proletariado fordista abrieron el
espacio para desplazar el eje del capitalismo atlantista y centrarlo en
la tasa de ganancia por medio de un nuevo ciclo de Kondratiev. (...)
La incapacidad de restablecer tasas de crecimiento económico típicas de
las fases expansivas del Kondratiev impone un fuerte obstáculo para el
centrismo de izquierda, que parece entrar en declive acelerado por la
incapacidad de conciliar el interés de diversos grupos sociales, como
rentistas, grandes oligopolios, pequeños y medianos industriales y
trabajadores.
Todo apunta a que la fase expansiva del Kondratiev en
curso ya se agotó en los Estados Unidos y en Europa Occidental desde la
crisis de 2008, y en la economía mundial deberá agotarse aún en esta
década con la desaceleración en curso en China. (...)
La crisis de los centrismos de izquierda que gestionaron la onda larga
expansiva iniciada en 1994 lleva a dos tipos de desdoblamientos: de un
lado, a la presión de los movimientos sociales para que las izquierdas
rompan sus compromisos con el rentismo, el capital financiero y el
neoliberalismo, dando prioridad al combate de la desigualdad y la
profundización de la democracia, vinculándolos a distintos proyectos de
desarrollo que promuevan la articulación entre la soberanía nacional y
la cooperación internacional.
Del otro lado, a la reacción de la derecha
a los movimientos sociales contra la desigualdad que se vienen
acumulando en baja intensidad durante la larga onda expansiva y que
ahora amenazan cambiar su ritmo. Frente a esta posibilidad, la derecha
echa mano de otra agenda donde pone la escasez como una realidad
inexorable, y reivindica la desigualdad y el proteccionismo para
mantener privilegios contra las presiones competitivas de la
globalización oriundas del comercio y de la migración.
Se trata de
preservar los polos de riqueza y poder contra el declive, interpretado
como producto de presiones competitivas de los excluidos del mundo por
la redistribución del excedente: inmigrantes oriundos de la periferia,
minorías étnicas, trabajadores, Estados o grupos que realizan políticas
anti-imperiales y Estados que desplazan el eje del poder económico
mundial.
De esta manera, la derecha elabora un proyecto populista y
neofascista que, al mismo tiempo que la exime de ser la causante de la
desigualdad, le adjudica la responsabilidad del declive del hombre
europeo, blanco, heteronormativo a un presunto "enemigo
externo/interno".
Claro que se pueden hacer algunos ajustes y
modificaciones puntuales a ese proyecto cultural, pero sin modificar su
esencia anti-multiculturalista. Se trata de establecer un proteccionismo
con base en la capas medias en contra de aspectos de la economía
mundial, como la presión competitiva proveniente del comercio y la
deslocalización de la producción, preservándose, sin embargo, la
desreglamentación financiera por la cual los países centrales del eje
atlantista de poder capturan parte del capital circulante del mundo
mediante la sobrevaloración de sus monedas. (...)" (Carlos Eduardo Martins , Rebelión, 29/11/16)
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