"(...) hemos tenido un cierto viraje ideológico que nos ha desconectado de una buena parte de los españoles.
— ¿En qué se ha notado concretamente ese viraje ideológico del que habla?
—
Creo que hemos tenido un discurso en algunas cosas más identitario que
levanta más algunas de las viejas causas tradicionales de la izquierda y
sin embargo le habla menos a la mayoría de nuestro país, que está en
precario y lo pasa peor, de las cosas que podemos hacer hacia delante.
Esto no tiene nada que ver con renegar con ninguna de esas causas que
hemos vivido de forma familiar, personal y en nuestra biografía
militante.
Tiene que ver con que la mejor manera de honrar las luchas
del pasado no es mencionarlas. Es ganar hoy. Con las condiciones de la
España de hoy. Creo que hemos abandonado un poco eso. Creo que no hemos
hecho una lectura lo suficientemente buena sobre qué paso entre el 20-D y
el 26-J. Las fuerzas del cambio nos dejamos un millón de votos mientras
que el PP acosado por la corrupción no sólo mantuvo apoyos sino que
creció. No hemos hecho autocrítica de por qué sucede eso.
Yo no creo que
suceda porque tuviéramos que haber apoyado a Sánchez y Rivera.
Creo que estuvo bien no apoyar y nuestras bases acertaron. Pero creo que
hay que hacer autocríticas sobre cómo los privilegiados en España
todavía son capaces de presentarse como lo malo conocido. Y nosotros
como una especie de promesa hermosa que no se acaba de concretar.
Si eso
fuera así, en mi opinión, Podemos tendría que marcarse como tarea
fundamental ser capaces de encarnar una idea de orden alternativa. En
todas la revoluciones lo que más miedo les ha dado a los poderosos no ha
sido el momento en el que la gente denuncia lo que hacen mal sino
cuando dicen que no les necesitan porque pueden garantizar el orden,
diferentes, más justo y democrático. Esa tarea queda. (...)
No creo que el Gobierno de Rajoy cierre el proceso de cambio español.
Ha comprado tiempo estando en minoría, poniendo en riesgo el sistema de
partidos del régimen del 78 y la Restauración es muy débil, tiene
mimbres débiles.
La única esperanza posible para ellos es que nosotros
volvamos a ese lugar testimonial que normalmente han ocupado las fuerzas
políticas de izquierda antes del 15-M . Y por tanto que nos convirtamos
en una especie de Pepito Grillo del que se habla muy bien porque señala
lo que no funciona pero que nadie lo considera como alternativa real
para poder transformar la sociedad.
— Esa
concepción de que el Gobierno de Rajoy es débil es una de las
diferencias que se vislumbran con el diagnóstico de Iglesias. ¿Qué más
diferencias considera que hay?
—
En términos organizativos creo que estamos dando más pasos para
democratizar la organización. En el sentido de que sea obligatorio
consultar a los inscritos en todos los acuerdos electorales y de
investidura de Gobierno. Pero también que los inscritos no sólo sean
consultados sino que puedan organizar las consultas.
Estamos avanzando
en la federalización, que los municipios tengan más autonomía y que las
listas no se hagan exclusivamente a dedo desde Madrid. Estamos avanzando
más en que la Comisión de Garantías tenga un régimen de
incompatibilidades más estricto. Básicamente el mismo que queremos para
España. Si no queremos que haya un diputado que sea juez, no nos
gustaría que en Podemos alguien fuera del poder legislativo y el
judicial. (...)
— ¿Y en lo político? Usted hace mucho hincapié en la utilidad. ¿No está siendo útil Podemos?
—
No todo lo que podría. Eso no es un debate entre calle e instituciones.
Es un debate sobre cómo estar en la calle y en las instituciones. Por
lo que respecta a la calle, he vivido que los partidos no generan olas
de movilización popular. Los partidos la pueden acompañar, la pueden
regar, poner a su disposición pero no las generan.
Así que está bien que
acompañemos las protestas pero no las vamos a masificar porque en ellas
de repente hay uno, dos o cuatro diputados. La clave es que Podemos se
atreva a echar raíces para construir ese movimiento popular. Eso tiene
que ver con algo más transformador que la capacidad de protesta.
Es la
capacidad de que los círculos y militantes de Podemos, en cada barrio y
pueblo creen y multipliquen el tejido asociativo. No tiene que ser
directamente político siempre, tiene que ver con clubs deportivos, con
hinchadas de fútbol, festivales de música, abrir Moradas, etc. En eso
hemos ido avanzando gracias al programa Impulsa que va regando tejido
asociativo y comunitario. (...)
Con respecto a las instituciones, tenemos que ser más capaces de llevar
la iniciativa y liderar acuerdos. Hay que aislar al PP y arrancarle
victorias. La mejor posibilidad de abrir un ciclo de luchas contra este
Gobierno tiene que ver con demostrarle a la gente que es derrotable. Es
decir, siempre pongo la misma metáfora, no nacimos diciendo que está
todo fatal.
Decíamos sí se puede. Lo más movilizador que hay no es
describir que la situación es fea sino conquistar victorias que motiven
conseguir más. Yo no me fío del PSOE, C’s y las fuerzas nacionalistas.
Pero he visto como Podemos los ha arrastrado y obligado a posicionarse
en cosas que a lo mejor ni siquiera creen.
Pero se tienen que mover
porque les marcamos el paso. Hace dos años hablar de la renta básica en
este país era antisistema y populista. Hoy se abre camino, es un objeto
legítimo de discusión. Eso es porque tenemos la fuerza puntual de
arrastrarles en determinadas cosas. Eso lo tendríamos que llevar a todas
las instituciones. (...)
Es fundamental romper el intento de renovar el bipartidismo. El PP
aprueba todo con el PSOE y a cambio les dejan las migajas de
modificaciones cosméticas que permiten a los socialistas presentarse
como útiles.
Yo sé que el PSOE no es oposición al PP. Pero el
problema es que ese juego falso de vasos comunicantes favorezca el
bipartidismo. E instaure en la cabeza de los españoles que al fin y al
cabo hay dos partidos grandes y que los pequeños eran cosas del momento
del río revuelto. Para mí este es el núcleo de una de nuestras
discusiones.
Podemos es una fuerza que para ganar necesita río revuelto y
momentos de excepcionalidad o Podemos puede ganar construyendo una
normalidad alternativa que permita decirles a los de arriba que no sólo
son unos sinvegüenzas sino que tenemos un proyecto nacional alternativo
en el que cabe todo nuestro pueblo.
Es verdad que esto puede parecer
abstracto y teórico. Pero de aquí se derivan luego concreciones en las
diferencias que estamos presentando. Y la última cosa lo dije al
principio. Es urgente que Podemos recupere las banderas originales de la
transversalidad y el proyecto de mayorías. Y hablarle a la gente en
términos de sentido común y no sólo a los convencidos.
— Hay dos nociones de esa transversalidad entre lo que piensa Pablo Iglesias y lo que piensa usted.
—
Sí. Creo que la transversalidad es la capacidad de dibujar una frontera
que separa los de arriba de los de abajo. Creo que ese ha sido el
proyecto emancipador a lo largo de toda la historia, unir a los de
abajo. Eso ha tenido diferentes nombres pero en definitiva es lo mismo:
representar a los de arriba como una misma cosa que aunque tenga
diferencias internas comparte unos intereses privilegiados de minoría y
que no coinciden con el desarrollo de la comunidad general.
Y darle a
los de abajo los afectos, las herramientas y la confianza necesaria como
para convencerles de que pueden gobernar su país. Ese proyecto, que en
otras ocasiones he llamado nacional-popular, no intenta ganar ahora las
batallas perdidas hace 30 o 70 años. Plantea las discusiones en los
términos actuales. Sobre todo que tiene la capacidad de marcar el rumbo a
los otros partidos en vez de obsesionarse con lo que ellos dicen. (...)
El otro día en Málaga vino un señor, de CCOO y ahora jubilado, que me
dijo que la transversalidad no era ningún invento nuevo ni del 15-M.
