"Me dijeron que al verdugo de mi niñez ya se le prohibía
oficiar misa, que no podría hacerlo más ya que quedaba jubilado de su
oficio pastoral, y para mi sorpresa sé de primera mano que no se ha
cumplido. Santidad, ¿cómo cree que me siento?".
En noviembre pasado, F.
J., víctima de abusos sexuales en un seminario de Astorga (León) a
finales de los 80, volvía a escribir al Papa Francisco. Ya lo había
hecho a finales de 2014, después de que saltara a la luz pública el
escándalo de abusos del "clan de los Romanones" en Granada.
Tras leer la primera carta, el Papa conminó a la diócesis de Astorga a
una investigación, que concluyó con el reconocimiento de los abusos, a
él y a varios jóvenes más, en el seminario Menor de La Bañeza.
No fueron
los únicos, pues el sacerdote José Manuel Ramos Gordón era un
depredador sexual que (normalmente también bajo los efectos del alcohol,
según testigos que declararon en el proceso) realizaba tocamientos
varios a decenas de muchachos en sus distintos destinos.
En mayo de 2016, el obispo de Astorga, Juan Antonio
Menéndez, escribía una carta a F. J., anunciándole el fin del proceso y
la condena al culpable, que había reconocido los hechos y,
supuestamente, se mostraba sumamente arrepentido.
"Sé muy bien que nada
en este mundo podrá reparar suficientemente el daño causado. Le pido
humildemente perdón en nombre de la Iglesia, a la que represento, y me
pongo a su disposición para poder ayudarle a usted y a su familia en lo
que necesiten", escribía el obispo de Astorga a F. J.
Un homenaje de despedida
Sin embargo, apenas cinco meses después, el religioso condenado recibía
un homenaje de despedida en su parroquia de Tábara. Y F. J., estalló.
"Se están burlando de mí. Se siguen burlando de mí. Me dan asco",
declara a eldiario.es. 28 años después, los fantasmas de las
persecuciones, los tocamientos por parte del religioso y el clima de
silencio y amenazas entre los responsables que tuvieron conocimiento de
los hechos, regresaron. Como un mazazo.
Ahora, tras
conocerse la "condena" de apenas un año para el sacerdote, quien además
ha solicitado su jubilación -y que, según La Opinión de Zamora, hasta el
domingo seguía figurando como Delegado de Patrimonio de la diócesis-,
F.J. Estalló. "Me atreví a escribir al Papa después de que publicárais
el caso de Granada", recuerda la víctima.
En mayo, la
víctima decidió fiarse del prelado, aunque "un año de sanción me
parecía una sanción ridícula después de todo el daño que hizo". F.J.,
que en ningún momento ha solicitado una compensación económica, y que
tampoco quiso, hasta ahora, que el caso saliera a la luz porque
"confiaba en que la Iglesia cumpliera con su obligación, como quiere el
Papa", se desesperó cuando, cinco meses después de esa carta, el
sacerdote se despedía de Tábara con un sentido homenaje en el que,
asegura, "el cura ofició la misa" pese a estar sancionado. (...)
"Siguen tratándome mal. Por favor, no me mintáis",
asegura, en conversación telefónica con este diario. Indignado, añade
que "lo que quieren es salvaguardar su institución, y yo no les importo
nada. Es la impresión que yo he tenido". "No he sacado esto para hacerme
famoso ni para que me dieran dinero", constata, desesperado al tener
que revivir, otra vez, lo que tanto le costó denunciar. "Lo que me pasó
lo mantuve en silencio durante años, y solo lo saqué a la luz porque
parecía posible que, por fin, se hiciera justicia y se evitaran otros
casos en el futuro", lamenta, revelando su pérdida de confianza en la
Iglesia.
FJ., ha escrito otra vez al Papa,
denunciando cómo "ni siquiera han cumplido con la condena tan corta que
impusieron a mi abusador". "No voy a permitir que se rían de mí otra
vez", lamenta. No quiere hablar más. Al menos, de momento. Pero se
muerde la lengua. "Esto condicionó mi futuro, me robaron mi infancia, mi
ilusión, mi inocencia. Mientras los demás niños de mi edad estudiaban y
soñaban con un futuro, a mí me negaron el mío", recuerda en su carta a
Francisco.
"Este es el castigo que se le aplica a una
persona que, sin ningún tipo de escrúpulos, se adentra en tu dormitorio
y utiliza tu cuerpo de niño para satisfacer sus más bajos y rastreros
deseos, sin importarle lo más mínimo los sentimientos ajenos. ¿Cómo
queda una mente de tan corta edad tras vivir estos abusos?", escribe
F.J., al Papa de nuevo." (eldiario.es, 01/02/17)
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