"(...) Si a los desheredados encima se les engaña, en ocasiones se rebelan.
Es lo que sucede en la campaña electoral británica. Y es lo que rebaja la expectativa de una amplísima victoria de la primera ministra y lideresa conservadora, Theresa May.
Los pensionistas, los más y los menos acomodados, echan
fuego por los ojos a cuenta del demencial impuesto a la demencia
propuesto (y luego a medias retirado, pero siempre vivo), por la jefa tory
en su manifiesto electoral para el próximo día 8. Desde que lo hizo
público, el 17 de mayo, no logra recuperar su gran ventaja inicial. Al
revés, sigue reduciéndose.
El impuesto a la demencia, así bautizado por el líder vétero laborista Jeremy Corbyn,
ocupa dos líneas del manifiesto, redactadas personalmente por la propia
May. Consiste en un copago sanitario a abonar por los jubilados.
Deberán pechar su atención sociosanitaria con sus recursos, hasta que
les quede un máximo de 100.000 libras. Y si disponen de vivienda y no de
cash (dinero en efectivo), deben venderla.
Al formarse
la escandalera hace diez días, May banalizó su idea, asegurando que
nadie perdería su hogar. Pero lo harían luego los herederos de padres
así endeudados con el Servicio Nacional de Salud.
Para más inri,
el copago resultaría asimétrico, según el tipo de enfermedad: los
aquejados de demencia o artritis grave y atendidos en sus domicilios
afrontarían más costes que las víctimas de cáncer tratadas en los
hospitales públicos. De ahí el apelativo de “impuesto a la demencia”.
A
diferencia de otras reformas anteriores, maceradas y discutidas con
profesionales y usuarios, ésta fue decidida unipersonalmente, se
improvisó en el último minuto y en su formulación inicial solo duró 96
horas. Por eso la tarjeta de presentación de May como encarnación de un
liderazgo “fuerte y estable” ha sido públicamente ridiculizada por la
prensa como “débil y tambaleante”.
¿Por qué, pese a la rectificación, este revés continúa deteriorando la credibilidad tory?
Porque ha tenido el efecto de una caída de máscara. (...)
Y porque la memoria colectiva no es tan flaca. Margaret Thatcher, la
dama de hierro y matrona del neoliberalismo, tropezó también con su
instinto social reaccionario al proponer un impuesto de capitación, la poll tax, para unificar los gravámenes locales.
Era
un impuesto a pagar por cada individuo sin considerar su nivel de
riqueza: antiproporcional, antiprogresivo, antirredistributivo. Las
plazas británicas desbordaron de protestas. Sus protegidos la empujaron a
dimitir, para escapar, ellos, de la tormenta. Era 1990. Anteayer." (Xavier Vidal-foch, El País, 02/06/17)
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