"(...) A
finales de 2015, varias instituciones publicaron sus listas de
pesadillas acerca de todo lo peor que podría suceder en el nuevo año.
En
resumen, tenían tres tipos de riesgos, lo que llaman cisnes negros o
aquello que es improbable y que, a pesar de serlo, puede incluso
ocurrir: el Brexit y la crisis europea; la crisis financiera y
degradación económica; y la elección de Trump y crisis de la
globalización. Se suponía entonces que estos serían escenarios extremos y
poco probables. (...)
Tal
como se puede ver, casi todas estas pesadillas se hicieron realidad.
Otra institución que planteó posibles escenarios fue The Economist:
el peor, aunque con baja probabilidad, sería la elección de Trump, que
desestabilizaría la economía global. La Unión Europea podría fracturarse
si el Reino Unido la abandonara, si la crisis de refugiados creara
nuevas tensiones internas que afectaran a Merkel y si Grecia fuera
empujada a abandonar el euro.
De todo eso ya tenemos bastante, pero podía ser peor. En primer
lugar, la crisis europea: muros contra los refugiados y aumento de la
xenofobia, la aventura de Cameron con el referéndum británico, la
sangría de Grecia…
Pero luego vinieron más acontecimientos: el
referéndum en Italia con la derrota de Renzi y las elecciones en
Austria, que confirmaron la fuerza de la extrema derecha y el
desvanecimiento de los partidos tradicionales. Y en 2017 tenemos
elecciones francesas, holandesas y alemanas (y quizás italianas). Cada
uno de estos procesos sólo puede acentuar la crisis europea.
En segundo lugar, la victoria de Trump. Amenaza inmediata, el repudio
del Acuerdo de París sobre el cambio climático.
Pero también hay que
mirar hacia el gobierno que se perfila, con el peso de los tiburones de
Wall Street y de la industria petrolera, los militares belicistas y la
resurrección de los profetas ultraconservadores.
Podemos ver lo que se
nos viene encima: maná de los dioses para las finanzas y el
neoliberalismo emparejado con el autoritarismo, como en sus peores
momentos.
Pero existe todavía otra pesadilla que está por llegar: una nueva
crisis financiera. La pregunta, por cierto, no es si esta crisis se
producirá, sino cuándo se va a producir.
El aumento de la volatilidad de
los mercados financieros y la acumulación de la deuda son las
consecuencias de una política amenazadora: el BCE puso dinero en
circulación que revalorizó las acciones pero no impulsó la demanda y en
particular la inversión, mientras que las tasas de interés negativas
estrecharon los márgenes bancarios y estimularon nuevas operaciones
financieras de riesgo, de las que el Deutsche Bank es un ejemplo (el
valor nocional de los derivados es superior al valor del PIB mundial).
Es decir, nuestro problema mundial son las soluciones al problema. (...)
Tomen
nota, por favor: el centro del peligro está en Europa, que acumuló los
mayores errores durante toda la década y lo pagará ahora con la trumpificaçión de su política en Francia y Alemania.
Europa en el torbellino
La anterior crisis financiera, desencadenada por el colapso de las subprimea partir de verano de 2007, fue una oportunidad para cambiar la brújula. En el caso de la Unión Europea, el crashy
la prolongada recesión fueron el contexto, la justificación y el motor
para realizar mas cambios en los sistemas sociales, sometiendo la
disputa social por los salarios a un nuevo mecanismo de control y
transferencia de ingresos para el capital. (...)
La
política del gobierno alemán era la misma que la que crítica o impide
que se aplique en otros países: amplió la política presupuestaria para
estimular la demanda, como respuesta a la crisis. Pero no permite que
esto se lleve a cabo en otros países, a los que impone condiciones de
austeridad, es decir, de política recesiva para responder a la recesión.
En consecuencia, en los países sometidos a rescate y que, no siendo
centros financieros, están obligados a pagar un interés excesivo por la
financiación en los mercados internacionales, el déficit y la deuda se
agravan por efecto de la recesión, al tiempo que aumenta el desempleo y
las economías pierden capacidad de producción, o sea, que pierden la
capacidad de resolver la crisis recesiva. (...)
