"Asistimos, en directo, a la explosión del sistema bipartidista que ha dominado la vida política francesa desde hace más de medio siglo. (...)
Una campaña atípica, dominada fundamentalmente por la
desconfianza global, el escepticismo del electorado, la inquietud hacia
una parte de la ciudadanía presentada casi sistemáticamente de modo
negativo por la mayoría de los candidatos: los extranjeros e
inmigrantes.
Esta película es, en realidad, la victoria, la gran victoria, de la militancia perseverante del extremismo lepenista
que hace de los problemas políticos, sociales y culturales, problemas
identitarios. Es, a la inversa, el fracaso de los proyectos de la
derecha tradicional, versión conservadora y liberal, que se ha alineado
en varias de sus propuestas sobre la oferta programática de la extrema
derecha y el derrumbamiento rotundo del partido socialista francés que,
desde hace 30 años, ha perdido toda perspectiva autónoma de innovación
social y de gobierno.
Pero todo ello con una diferencia decisiva: la extrema
derecha, con Marine Le Pen, después de haber ganado la batalla de la
hegemonía cultural sobre una parte importante del pueblo, se mantiene
fuerte y sigue avanzando hacia el poder político cuando, por un lado, la
derecha conservadora se repliegue detrás de un candidato, François Fillon,
conservador neo gaullista –un insulto frente a la integridad del
fundador de la V república, Charles de Gaulle– cuyo programa aboga por
la injusticia social más cruel.
Por otro lado, un partido socialista
fracturado en varios trozos, unos en apoyo a Benoît Hamon, el candidato oficial;
otros, a Emmanuel Macron, solución de recambio sin contenido real, pero
posible futuro presidente y, desde luego, beneficiado por el apoyo de
muchos que no quieren perder las posiciones que ocupan ahora con
François Hollande.
Nunca las traiciones, los golpes bajos y la
hipocresía han sido tan tajantes en el seno del partido socialista,
probablemente condenado a llegar en cuarta posición detrás de Jean-Luc
Mélenchon, el candidato del Frente de Izquierda.
¿Quién hubiera dicho que la extrema derecha podría llegar a
conformar de modo tan apremiante la vida política francesa? ¿Por qué
Francia se encuentra desde hace más de 30 años en este callejón sin
salida? Nadie afronta estas preguntas. (...)
De ahí el enfado del electorado. Quiere castigar a la derecha y al
partido socialista. Parece muy difícil que gane Marine Le Pen. Emmanuel
Macron puede aprovechar el momento, pero debe vencer en las legislativas
consecutivas sin disponer de un verdadero partido. Dice que pactará
“con la derecha y la izquierda”, es decir, ¡con los castigados de las
elecciones! La película surrealista no dejará de sorprender." (Sami Naïr , El País, 25/03/17)
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