"Es el tema estrella en los noticieros. Se analiza en las tertulias de
turno –casi nunca partiendo de datos reales–, se emiten programas
especiales; se aprueban leyes de urgencia para combatir el fenómeno y
todo el mundo ha oído decir que a la tía de un amigo le pasó.
La gente tiene miedo de irse de vacaciones, ya que todo apunta a que las ciudades han sido conquistadas por hordas de okupas
dispuestas a no dejar ni una sola puerta entera. Éste es el relato que
se está construyendo desde algunos partidos políticos –en connivencia
con la mayoría de medios de comunicación– con el objetivo de poner en el
punto de mira la okupación de viviendas. (...)
En materia de vivienda es muy ilustrativo: con tan solo un 1% de
parque de vivienda pública en España, la única forma de acceder a un
techo es por la vía del mercado, es decir, nos tocará entrar de lleno en
la selva salvaje del libre mercado y buscar y negociar una casa para
poder vivir. De esta forma, la vivienda se convierte en una mercancía
más de la cual sacar el máximo beneficio. De esta forma, el valor de
cambio pasa por encima del valor de uso.
El Estado español es un ejemplo bien claro de esta contradicción
entre propiedad y vida. Con 6 millones de viviendas vacías, España es un
cementerio de casas que esperan que un fondo buitre les eche mano,
esperando pacientemente a que su valor de cambio crezca de nuevo. (...)
En cambio, los desahucios han perdido fuerza mediática y han dejado
de ocupar tanto espacio en los medios de comunicación como años atrás.
La sensación que se transmite es que son agua pasada, pero nada más
lejos de la realidad: según cifras del Consejo General del Poder
Judicial, durante el año 2016 se llevaron a cabo más de 60.000
desahucios, lo que supone una media de 166 desahucios diarios en todo el
Estado. La mayor parte de estos desahucios ya no son de ejecuciones
hipotecarias. La mayoría de desahucios son de personas que no han podido
hacer frente al pago del alquiler de sus viviendas.
Pero hay vida más allá de las cifras, sólo debemos asistir a
cualquier de las decenas de asambleas de la Plataforma de Afectados por
la Hipoteca (PAH) para darnos cuenta de que estamos lejos de salir del
pozo.
Cada vez más familias viven sin ningún ingreso económico, con
todos sus miembros en situación de paro de larga duración, con pequeñas a
su cargo, con ayudas –quien las recibe– del todo insuficientes. Miles
de personas quedan fuera del mercado de la vivienda, y sin ninguna
solución por parte de la administración, ¿qué opción les queda a todas
estas personas para poder acceder a una vivienda? (...)
La ocupación de viviendas vacías es en estos momentos la única
garantía de acceso a un techo para muchas personas que no han encontrado
otra respuesta a su situación de vulnerabilidad. Según cifras del Poder
Judicial, el año 2015 en Cataluña se estaban ocupando diez viviendas
diarias. La campaña de la Obra Social de la PAH ya cuenta con 49 bloques
ocupados y ha realojado a más de 4.000 personas.
En el Estado capitalista, la gente que no genera valor,
sencillamente, sobra. Así que la excluye, la expulsa, intenta deshacerse
de ella. Pero, para hacerlo, necesita crear el caldo de cultivo
adecuado, generar una opinión pública favorable y crear consenso en que
aquella gente que sobra es porque se lo merece, porque se lo ha ganado, y
así pueden hacerlo con todas las de la ley. Y si no la tienen, la ley
se la hacen a medida.
De esta manera, con la connivencia de los grandes medios de
comunicación, se empieza a crear un relato que, poco a poco, irá calando
en el imaginario colectivo. A base de reportajes, noticias y tertulias
parciales y tendenciosas; a partir de casos sonados y excepcionales; (...)
Pesa más la anécdota ridícula de un pseudopolítico a quien
supuestamente le intentaron okupar la casa con él dentro, yendo de
tertulia en tertulia, que un análisis serio de la realidad del fenómeno.
De la anécdota a la generalización. Relacionar pobreza con delincuencia
es una canción que nos suena demasiado, la misma que relacionar
okupación con mafia, drogas y mala convivencia.
Mecanismos del manual de
criminalización y discursos del miedo hacia colectivos excluidos
socialmente. La okupación como causa-problema y no como consecuencia de
un ‘estado de bienestar’ putrefacto.
Y en este relato se incluye también la idea, ya extendida, de que
okupar es fácil y agradable. Que la gente tiene mucho morro y que, con
una patada a una puerta, pueden vivir gratis. No explican que okupar es
una vía inestable, muy precaria y que comporta consecuencias legales.
Las familias que okupan tienen muchas dificultades para acceder a los
suministros básicos.
Se enfrentan a procesos judiciales que pueden
acabar en multas cuantiosas y antecedentes penales. Y, evidentemente, se
enfrentan a un desahucio inminente y a un futuro más que incierto. Y
todo esto, aderezado por una opinión pública y unos políticos que los
señalan y marginan. (...)
Consideramos que la PAH y, en concreto, la campaña de la Obra Social, ha
tenido un papel clave en la ‘normalización’ de la okupación. Que ha
conseguido hacer de la okupación una herramienta para garantizar el
acceso a la vivienda y salir del autoconsumo en que, a menudo, se
situaba este fenómeno dentro de los movimientos anticapitalistas.
Traspasar la frontera de la zona de confort y trabajar codo con codo con
las personas que se han visto más golpeadas por la crisis es una
victoria absoluta, pero de esto ya hemos hablado muchas veces y hace
falta también espacio para la autocrítica. (...)
Como PAH intentamos disuadir a las familias que están dispuestas, por
desesperación, a pagar una cantidad de dinero que no tienen para
‘comprar’ una llave de un piso. Somos las primeras que luchamos para
contrarrestar las mafias y desactivar estas prácticas.
Brindamos las
herramientas necesarias de conocimiento sobre los procesos de okupación,
no sólo sobre como hacerlo sino sobre las consecuencias legales que
comporta. Asesoramos para que las personas que se atreven a dar el paso
lo hagan de forma consciente y consecuente.
¿Qué pasaría si dejáramos de organizarnos para dar respuesta a las
decenas de personas desesperadas que asisten a nuestras asambleas?
¿Dónde estarían viviendo las centenares de familias que realojamos en
los edificios de la Obra Social o que okupan de forma individual?
En la calle. Y entonces puede que los políticos que llevan leyes al
Congresos para agilizar los desalojos, los que tumban iniciativas que
garantizan nuestros derechos, los banqueros que se niegan a ceder pisos y
que siguen desahuciando, tuvieran que preocuparse. Preocuparse por si
les okupan sus casas o por si, directamente, desesperadas y rabiosas,
las hacen arder." (Saltamos.net)
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