"Lento pero con paso firme, el neofascismo sonriente (versión siglo XXI)
se inserta en la vida política francesa como si fuera una ideología
inofensiva. La cuestión ahora no es si Marine Le Pen superará la primera
vuelta de las presidenciales el 23 de abril, sino cómo perderá la
segunda, el 9 de mayo, es decir, cuantos millones de votos habrá a su
favor. (...)
Ocupa posiciones estatuarias en el cuerpo del sistema democrático
representativo, gana peso en la mente de una parte cada vez más amplia
de las clases populares, atrae a la juventud, coacciona la ideología de
la derecha tradicional, se convierte, en resumidas cuentas, en un
partido que “dice algo”, proclamando supuestamente a voz alta lo que
muchos piensan en silencio. Es decir, grita con odio contra el sistema
político en nombre del viejo lema populista: “todos podridos”.
En
sus mítines, Marine Le Pen se presenta como una salvadora perseguida
por los medios de comunicación, odiada por la “vieja” clase política,
blanco de las fuerzas “europeístas”; es una Juana de Arco amenazada de
hoguera por hablar en nombre del pueblo y encarnar la “resistencia” de
Francia.
Numerosos son quienes la llaman ahora solo por su nombre,
“Marine”, cuando los demás candidatos son tratados por su apellido.
“Marine” es casi una amiga protectora de los desheredados nacionales en
un país “colonizado” por inmigrantes y amenazado a sangre por los
tecnócratas europeos. A muchos su discurso les parece legítimo, natural,
necesario.
Domina poco a poco el sentido común, lo cual expresa, como
bien se sabe, la quintaesencia de la política de las pasiones en
oposición a la política de la razón. Tiene éxito, porque la democracia
francesa está enferma y tendrá más peso aún, porque el sistema
partidario tradicional está muriendo.
“Marine” sabe que no puede ganar esta vez, porque precisa, en la
segunda vuelta, aliados que su partido, el Frente Nacional, no tiene. Es
todavía una fuerza de primera vuelta que será irremediablemente
eliminada en la segunda, salvo un terremoto electoral.
Ninguno de los
candidatos se atreverá a sostenerla; todos apoyarán a su rival, porque
comparten la idea de que esta candidata encarna una ideología peligrosa
para la República. Pero el que vencerá, Emmanuel Macron o François
Fillon, será un presidente blando, porque derecha e izquierda padecen de
graves crisis.
En caso de victoria de Fillon, y si el score de Marine Le Pen supera
en la segunda vuelta el 40%, habrá en las legislativas de junio 2017
inevitablemente diputados del Frente Nacional que podrán apoyar, como en
1986, a la derecha tradicional; si es Macron el ganador, es poco
probable que su partido, En Marche, pueda imponer una mayoría
coherente en el parlamento con una derecha al acecho y un partido
socialista estallado. En cualquier caso, “Marine” tendrá motivos para
bailar." (Sami Naïr, El País, 07/04/17)
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