11.5.17

Lo que me preocupa es la radicalización de la Francia de los de arriba: quieren gobernar a pelo, dicen, “vais a tener que obedecer y ya está”... y su jefe es Macron

"Es una ironía que fuera precisamente François Bayrou, alcalde de Pau y el político centrista de Francia por excelencia, quien definiera a Emmanuel Macron como, “el intento de grandes intereses, financieros y otros, que ya no se contentan solo con tener el poder económico”. Fue hace ocho meses, y entre tanto Bayrou se ha convertido en uno de los principales aliados de Macron. (...)

 El octavo presidente de la V República que los franceses elegirán hoy en las elecciones más extrañas que ha conocido el país, es un producto nuevo, sin análogos, precisamente porque es un producto. Nunca un presidente había sido vendido a los franceses, “como quien vende un paquete de detergente”, dice el filósofo Michel Onfray. ¿Qué supone y anuncia para el país esta novedad? ¿Hay margen para la duda y la sorpresa? (...)

Soñar es legítimo, responde enfrentado a ese beneficio de la duda el inclasificable historiador-antropólogo Emmanuel Todd, uno de los pensadores más desconcertantes y que va más de por libre en Francia.

“Se puede soñar, pero cuando Macron habla de cosas concretas, de economía y tal, habla como un manual”. Hasta ahora Francia tuvo presidentes que venían del mundo político. Los dos últimos, Sarkozy y Hollande, envolvían sus propósitos en ciertos subterfugios. Con Macron llega un hombre que procede directamente de la cocina de las elites financieras. “Con él vamos a elegir al representante de Berlín, no al Presidente de la República”, dice Todd.

 La diferencia de Macron es, “que es el primero que lo dice”: Sarkozy hizo lo mismo, pero decía que la culpa era de los árabes, Hollande llegó diciendo, “soy un hombre de izquierdas”, “mi enemigo es la finanza”, “cambiaré las cosas con Alemania”. “Macron es el primero que dice: no haré nada, vais a aceptar vuestra sumisión oficialmente, o cerráis el pico o tendréis el horror del lepenismo”.

Más que dudas, en Todd hay  un puro pesimismo. “Lo más probable”, dice, “es que con Macron tengamos una acentuación de lo que se ha hecho con Manuel Valls, lo que creará tensiones y violencia”.

Muy centrado en la demografía y en la antropología histórica regional, Todd avanza dos claves para lo que llama el “conformismo macronista”. Primera: entre 1992 (Maastricht) y 2015, la edad media en Francia ha aumentado entre 5 y 6 años. “A los viejos se les dice: si queréis mantener vuestras pensiones hay que mantener el euro”. 

“No es que sean más conservadores, es que les han secuestrado”, dice. Segunda: en la actual sociedad la gente con estudios superiores forma una “oligarquía de masas” que se cuece en su propia salsa y se cree superior. “Es la gente que apoyaba a los Clinton en Estados Unidos, los universitarios partidarios del remain en el Reino Unido y los jongleurs que oscilan entre izquierda y derecha en Francia.

 “Esta gente con estudios superiores representaba el 12%, ahora son el 25%. Todo eso sumado, arroja una base para el conformismo macronista que se ha desarrollado enormemente mientras la situación general de los de abajo se ha deteriorado notablemente”.

“Se habla mucho de Le Pen, pero lo que realmente me preocupa es la radicalización de la Francia de los de arriba: quieren gobernar a pelo, dicen, “vais a tener que obedecer y ya está”. “El problema de Francia es la radicalización de los poderosos”, insiste, citando el libro del americano Christopher Lasch (The Revolt of the Elites and the Betrayal of Democracy), según el cual las clases privilegiadas nunca han estado tan aisladas de su entorno. (...)

Para Todd lo que hace al sistema francés menos estable que el alemán, español, etc., es el hecho de que en Francia todavía haya bastantes jóvenes. “En España, Italia, y Portugal, la política que se aplica es desfavorable a los jóvenes, pero hay pocos, mientras que en Francia es igualmente desfavorable y continuamos fabricando jóvenes”. 

Las turbulencias que augura para Francia se deducen de su demografía. Todd ve en Alemania el problema central, y, a diferencia de Debray, ve en el mundo anglo-americano más bien un aliado contra aquella.  (...)"                (Rafael Poch, La Vanguardia, 07/05/17)

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