"(...) Francia está inmersa en uno de los debates más interesantes
y trascendentales de Europa. Una población compleja, segura de sí misma
hasta antes de ayer, ha de dirimir una opción que ninguno de nosotros
en España se atrevería a abordar.
¿Qué es más peligroso para tu futuro
como ciudadano, que te gobierne un banquero o una neofascista? La lucha
de clases en su estado más diáfano. Lo mismo pero con diferentes
métodos.
Yo no votaría nunca a una neofascista, pero tampoco a un
banquero, porque las diferencias entre uno y otro exigen la precisión de
un cirujano analítico. Marine Le Pen frente a Macron. En 1981 la
extrema derecha en Francia no alcanzaba ni el 1% del electorado.
En el
2017 están consolidados en el 22%. No hace falta decir que los
beneficios y la política de los liberales socialdemócratas fabricaron al
enemigo. ¿Se han olvidado de aquella consigna de la patronal francesa:
“Antes Hitler que el Frente Popular”?
Se trata de algo insólito entre nosotros, si exceptuamos
cuando se compraron voluntades en el referéndum sobre la permanencia en
la OTAN –12 de marzo de 1986– y los intelectuales españoles, restos de
naufragio, provocaron la más golfa de las polémicas, en la que aparecía
la piñata por encima de sus cabezas.
Quiero decir que en Francia está
sucediendo una polémica a cara de perro, porque el tema lo vale. Un
banquero o una neofascista, que creció y se alimentó gracias a los
padres de esos banqueros a quienes les parecía
la fórmula perfecta para liquidar a la izquierda molesta, ni siquiera radical. Hasta que surgió Jean-Luc Mélenchon, procedente del socialismo, y creó algo insólito, una agrupación cuya denominación nos animaría, de haber sido nosotros un pueblo menos calvo de talento y sin la memoria frágil. La Francia Insumisa.
Nadie en el país vecino, incluso más allá, nadie ha podido
sustraerse a participar en la pelea. Y eso es un signo de vitalidad,
aunque los motivos sean en ocasiones pedestres o esquivos. El filósofo
Michel Onfray, un rompedor toca cojones –para qué sirven los
intelectuales españoles desde que se murió Unamuno: para hacer loas a la
monarquía a vellón la página–.
Si tienen alguna duda échenle una ojeada
al libro homenaje a Juan Carlos I, organizado por el supuesto
economista García Delgado, el pelota mayor del Reino, escrito por las
plumas más venales que ha producido este país desde que los papeles
cambiaron y lo catedráticos aspiraron a asesores políticos y los
periodistas a estrategas de la manipulación.
Michel Onfray, poco conocido en nuestros pagos, acaba de
escribir un panfleto contra los animadores del banquero Macron.
Bernard-Henri Lévy, el belicista, ese pijeras que promovió la invasión
de Libia para acabar con Gadafi, en parecidos términos a los de
Mussolini cuando invadió Abisinia y con éxito similar. Y Alain Minc,
Jacques Attali, el plagiario, y Bernard Kouchner, el manipulador de la
solidaridad –le vi pasar en Sarajevo con las televisiones pegadas a su
culo, un impostor–, o Daniel Cohn-Bendit, convertido en una payaso que
vive de las rentas de los luchadores a los que vendió.
Pero no es sólo el temerario Michel Onfray, filósofo insólito para esta
época de profesores cuyo principio capital es garantizar su pensión,
sino hombres tan sobrios y fríos como el historiador Emmanuel Todd.
“Votar Le Pen es votar xenófobo, votar Macron es la aceptación de la
servidumbre”. (...)
Cuando
uno ha gobernado, como lo ha hecho Mariano Rajoy en España,
permitiendo el saqueo de las finanzas, no pueden tener la desfachatez
de convertirse además en defensores de la democracia. Todos son lo
mismo.
Primero esquilman a la población –en el caso español se
amplía al Estado en su conjunto– y luego piden que un pirómano
selectivo, como Cristóbal Montoro, provoque a la población porque aspira
a que el partido más corrupto de Europa occidental devuelva el dinero
robado, lo que haría cuadrar las cuentas y consentiría una sociedad sin
paranoicos del robo, pájaros ansiosos de dinero, a los que los jueces
exoneran, porque salvo excepciones, pertenecen a la misma casta.
Pero el debate francés tiene un nivel impensable entre
nosotros. Los nuestros roban y echan a correr, y hasta levantan la única
bandera de la que se pertrechan, la presunción de inocencia y el
chantaje. Unos delincuentes que llegaron a la política para forrarse, y a
fe que lo consiguieron.
Lo compraron todo durante años: los medios de
comunicación, los tribunales de injusticia, la manipulación de las
policías autonómicas… hasta que llegaron al límite. Era imposible seguir
así sin que el sistema se desmoronara. La corrupción sistémica se nos
cayó encima con menos estruendo que el muro de Berlín pero con unos
beneficios suntuosos, tanto, que parecen increíbles.
Hoy por hoy me es indiferente que gane Macron, el banquero,
o Le Pen, la neofascista, pero tengo muy claro que el chantaje sobre el
que esta sociedad ha vivido, y no quiero remitirme a España y menos aún
a Catalunya, alcanza cotas que causarán pasmo a los historiadores del
futuro.
Se ha robado tanto y se ha creado tanta miseria, no sólo
económica sino social. Destruyeron todo, porque el beneficio primaba
sobre cualquier otra cosa; compraron jueces, presuntamente; compraron
políticos, presuntamente; se convirtieron en delincuentes,
presuntamente.
Y ahora resulta que en Francia deben decidir entre un
banquero implacable –no hay banquero bueno salvo que esté muerto y
contrate a un historiador para que narre su bondadosa naturaleza– y una
neofascista cuyo programa apenas tiene diferencia alguna con el del
señor que vivió de la comisión, los bonos y las finanzas. Les evito
contar las cinco medidas capitales de los dos candidatos, Macron y
Marine Le Pen. Son para descojonarse de risa.
En España ese problema es inexistente. Ni hay intelectuales
que soporten una polémica que comprometa sus emolumentos, y además el
neofascismo se disolvió tras cuarenta años de dictadura; se fue
reintegrando en la banca y las instituciones, y aquí no pasó nada. Como
me decía un banquero, “yo no me meto en política, yo la hago”.
En Francia es más complejo. De ahí que diga sin
rubor, que de ser francés me abstendría o votaría en blanco. Para que
sepan que existo, nada más." ( Gregorio Morán , La Vanguardia, 06/05/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario