29.3.17

Solución para la especulación de la vivienda: impuesto sobre la tierra, como en Dinamarca, Australia o Canadá

"Las élites patrias no aprenden. Tras la Gran Recesión, derivada del estallido de la burbuja inmobiliaria, y otras varias, vuelven de nuevo a las andadas. No saben hacer otra cosa. Generar burbujas, especular con el suelo, hinchar balances. 

¡Qué prohombres de negocios! Y todo a costa de la ciudadanía, especialmente de los más jóvenes. Pretenden, de nuevo, inflar el precio del suelo y de los inmuebles. Élites extractivas en estado puro. (...)

Mientras se forran por ésta o aquella operación urbanística, los grandes rentistas braman, sin pestañear, “que mire usted, el aumento del precio de la vivienda genera un efecto riqueza positivo para todos”.

 Y es ahí donde, incomprensiblemente, cuentan con la aquiescencia y colaboración de quienes en última instancia mantienen electoralmente al régimen actual. Todo por unas migajas. Son los mismos que en su momento se creyeron ese mantra, muy extendido en ciertos lares, de que el precio de la vivienda nunca caía, derivando gran parte de su ahorro hacia el ladrillo. Y miren lo que acabó pasando finalmente.

 De nuevo un choque inter-generacional. No se percataron de que el aumento injustificado del precio de la vivienda al final a quien realmente perjudicaba era a sus hijos y a sus nietos, que se endeudaron de por vida. Y de aquellos barros estos lodos. 

La renta de los hogares jóvenes, aquellos cuyo cabeza de familia cuenta con menos de 35 años, consecuencia del estallido de nuestra burbuja inmobiliaria, descendió un 22,5% entre 2011 y 2014; y su riqueza cayó un 46%. Sólo tienen deudas. Lo peor es que los jóvenes de hoy están todavía peor. 

Con los míseros salarios actuales, los precios de la vivienda y los alquileres no pueden emanciparse, formar una familia, ser libres. Y volvemos a lo mismo. Hasta que todo implosione. País enfermo.

 Las élites patrias, salvo honrosas excepciones, han sido, continúan siendo, rentistas. (...) hasta las élites actuales, que asumieron sin rechistar el papel que les otorgaron las oligarquías europeas, todas han vivido de extraer rentas, de frenar el progreso de nuestro país. Hoy en día en vez de innovar utilizan puertas giratorias. 

Lo peor es que esta forma de actuar, además de injusta, es ineficiente. Al distorsionar la asignación de recursos para el beneficio de unos pocos, la búsqueda de rentas no sólo fomenta la desigualdad, sino que también ahoga el crecimiento. 

Adopta diversas formas, desde transferencias ocultas y/o subsidios del gobierno a grupos de presión, hasta leyes que favorecen los oligopolios y/o una aplicación laxa de leyes de competencia.

La solución sin duda pasa por un impuesto duro sobre todas esas rentas, lo cual no solo disminuiría la desigualdad si no que también reduciría los incentivos a dedicarse a las actividades de búsqueda de rentas que distorsionan nuestra economía y nuestra democracia.

Nuestro modelo de desarrollo económico ha primado en exceso la especulación con la tierra y su traslado a los precios de los pisos y locales comerciales, generando una de las mayores burbujas inmobiliarias de la historia. Mientras tanto distintos monopolios y oligopolios -el sector bancario- se frotaban las manos bajo la connivencia de las autoridades políticas. 

Y ahora pretenden volver a repetir semejante hazaña. Frente a ello, dos cosas muy simples: impuestos sobre la tierra, y desincentivar la vivienda como bien de inversión de manera que sea al final un mero bien de uso, como ocurre en los países más prósperos.

 A diferencia de los impuestos sobre la renta, sobre las ventas o sobre los beneficios empresariales, el impuesto sobre el valor de la tierra no tiene ninguna posibilidad de asfixia de la actividad económica. La razón es muy sencilla, la cantidad de tierra es fija, por lo que no hay carga impositiva excesiva, es un impuesto neutral. 

Pero además, a diferencia de los impuestos actuales sobre la propiedad, el impuesto ideado en el siglo XIX por Henry George “anima” a los propietarios a construir edificios y estructuras productivas reduciendo además drásticamente el precio de la vivienda, de la tierra, y los alquileres tanto de locales comerciales como residenciales. 

Y, como el propio Henry George señaló, el impuesto redistribuye la riqueza de los ricos a los pobres sin castigar la creación de riqueza. Países como Dinamarca, Australia, Canadá son ejemplos a seguir. (...)

Finalmente una idea muy clara de qué es y para qué sirve la vivienda. Dejó de ser un bien de inversión para simplemente ser aquello que recoge nuestra constitución, un bien de uso asequible donde la ciudadanía desea vivir de una manera más o menos digna. Pero mucho me temo que de nuevo harán mutis por el foro."              (Juan Laborda, Vox Populi, 23/03/17)

No hay comentarios: