"Es una ironía que fuera precisamente François Bayrou, alcalde de Pau y el
político centrista de Francia por excelencia, quien definiera a
Emmanuel Macron como, “el intento de grandes intereses, financieros y
otros, que ya no se contentan solo con tener el poder económico”. Fue
hace ocho meses, y entre tanto Bayrou se ha convertido en uno de los
principales aliados de Macron. (...)
El octavo presidente de la V República que los franceses elegirán hoy en
las elecciones más extrañas que ha conocido el país, es un producto
nuevo, sin análogos, precisamente porque es un producto. Nunca un
presidente había sido vendido a los franceses, “como quien vende un
paquete de detergente”, dice el filósofo Michel Onfray. ¿Qué supone y
anuncia para el país esta novedad? ¿Hay margen para la duda y la
sorpresa? (...)
Soñar es legítimo, responde enfrentado a ese beneficio de la duda el
inclasificable historiador-antropólogo Emmanuel Todd, uno de los
pensadores más desconcertantes y que va más de por libre en Francia.
“Se puede soñar, pero cuando Macron habla de cosas concretas, de
economía y tal, habla como un manual”. Hasta ahora Francia tuvo
presidentes que venían del mundo político. Los dos últimos, Sarkozy y
Hollande, envolvían sus propósitos en ciertos subterfugios. Con Macron
llega un hombre que procede directamente de la cocina de las elites
financieras. “Con él vamos a elegir al representante de Berlín, no al
Presidente de la República”, dice Todd.
La diferencia de Macron es, “que
es el primero que lo dice”: Sarkozy hizo lo mismo, pero decía que la
culpa era de los árabes, Hollande llegó diciendo, “soy un hombre de
izquierdas”, “mi enemigo es la finanza”, “cambiaré las cosas con
Alemania”. “Macron es el primero que dice: no haré nada, vais a aceptar
vuestra sumisión oficialmente, o cerráis el pico o tendréis el horror
del lepenismo”.
Más que dudas, en Todd hay un puro pesimismo. “Lo más probable”,
dice, “es que con Macron tengamos una acentuación de lo que se ha hecho
con Manuel Valls, lo que creará tensiones y violencia”.
Muy centrado en la demografía y en la antropología histórica
regional, Todd avanza dos claves para lo que llama el “conformismo
macronista”. Primera: entre 1992 (Maastricht) y 2015, la edad media en
Francia ha aumentado entre 5 y 6 años. “A los viejos se les dice: si
queréis mantener vuestras pensiones hay que mantener el euro”.
“No es
que sean más conservadores, es que les han secuestrado”, dice. Segunda:
en la actual sociedad la gente con estudios superiores forma una
“oligarquía de masas” que se cuece en su propia salsa y se cree
superior. “Es la gente que apoyaba a los Clinton en Estados Unidos, los
universitarios partidarios del remain en el Reino Unido y los jongleurs
que oscilan entre izquierda y derecha en Francia.
“Esta gente con
estudios superiores representaba el 12%, ahora son el 25%. Todo eso
sumado, arroja una base para el conformismo macronista que se ha
desarrollado enormemente mientras la situación general de los de abajo
se ha deteriorado notablemente”.
“Se habla mucho de Le Pen, pero lo que realmente me preocupa es la
radicalización de la Francia de los de arriba: quieren gobernar a pelo,
dicen, “vais a tener que obedecer y ya está”. “El problema de Francia es
la radicalización de los poderosos”, insiste, citando el libro del
americano Christopher Lasch (The Revolt of the Elites and the Betrayal of Democracy), según el cual las clases privilegiadas nunca han estado tan aisladas de su entorno. (...)
Para Todd lo que hace al sistema francés menos estable que el alemán,
español, etc., es el hecho de que en Francia todavía haya bastantes
jóvenes. “En España, Italia, y Portugal, la política que se aplica es
desfavorable a los jóvenes, pero hay pocos, mientras que en Francia es
igualmente desfavorable y continuamos fabricando jóvenes”.
Las
turbulencias que augura para Francia se deducen de su demografía. Todd
ve en Alemania el problema central, y, a diferencia de Debray, ve en el
mundo anglo-americano más bien un aliado contra aquella. (...)" (Rafael Poch, La Vanguardia, 07/05/17)
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