"Fue en el aeropuerto de Barajas pero podía haber sido en cualquier otro
español. Terminadas las Navidades, muchos jóvenes que han tenido que
emigrar para conseguir trabajo o para lograr uno más o menos relacionado
con aquello que estudiaron, vuelven a los países que los han acogido, y
son despedidos por los suyos.
Son conscientes de que se trata del grupo
de emigrantes más afortunados, pues han podido volver por unos días al
estar en mejor situación que los que tuvieron que quedarse, o por las
condiciones de su empleo o por no disponer de ahorros para ello.
Es difícil cuantificar el número de emigrados durante esta
década de crisis. Lo cuentan las periodistas Noemí López Trujillo y
Estefanía S. Vasconcellos, en el excelente libro Volveremos
(Libros del K.O.), una memoria oral de los que se fueron, recientemente
publicado. Las autoras sostienen que las estadísticas oficiales no
reflejan la realidad del fenómeno de esta emigración económica.
Uno de
los estudios alternativos más solventes es el que realizó en 2013 la
socióloga Amparo González-Ferrer (La nueva emigración española. Lo que sabemos y lo que no,
Fundación Alternativas): en 2012, el Instituto Nacional de Estadística
(INE) estimaba que desde 2008 habían emigrado 225.000 españoles;
González-Ferrer calculó que la cifra real se acercaba a los 700.000.
Los
datos oficiales están basados en las bajas padronales, que se producen
sólo si los emigrados se dan de alta en los consulados de España, lo que
muchas veces no ocurre.
Una de las conversaciones que se escuchaba en el aeropuerto
Adolfo Suárez tenía que ver con las declaraciones del ministro de
Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis en sede parlamentaria, poco antes de
la Navidad. Dastis había superado a Fátima Báñez, ministra de Empleo,
que hace unos años hizo una analogía hiriente entre la emigración
forzada y la "movilidad exterior".
Dastis dijo, ante el estupor de
muchos diputados, que "irse fuera a vivir, a trabajar, enriquece, abre
la mente y fortalece habilidades sociales (...) Actualmente, quienes se
van fuera muestran una iniciativa, una inquietud, una amplitud de miras,
adaptabilidad y apertura de nuevos horizontes".
Esta vez contestó al ministro la Marea Granate (por el color
del pasaporte), un colectivo que se define como transnacional y
apartidista, formado por ciudadanos españoles: al acto de irse lo llama
iniciativa cuando es necesidad; no es inquietud sino desesperación; y no
es amplitud de miras porque la decisión de partir no se toma para abrir
la mente a nuevos horizontes sino que se ven forzados a hacerlo para
dejar de suponer una carga para sus familias, para contribuir a
mantenerse y, sobre todo, para aspirar a una vida digna.
La Marea
Granate termina con esta lección: "Decía usted que 'irse a vivir y a
trabajar fuera enriquece, abre la mente y fortalece habilidades
sociales´. Por supuesto, el matiz está en que esa no es la causa de
nuestro viaje sino la consecuencia". (...)" (Joaquín Estefanía, 09/01/17)
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