"(...) Trump no nace de la nada, sino que es producto de algo que todos hemos experimentado: la crisis económica y financiera de 2008.
Sin el terrible impacto que causó la inseguridad laboral y el
hundimiento de los salarios más bajos no se podría explicar su éxito.
La
crisis de 2008, que ahora se quiere minimizar como si hubiera sido una
de tantas, algo que ya se ha dejado atrás y sobre lo que no merece la
pena enredar, ha sido una crisis brutal, que cambió casi de un plumazo
la relación de fuerzas en las sociedades occidentales.
Sin ella, no
habrían renacido con tanta fuerza los nacionalismos de extrema derecha europeos; sin ella, el Brexit
no se habría producido y los errores del euro y de la UE quizás
hubieran tenido tiempo para corregirse. Sin ella, Rusia no estaría
jugando el peligroso juego que lleva hoy a cabo, en Ucrania o en Siria.
Sin esa crisis, no se habría roto de manera tan fulminante el acuerdo
social según el cual quienes hacen el trabajo tienen derecho a reclamar
una participación justa en la riqueza que se produce, tanto a través de
los salarios como de servicios sociales eficientes y de calidad.
Sin
ella, sin esa crisis, provocada no por una ciudadanía descontrolada,
sino por grandes movimientos financieros que los políticos no quisieron
controlar, no se habría producido la imposición del precariado ni el
empobrecimiento de los más débiles.
Así que partimos de estándares
zarrapastrosos de democracia y de niveles zarrapastrosos en el mundo
del trabajo, todos ellos producto de una crisis financiera brutal, que
se produjo como consecuencia de unos estándares mínimos de control del mundo financiero
y que ha tenido como primera consecuencia la pérdida de derechos de una
parte importante de la población, incapaz de encontrar los mecanismos
para defenderse, especialmente unos sindicatos poderosos.
No deberíamos permitir que nos digan que la crisis quedó atrás. Es un error. Bill Emmott, antiguo editor de The Economist, lo explicaba muy bien en un reciente artículo: el crash
de 2008 no debe ser estudiado como un hecho económico, sino como un
hecho político “que ilumina la peligrosa tendencia que llevan esas
democracias liberales, sometiendo las políticas públicas al aplastante
poder del sector financiero y de los individuos formidablemente ricos
conectados a él”.
No hacerlo así, no aprovechar la pequeña ventana que
parece abrirse en Europa para restablecer los estándares rotos en la
propia Unión, será un error histórico. Como lo será en España no ser
conscientes de que el Gobierno de Rajoy está poniendo en peligro las
normas, reglas y patrones de una democracia que necesita que la
defiendan." (Soledad Gallego-Díaz , El País, 21/05/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario