"(...) La buena noticia es que hoy sabemos con bastante certeza lo que
funciona y lo que no en este campo. Los avances en el conocimiento y la
evidencia empírica sobre cómo reducir la pobreza extrema en el mundo han
sido enormes.
Así, más allá del tan discutido papel que la
globalización ha jugado en esta evolución, positiva en promedio pero con
importantes impactos negativos en ciertos grupos que resultan
perdedores netos, la disminución de la pobreza global se ha apoyado en
buena medida en el desarrollo y elaboración, desde principios de los 90,
de encuestas de hogares.
Éstas han permitido un estrecho monitoreo y la
aplicación de políticas bien enfocadas y dirigidas, al proveer
información muy valiosa de la situación de bienestar material de las
personas más allá de indicadores nacionales como el crecimiento del PIB.
Las
causas de la reducción de la pobreza no son exactamente las mismas en
cada región, pero sí que existe un amplio consenso en torno a tres
políticas básicas que deben sustentar cualquier estrategia para lograr
un crecimiento económico inclusivo:
- Inversión masiva en capital humano y en infraestructura de los países, con especial énfasis en los grupos más desfavorecidos, para que tanto las personas, como las economías sean más competitivas y diversificadas;
- Puesta en marcha de políticas efectivas de protección social de las poblaciones vulnerables, que impidan reversiones de los avances logrados. Se trata de establecer redes de protección y aseguramiento frente a todo tipo de riesgos, como la enfermedad, el desempleo, desastres naturales, o sequías. En Europa, este tipo de políticas está asociado a los Estados del Bienestar, mientras en otros países se han seguido estrategias mixtas con mayor participación del sector privado.
- Mayor progresividad de la tributación para ampliar el impacto redistributivo y financiar las dos políticas anteriores.
Es
decir, diferentes países han avanzado en la prosperidad inclusiva por
caminos diversos, con diferentes grados de liberalización económica,
apertura comercial o presencia del Estado en la economía. Pero en todos
los casos considerados exitosos de reducción sustancial de la pobreza,
las tres políticas mencionadas arriba han jugado un papel central, y que
se ha venido a llamar como “crecer, invertir y proteger”.
Por
último, merece la pena destacar que lograr la eliminación de la pobreza
extrema no es ni de lejos tan caro como algunos pensarán. El coste real
es probablemente imposible de estimar con precisión, pero un simple
cálculo de los ingresos totales necesarios para cerrar la brecha de la
pobreza extrema hasta proveer el umbral mínimo de 1,90 diarios para todo
el mundo, resulta en una cifra sorprendemente baja: el 0,15% del PIB
mundial o unos 150 mil millones de dólares al año.
Se trata de una
estimación bruta, que no tiene en cuenta los costes administrativos, ni
las necesarias voluntades políticas, ni el desafío de mantener a
millones de personas fuera de la pobreza en el futuro. Pero es una cifra
que desmiente el gran mito de que terminar con la pobreza es una
quimera imposible e inasumible de financiar por su altísimo coste.
Es
más, esa cantidad representa aproximadamente la mitad de los ingresos
tributarios que se estima que se evaden cada año en paraísos fiscales, o
menos de la mitad del dinero perdido anualmente en juegos de azar en
sólo diez países de todo el mundo. (...)" (Manuel de la Rocha y Mario Negre , Rebelión, 24/03/17)
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