De
hecho, la UE no tiene un liderazgo convincente. Tiene una jefatura
autoritaria, pero renuente y postrada, Merkel, que, tras el fracaso del
acuerdo con Turquía sobre los refugiados, se retiró para estar pendiente
de sus elecciones (tal como se ha recordado, en Europa no se hará nada
hasta octubre de 2017, cuando en Alemania vayan a las urnas y poca cosa
se hará de manera diferente a partir de entonces, ya que la correlación
de fuerzas será todavía peor).
La UE también tiene también bomberos
pirómanos en los países del Este, celebra cumbres “refundadoras” cada
semestre, genera discursos inconexos y, en ausencia de cualquier otra
cosa, elabora llamamientos a los valores para conmover a los creyentes. En esencia, no sabe qué hacer y no hace nada.
En esta parálisis, el peligro es Saturno, que devora a los
gobernantes, les conduce a la irrelevancia y deja pasar el tiempo.
Perdida la capacidad de responder a escala nacional a la crisis
económica, se vuelven rehenes de las agencias de calificación;
renunciando a la democracia parlamentaria para votar los presupuestos,
resuelven con reglas sin legitimidad; reducen la política al arte de la
espera de un milagro y quedan reducidos a espectáculo. Y el espectáculo
no es suficiente para entretener durante todo el día.
Es por eso por lo que debe asustarnos la calma de los “mercados” en
Italia y en el Reino Unido. La prolongación de la agonía de una
recuperación mediocre que deja a los jóvenes en el desempleo, hacer la
vista gorda a las guerras del petróleo y los muros contra sus
refugiados, son las opciones que agravan las divisiones, la desconfianza
y la corrosión social, es decir, esto si que es el trabajo de Saturno.
La Unión se destruye por dentro, porque es divergencia y no es Unión.
En otras palabras, la calma Europea es solamente miedo. Miedo a que se
necesite inyectar rápidamente varios miles de millones en el banco Monte
dei Paschi di Siena (Nota: esto fue escrito a mediados de diciembre,
antes de la decisión sobre el Monte), miedo de que venga después
Unicredit, miedo lo que pueda dar de sí el Deutsche Bank, el miedo al
dominó.
(...) la
recesión y austeridad generan el espiral de la deuda, por lo que la
austeridad es la causa más que la cura de la depresión. La austeridad es
además una idea peligrosa. Para responder a la depresión es preciso
poner fin a la austeridad y, por lo tanto, la reestructuración de las
deudas.
La sexta conclusión es que para reestructurar las deudas es preciso
abandonar el euro e imponer y reconvertir la deuda en la nueva moneda
nacional, devaluada para promover la sustitución de importaciones y
mejorar los saldos comerciales y, sobre todo, permitir de ese modo la
emisión monetaria y, por tanto, dejar de depender de la financiación a
través de los mercados financieros, recuperando un banco central
nacional.
Después de la experiencia del gobierno griego, no es posible
que la izquierda siga fomentando la ilusión de que la Unión Europea
permite una negociación amable para un acuerdo que salve las economías
endeudadas.
Si Grecia ha enseñado algo ha sido que el castigo político y
la destrucción de un país serán los instrumentos de la Comisión y del
BCE para garantizar la protección de los acreedores y las rentas
perpetuas para apoyar la financiación. (...)
Con
la actual correlación de fuerzas y con la polarización política que la
victoria de Trump acentúa, la pregunta más difícil de responder es si
las izquierdas pueden protagonizar la alternativa. Deben hacerlo, en
todo caso. Como que la Unión es la divergencia, caminará hacia la
descomposición o recomposición y, si los movimientos populares no tienen
la capacidad de determinar las políticas, estos serán los primeros
objetivos del populismo y de las instituciones que lo instigan.
Así, la
recuperación de la iniciativa por parte de los movimientos populares
significa la movilización de las mayorías que, en este contexto de
desintegración, puede levantar al mismo tiempo la legitimidad
democrática (y por lo tanto las identidades de los estados-nación, que
son el único sostén de la democracia) y un proyecto de lucha por el
pleno empleo (y, por tanto, la reestructuración de la deuda con la
salida del euro y la nacionalización de los bancos).
¿Puede esta mayoría hacerse con el centro? No puede, o al menos no se
puede hacer de forma estable de tal manera que responda a la crisis
europea. El centro está desapareciendo, porque los partidos socialistas,
al igual que otras formaciones, fueron absorbidos por la doble idea del
predominio de las finanzas (que es el modo de reproducción social de la
élite) y la idolatría del neoliberalismo (que es la ideología
autoidentificadora y constitucional de la UE). (...)
Europa
está menos preparada para responder a una nueva crisis: los bancos
centrales no pueden actuar con impacto rápido (los tipos de interés ya
no pueden bajar), el desempleo es mayor que en cualquier período
anterior a las recesiones pasadas, y la vulnerabilidad social es más
pronunciada. La desigualdad, que es el nombre de la explotación en la
sociedad de clases, es ahora mayor que antes de la crisis de 2007-2008.
Conclusión: una nueva crisis financiera provocará políticas sociales más
duras y continuará destruyendo el centro.
Europa está cambiando, sí, pero sus instituciones forman parte de
esta deriva hacia la derecha. La UE se ha convertido en una máquina para
la hegemonía de la derecha, su agenda se reduce a la política
neoliberal y aplica únicamente la vieja solución: búsqueda de más valor
absoluto, más tiempo de trabajo, con menores salarios y pensiones más
bajas, menor salario indirecto (escuela, salud, políticas sociales) y
más sumisión.
A los analistas y lectores, una nota: no hay que olvidar nunca lo
esencial. Todo lo que está en juego es la distribución de lo que se
produce. (...)" (Francisco Louçã, Espacio Público)
Como alternativa a la salida del euro y para conseguir la soberanía financiera: europeseta electrónica de circulación interna
Existe una descripción con mucho humor, de economía-ficción,
sobre los beneficiosos efectos que se producirían si en Italia, el gobierno
impusiera una moneda digital (allá por el 2020), para salir de la quiebra
económica y política a la que la permanencia en el euro habría llevado al país. El objetivo se conseguiría rápidamente.
Los únicos perjudicados, los
especuladores de la deuda. Ver: J. D. Alt: ‘Europa,
2020: una ucronía iluminadora’. http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5467 )
Los artículos de Juan José R. Calaza (Juan José Santamaría y Juan Güell) muestran con
gran claridad las ventajas de una europeseta electrónica de circulación interna:
Para entender la europeseta electrónica. Qué es y, sobre todo, qué no es. Enlace: http://www.farodevigo.es/opinion/2012/12/02/entender-europeseta-electronica/720458.html
Para salir de la crisis sin salir del euro: España
debe emitir europesetas (electrónicas). Enlace: http://www.farodevigo.es/opinion/2011/11/27/salir-crisis-salir-euro-espana-debe-emitir-europesetas-electronicas/601154.html
Las europesetas electrónicas, complementarias al euro, estimularán el crédito sin efectos colaterales perversos. Enlace: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=165815
Juan Torres insiste en que es necesario emitir una moneda complementaria al euro. Sus artículos:
Marear la perdiz. Enlace: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/02/08/andalucia/1360327224_588117.html
Hay alternativas, incluso dentro del euro.
Enlace: http://juantorreslopez.com/publicaciones/hay-alternativas-incluso-dentro-del-euro/
Más información en: 'Si Grecia, España, o
Andalucía emitiesen una moneda digital, respaldada por la energía solar
instalada en sus tejados, alcanzarían la soberanía financiera. La de dar
créditos a familias y empresas': http://comentariosdebombero.blogspot.com.es/2014/06/si-una-autonomia-o-una-gran-ciudad.html
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