Dijo que empezó a militar en la dictadura y no preguntaban a nadie sobre
la ideología y qué opinaban sino si querían defender su salario, tener
derecho a descanso o representantes sindicales libremente elegidos.
Esta
idea de recuperar la capacidad de poder hablarle a mucha gente con
ideas de sentido común y no de encerrarnos en nosotros mismos, conformar
una organización más dura y de resistencia que le habla más a los ya
convencidos es una diferencia fundamental que nos estamos jugando ahora.
Pero no lo es para Podemos, es para España.
Si no recuperamos la
transversalidad en la construcción de mayorías es mucho más difícil que
haya cambio político en España. Y más fácil que el PSOE y el PP intenten
una restauración que nos devuelva a un tiempo pre 15-M. (...)
— De hecho, en IU provocó mucho enfado su campaña del martes pasado.
—
Nunca he hecho una mala declaración contra IU ni ninguno de sus
dirigentes. Es imposible encontrar una mala declaración y tengo mucho
respeto. Es verdad que creo que son compañeros con los que hemos ido
coaligados en muchos procesos electorales, con buenos resultados en
algunos casos.
Es posible que en el futuro tengamos que seguir caminando
juntos en términos electorales. Pero creo que nosotros tenemos nuestro
propio rumbo, discusiones y códigos. Creo que Podemos tiene que seguir
siendo radicalmente autónoma e independiente. (...)
Y en segundo lugar porque creo que seguimos apuntando a un objetivo
más ambicioso y más radical. Está bien buscar la unidad de la izquierda
pero es más ambicioso aún buscar la unidad de los de abajo, de los
golpeado por la crisis, de los que se sienten maltratados por un
Gobierno que ha servido a los privilegiados. Como creo que nosotros
buscamos lo segundo, hay tareas para el cambio político que sólo son moradas y que tenemos que hacer nosotros.
Hay
que dejar de tener las discusiones en función de nuestra relación con
otras formaciones y redefinir un rumbo morado que marque la iniciativa y
que vuelva a ilusionar y seducir a gente que viene de votar cosas muy
diferentes. Eso no tiene nada que ver con ningún tipo de menosprecio con
los compañeros que legítimamente luchan en otras organizaciones.
Pero
sí con reivindicar nuestra autonomía porque hay una parte de la sacudida
política que hemos protagonizado nosotros no por repetir las viejas
fórmulas sino por hacer las cosas de forma distinta, con un discurso y
una práctica diferentes. Básicamente, una visión del país que dice que
una fuerza nacional-popular y patriótica como la nuestra se tiene que
hacer cargo de los problemas también de la gente que no le va a votar.
Pero no como táctica electoral sino como posibilidad de construir un
proyecto histórico que transforme España en beneficio de los humildes.
Hacerse cargo de los problemas de la gente sin esperar que estén
convencidos o te vaya a votar. Insisto en que es imprescindible que nos
preguntemos qué pasa, qué no hemos construido bien, para que haya gente
que entendió cuál era la idea morada original y que ahora haya ido dando
pasos atrás o con declaraciones muy duras. (...)
— ¿Su candidatura no concibe Vistalegre II como un congreso que dirimirá el liderazgo del partido?
—
Creo que soy la persona que más ha contribuido e ideado, soy el autor
intelectual en alguna medida de un tipo de formación que descansa de
forma muy fuerte en el liderazgo de Pablo. Ahora hay que evolucionar
hacia una organización más desconcentrada. Pero el liderazgo no está en
cuestión. (...)
Si a Pablo lo hubiera podido convencer no estaríamos en esta situación.
Así que creo que no puedo ser yo. Pero pueden hacerlo nuestras bases.
Estoy convencido de que va a prevalecer la responsabilidad.
Y que si hay
un mandato de 120.000 personas que le dicen a Pablo que lo quieren al
frente pero poder tener una dirección plural, cambiar el modelo
organizativo, que el rumbo recupere una parte del Podemos original,
estoy convencido de que prevalecerá la responsabilidad. Yo no he sido
capaz, la gente sí puede y todos estaremos a la altura. (...)" (Entrevista a Iñigo Errejón, Cuarto Poder, 10/02/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario