"Óscar y Cristóbal llevan media vida militando en diferentes causas.
Ambos son dos históricos de los movimientos sociales en el municipio de
Leganés (Madrid) y coinciden en que la represión siempre ha estado unida
a la lucha.
José Manuel comenzó su activismo a la luz del 15M. “Yo, que no había
militado nunca en nada, pensaba que cuando había detenciones era porque
se generaban situaciones de conflicto”.
Cuando el 9 de octubre de 2013 los tres fueron detenidos durante una
protesta pacífica durante el pregón del barrio de San Nicasio cambió su
perspectiva. “Te das cuenta de que te detienen de la misma forma y te
acusan exactamente de lo mismo que a esas personas que pensabas que
quizás habían hecho algo y es entonces cuando sientes la represión policial en tus propias carnes”.
En una fría mañana de sábado, al calor de una taza de infusión, estos
activistas, conocidos como ‘los 3 del pregón’, se muestran decididos a
desgranar todo lo que pasó aquel fatídico día que significó un punto de
inflexión para sus vidas: cuatro años después se enfrentan a un juicio
en el que se piden para ellos unas penas que suman ocho años de prisión y
2.600 euros de multa, acusados de atentado contra la autoridad y
lesiones.
Y es momento de poner los puntos sobre las íes. “Nos detuvieron por
activistas. Conocían nuestros nombres y no tenemos antecedentes penales.
Las listas negras existen”, sentencia Óscar.
Aquella noche, los tres lo vieron más claro que nunca. Afectados por
las preferentes, gente que iba a perder su casa en manos de un fondo
buitre, defensores de la escuela pública y sindicalistas por un trabajo
digno enseñaban sus pancartas en plena crisis de derechos sociales.
Mientras, el alcalde, por aquel entonces el popular Jesús Gómez,
respondía a la protesta desde el escenario increpando a los que allí se
concentraban. En un momento dado y de manera inesperada se produjo una
carga policial que se saldó con dos heridos.
“A mí me señalan y la gente me dice que corra porque han ordenado mi
detención. Yo corro, pero me tropiezo y levanto las manos para no
ofrecer resistencia ya que me alcanzaban. La reacción de los policías es
tirarme al suelo y empezar a patearme la cabeza –relata Óscar mientras
se hace un silencio–. Una señora que había al lado, que estaba en las
fiestas, se puso a llorar con un ataque de nervios. La policía decidió
arrastrarme hasta detrás de una caseta para seguir conmigo”.
Cuenta el activista que en ese momento tuvo suerte porque llegó todo
el mundo. “Los policías se vieron rodeados de 20 o 30 personas que me
conocían y que me estaban viendo en el suelo hecho un trapo. La reacción
de uno de ellos fue sacar la pistola. Se le cayó al suelo. A mí me dio
mucho miedo porque yo nunca había visto una pistola de cerca y en un
momento así de tensión hubiera podido suceder una desgracia”.
Para Óscar, esta violencia gratuita no responde más que a un
sentimiento de rabia. “Les hice correr. No les valía con detenerme sino
que tenían que darme un escarmiento de una manera muy burda y sin
sentido”.
Cristóbal también describe violencia en el momento de su detención.
Emocionado, cuenta cómo estaba allí, detrás de una pancarta, rodeado de
jóvenes que defendían su derecho a la vivienda y de repente sintió que
un policía le agarraba de la pechera. “Fue una cosa muy macarra. Me
agarraba con una mano y con el otro puño me amenazaba para darme un
puñetazo. Yo me quedé quieto, me tiraron para abajo y me detuvieron. Yo
no ofrecí resistencia en ningún momento”.
Cuando esto estaba pasando, José Manuel lo observaba desde lejos. “Yo
estaba en mitad del recinto ferial, a unos 40 metros, y cuando oí la
carga y vi que agarraban a Cristóbal fui para allá corriendo”, explica.
Antes de que comenzara la protesta, un inspector de policía ya se
había acercado a él “con ánimo de increparme y llamándome por mi nombre.
Cuando estaba a cuatro metros de Cristóbal, oí una voz en mi espalda
que decía ‘a éste, a éste’. Me giré y era aquel inspector que me estaba
señalando con el dedo”.
Después de esto, y tal y como relata la víctima, tres policías le
arrastran y le tiran al suelo, colocando una rodilla sobre su espalda.
“Me pisaron la cara, se me cayeron las gafas y las pisaron,
rompiéndolas”, relata con minuciosos detalles. “Yo no ofrecí resistencia
en ningún momento. Físicamente no soy capaz”, cuenta.
Los policías no querían decirle de qué se le acusaba. “Hasta que no
llegué al furgón y el inspector me dijo que se me acusaba de atentado a
la autoridad, no lo sabían ni ellos”.
Esto es lo que ellos tres vivieron y que reconstruyen detalle a
detalle. Pero el atestado policial “es un montaje”, plagado de
incongruencias, tal y como aseguran.
“A mí me dicen que pegué a seis policías y que le quité a uno la
pistola, mientras estaba esposado y me pisaban la cabeza en el suelo”,
relata con asombro José Manuel. “A mí me acusan de pegar a tres
policías. Hay uno al que aseguran que le pegamos los tres. ¿Cómo puede
ser que los tres que estamos en sitios diferentes peguemos al mismo
policía?”, se pregunta Cristóbal.
Listas negras
Un mes antes de este suceso trascendía que el jefe de las fuerzas armadas de Leganés, el comisario Reglero, aparecía en la querella contra los crímenes del franquismo que se estaba juzgando en Argentina, como torturador y miembro de la Brigada Político Social.
Diversos colectivos del municipio se unieron en una plataforma para
pedir el cese del comisario incidiendo en su pasado durante la
dictadura. Óscar, José Manuel y Cristóbal eran miembros de este grupo.
“A raíz de todo esto se acentúa el foco sobre nosotros. Sin embargo, la
lista de activistas políticos estaba ya hecha. Es un secreto a voces. A
mí hace 10 años me llamaron dos policías por mi nombre y yo no les
conocía de nada”, explica Óscar.
“El hecho de que durante una protesta nos señalen y sepan a por quién
tienen que ir es grave, y más sin ningún antecedente”, concluye. (...)" (Sara Plaza Casares. , Saltamos.net)
No hay comentarios:
Publicar un comentario