"Estamos en el final de un ciclo que agoniza. Ése que se inició allende
finales de los 70, cuando ciertas élites decidieron que lo de generar y
repartir la renta y la riqueza ya no estaba de moda.
A partir de ahí
montaron toda una parafernalia muy colorida, especialmente académica,
absolutamente inútil, pero muy elegante. Acabaron con el consenso
keynesiano, bajo el cual se produjo el mayor aumento de bienestar de la
historia.
Y utilizando fuego de distracción, asaltaron y se apropiaron
del Estado. El objetivo era doble. En primer lugar, trasvasar renta del
factor trabajo al factor capital.
En segundo lugar, utilizar el Estado
para apropiarse de todo tipo de rentas, desde transferencias ocultas,
pasando por subsidios del gobierno a grupos de presión, leyes que
favorecen los oligopolios y una aplicación laxa de leyes de competencia.
Tras la ruptura de Bretton Woods en 1971, la mayoría de gobiernos
empezaron a emitir sus monedas mediante decretos legislativos bajo un
tipo de cambio flotante. Un tipo de cambio flexible libera a la política
monetaria de tener que defender una paridad fija.
Por lo tanto, las
políticas fiscal y monetaria pueden concentrarse en garantizar que el
gasto doméstico sea el suficiente para mantener altos niveles de empleo.
Los gobiernos que emiten sus propias monedas ya no tienen que financiar
su gasto, ya que los gobiernos emisores de moneda nunca pueden quedarse
sin dinero.
Desde el momento en que los emisores de dinero, los Estados, empiezan a
ser gobernados democráticamente, las élites político-financieras
decidieron sin titubear crear y difundir mitos que se han ido
extendiendo, y que en el momento actual están muy arraigados en la
intuición colectica. Constituyen la gran mentira: la teoría monetaria de
Milton Friedman y la escuela de Chicago.
El objetivo no era otro que
mantener una serie de privilegios convirtiendo la economía en una
especie de religión. En primer lugar, ocultaron a la ciudadanía algo
obvio, los Estados soberanos jamás pueden quebrar.
En segundo lugar,
promovieron la independencia de los Bancos Centrales justamente en el
momento en que los Estados democráticos podían ejercer su plena
soberanía monetaria y generar pleno empleo. (...)
El motor de la economía es el gasto en inversión decidido con
independencia de las decisiones de ahorro. En realidad es la inversión
que deciden las empresas lo que determina la cantidad de ahorro. Para
invertir no hace falta ahorro previo o depósitos preexistentes. La Ley
de Say en una economía monetaria es falsa.
Con la teoría monetaria de Milton Friedman y la
independencia de los Bancos Centralers se pretendía, en primer lugar, y
por encima de todo, limitar la eficacia de la política fiscal de los
gobiernos. Hay que seguir manteniendo comportamientos y estructuras
institucionales que limiten las capacidades de gasto de los gobiernos.
Esto le da a la superclase un poderoso control indirecto sobre la
política del gobierno, mientras permiten dar forma a los fundamentos de
cierta ética capitalista basados en que te ganarás el pan con el sudor
-a menos que tengas los medios privados suficientes-. Pero sobretodo
permiten que el miedo siga desempeñando su papel como medida
disciplinaria.
En segundo lugar, al pasar de un
sistema donde el poder lo tenía el Tesoro a otro donde se traspasa al
mercado, se genera un negocio brutal a favor de la superclase, las
entidades financieras. Para ello se desregularon los mercados, de manera
las entidades financieras pudieran actuar con libertad en el mercado
secundario.
Pero además se permitió que las entidades financieras
crearan derivados a partir de la deuda pública. Además se prohibió que
el Banco Central comprara deuda soberana en los mercados primarios. El
negocio estaba servido. Todas estas dinámicas son partes consustanciales
al proceso de financiarización de la economía global y van a desembocar
en el caos que está a punto de de iniciarse." (Juan Laborda, Vox Populi, 15/01/17)
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