"Me llamo Luis y soy donante vivo de órganos. La vida de mi hija dependía de que yo le donara parte de mi hígado. Así que me pedí unos días de baja y otros de vacaciones para poder desplazarme a Madrid y someterme a la operación.
A una semana de la intervención, fui llamado al despacho del director de Recursos Humanos y me despidieron. Lo que más me dolió fueron sus palabras: "Así podrá usted dedicarse mejor a cuidar a su hija".
Muchas
más personas de nuestra Asociación (HEPA, Asociación Española de Ayuda a
Niños con enfermedades hepáticas y trasplantados hepáticos) han vivido
situaciones similares, como esta:
"Para hacerme las pruebas de
compatibilidad de donante para mi hijo, me desplace varios días al
hospital y cuando llevé los justificantes de las pruebas a mi trabajo me
indicaron que eran pruebas voluntarias y que yo no estaba enfermo y que
no podían aceptar la justificación, que la solución era pedir una
excedencia."
Estos
dos ejemplos no son casos aislados. Un porcentaje muy alto de los
padres que hemos donado un órgano hemos tenido problemas laborales y en
la mayoría de los casos hemos perdido nuestro puesto de trabajo.
Se
considera que, como nosotros no estamos enfermos, es una operación
voluntaria. Claro que es voluntaria... Voluntariamente queremos salvar
la vida de nuestros hijos. Y por eso se nos castiga.
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