"(...) Desde que Alemania recuperó su plena soberanía con la reunificación
nacional de 1990 y la anexión de la RDA por la RFA, su visión de la UE
cambió. Europa ya no era la solución al handicap heredado del desastre nazi, sino el primer espacio sobre el que proyectar su soberanía dominadora.
Desapareció la generación política de los que vivieron la guerra; los Brandt, Kohl y Schmidt.
Se inició la rehabilitación del nacionalismo alemán en unos términos completamente nuevos e impensables en la fase anterior (12) (...)
En ese contexto de subidón nacionalista y costeando con dos
billones de euros la anexión de la RDA, Alemania impuso al resto del
club europeo su estrategia nacional exportadora, desprovista de todo
deseo de subvencionar a socios. Vía dumping salarial, todo lo
alemán se hizo más competitivo frente a (y a costa de) sus socios.
El
dinero que generó su excedente comercial se invirtió. En los noventa invertir
era, en gran parte, financiar burbujas inmobiliarias que encontraban el
terreno mejor abonado en países con gran corrupción y pésimo gobierno
como España.
Cuando eso explotó poniendo en peligro a los fondos de pensiones
alemanes y a los bancos, los políticos germanos hicieron ver que ellos
no tenían nada que ver con el asunto, que todo era culpa de una serie de
manirrotos “Pigs” meridionales faltos de reformas. Es decir: ofrecieron
una explicación nacional en línea con la ortodoxia neoliberal a un problema sistémico internacional.
La canciller que gobernó todo eso con torpeza, Angela Merkel, ha
dañado seriamente los tres pilares que rehabilitaron a la política
alemana después de la Segunda Guerra Mundial: el Estado social, la
integración de la Unión Europea y la política de distensión hacia Rusia
conocida como Ostpolitik. Que a pesar de ello Merkel pase por
ser la gran líder continental resume muy bien la situación en la UE,
pero sobre todo demuestra que nos encontramos ante otra Alemania. (13) (....)
La moneda común fue saludada por Mitterrand como mecanismo para evitar sorpresas alemanas pero se volvió contra Francia. Todo el terreno ganado por la exportación alemana en el último periodo corresponde, aproximadamente, a lo perdido por los socios europeos, con Francia en primer lugar.
Los políticos franceses se han convertido en subalternos de la línea
alemana. El periodista Romaric Gordin describe la situación como, “una
especie de Vichy postmoderno”. “En Europa, Francia solo sirve como el
socio colaboracionista de Alemania”, dice. Bajo esa colaboración la vida
social francesa y la convivencia interna se han degradado.
Curiosamente, en Francia no se conoce muy bien Alemania. Es un país
asociado a malas experiencias históricas que nunca ha interesado
demasiado. (...)
Sobre ese desconocimiento y desinterés, se ha impuesto, con la ayuda de los medios de comunicación, cierta leyenda acomplejada de que en Alemania todo va bien, incluso mucho mejor que en Francia.
En ese contexto se ha ido abriendo paso, sordamente, a nivel popular, no en las élites, la idea de que en el actual matrimonio, Alemania es el macho y Francia la mujer maltratada. Cobra fuerza la idea de que ya no estamos ante un matrimonio en crisis, sino ante un caso de violencia de género. ¿Tiene eso solución? (...)" (Rafael Poch , La Vanguardia, 1 febrero, 2017)
Sobre ese desconocimiento y desinterés, se ha impuesto, con la ayuda de los medios de comunicación, cierta leyenda acomplejada de que en Alemania todo va bien, incluso mucho mejor que en Francia.
En ese contexto se ha ido abriendo paso, sordamente, a nivel popular, no en las élites, la idea de que en el actual matrimonio, Alemania es el macho y Francia la mujer maltratada. Cobra fuerza la idea de que ya no estamos ante un matrimonio en crisis, sino ante un caso de violencia de género. ¿Tiene eso solución? (...)" (Rafael Poch , La Vanguardia, 1 febrero, 2017)
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