"(...) brillan con luz propia unas pocas excepciones como Cuando la revolución termine (Turpial, 2016), la vibrante obra prima de la autora galaico-siria Leila Nachawati; (...)
Diario del asedio a Duma escrito por Samira Khalil y traducido por la arabista Naomi Ramírez. Junto con La frontera. Memoria de mi destrozada Siria
(Editorial Stella Maris, 2015), de Samar Yazbek, es uno de los libros
escritos por activistas sirias que retratan, con enorme lucidez y
minuciosidad, el día a día de la vida cotidiana bajo la guerra. (...)
Pese a que no está concebido como un libro, ya que se limita a
recoger las anotaciones y reflexiones de Khalil durante el asedio de
Duma, el libro nos ofrece un relato desgarrador del descenso a los
infiernos de su país, de la brutalidad del régimen, de la irrupción de
las bandas islamistas y del cinismo de la comunidad internacional ante
el descenso a los infiernos de Siria. Un relato que, en determinadas
ocasiones, se hace asfixiante por su crudeza.
Samira Khalil, una militante del Partido Comunista del Trabajo que
pasó cuatro años en las cárceles del régimen, habla de su vida en la
ciudad asediada de Duma y del trabajo que desarrolla con varias
organizaciones locales de mujeres.
Pero sobre todo habla de las
consecuencias del asedio sobre la población civil: las dificultades para
llegar a fin de mes, la falta de medicinas y personal médico y la
hambruna de una población olvidada, víctima de sistemáticos bombardeos
con misiles balísticos y barriles bombas que pretenden doblegar la
resistencia de los grupos rebeldes.
Como ella misma nos recuerda: “Es
una guerra, una guerra de verdad, no un juego de disfraces importados.
Es una guerra superior a las demás en inmoralidad con la que el mundo la
mira. No es un juego. Son personas de carne y hueso que mueren a
diario: de enfermedad, hambre, represión brutal”.
El empleo del hambre como arma de guerra ha sido una constante
durante todo el conflicto siguiendo la estrategia del “arrodillaos o
morid de hambre”, como ella misma lo denomina. Samira nos acerca a la
vida cotidiana de Duma:
“Bajo asedio no hay nada: ni medicinas, ni agua,
ni electricidad. Nada. No, he olvidado la muerte, que es lo único que
hay en abundancia. No hay casa en la que no haya un mártir; no hay casa
en la que no haya un detenido; no hay casa en la que no haya alguien que
ha perdido una parte de su cuerpo o que tenga heridas de balas o restos
de metralla”.
Incluso en varias ocasiones, la autora compara la cárcel con el
asedio y concluye que “la cárcel parecía un exilio con cierto lujo: la
comida llegaba a diario, aunque fuera escasa… La muerte aquí nos toca a
todos. El proyectil no escoge a las personas”.
No sólo se limita a acusar al mundo occidental de pasividad ante la
tragedia siria, sino que además denuncia su complicidad: “Es una guerra
cuya inmoralidad es insuperable, mientras el mundo mira los restos de
las personas: carnes y sangre que saltan por los aires a través de las
pantallas… Mueren a causa de los proyectiles que atraviesan sus casas…
Mueren mientras preparan la comida de sus hijos y piensan qué harán para
cenar”. A pesar de todo, “el mundo ve y oye lo que sucede, pero
mantiene su apoyo tácito al criminal”. La autora se pregunta cómo
reaccionaríamos si nuestros gobernantes “se atrevieran a emplear sus
aviones, armas químicas o su artillería” contra la población por echarse
a las calles para reclamar libertades y reformas.
Ni tan siquiera el empleo de armas químicas contra la zona de Guta en
el verano de 2013 sacudió a una comunidad internacional pasiva ante las
reiteradas masacres que han segado la vida de medio millón de personas.
El asesinato a sangre fría de 1.466 civiles la noche del 21 de agosto
es descrito de manera desgarradora: “Se durmieron sin saber que era su
última noche…
Se marcharon sin ruido, en un sueño eterno. Se marcharon y
dejaron al mundo una vergüenza infinita”. A pesar de que el empleo de
armas de destrucción masiva contra la población civil había sido
considerado por el presidente norteamericano Barack Obama como una línea
roja, Samira denuncia que “se llevaron las armas químicas y dejaron el
resto de herramientas de la muerte”.
La suerte de Samira Khalil es una incógnita, ya que fue secuestrada
junto a otros tres activistas por milicianos armados y desde entonces no
se han vuelto a tener noticias suyas. Todas las pruebas indican que el
Ejército del Islam, un grupo salafista financiado por Arabia Saudí y
participante en las negociaciones de Ginebra, estaría detrás de su
desaparición.
El caso de Khalil no es excepcional, ya que otros muchos
activistas prodemocráticos han quedado aislados entre dos fuegos: el del
régimen y el de las facciones islamistas.
Como nos recuerda su
compañero sentimental, Yassin al-Haj Saleh, “lo que convierte Siria en
una tragedia mundial es que los sirios no se enfrentan a un único
enemigo. Además de la mafia del autoritarismo assadiano, que se comporta
como dueña del país desde que el déspota Hafez dejase como heredero a
su hijo Bashar, los sirios se enfrentan a otro enemigo, que son las
organizaciones nihilistas islamistas que han nacido de la falta de
horizontes de desarrollo que han padecido nuestras sociedades en las
últimas tres o cuatro décadas.
Una situación reforzada por el papel
jugado por el tercer enemigo, el extremadamente radical sistema de
dominio estadounidense en la zona y apoyo clave de Israel: Las tres
fuerzas del salvajismo están intrínsecamente ligadas, y no se entiende
ninguna de ellas al margen de las otras”.
El libro se completa con una vibrante presentación del filósofo
Santiago Alba Rico y con varios artículos de al-Haj Saleh, que pasó 16
años de su vida en las cárceles de los Asad castigado por su militancia
comunista.
Alba, con su habitual clarividencia, arremete en su
presentación contra la izquierda negacionista europea que se empeña en
“negar que en Siria hubiera una revolución democrática, negar que
hubiera una izquierda luchando contra el régimen, negar los crímenes de
al-Asad y de Rusia, negar la complicidad de EEUU, negar –en definitiva-
la verdad y con ella a sus víctimas y a sus héroes”.(...)" (Ignacio Álvarez-Ossorio es profesor de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad de Alicante, CTXT, 29/03/17)
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