"Me dan mucha pena los gobernantes actuales. Pobres tiempos
aquellos en los que ser un buen líder era sinónimo de buena gestión
económica. (...)
La crisis de 2008 se desencadenó porque los políticos
llegaron a grados de codicia, robo y desvergüenza similares a los de
Sodoma y Gomorra. Desde entonces, nadie ha sido capaz de enfrentarse a
la realidad de que el modelo económico al que estábamos acostumbrados ha
llegado a su fin.
Ahora los gobernantes —ya sean los mexicanos con su
gasolinazo, los españoles que aprietan a los más débiles con el copago
de las medicinas o los que prometen más austeridad para cumplir con las
metas económicas de la Unión Europea— están sirviendo al pasado,
descuidando el presente y poniendo en marcha una gigantesca revolución
social que no será primavera, sino otoño o incendio veraniego que lo
quemará todo.
Ocho años después de la crisis no hay modelo, no hay
solución, no hay culpables y nadie sabe dónde ir. Mientras tanto,
acabado el Welfare State, el mensaje no es solo que el mundo será mucho
peor para nuestros hijos, sino la constatación de que lo que les
enseñamos no ha servido de mucho.
Desde ese punto de vista, el
aventurerismo político, la locura y la repetición de las escenas de El gran dictador
de Chaplin tienen más sentido que nunca. La ficción cinematográfica se
ha hecho realidad y los únicos que pierden son los cines de barrio que
cobran entradas para mostrar a sus espectadores que todos sus
sacrificios no han servido de nada." (Antonio Navalón, El País, 15/01/17)
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