"Durante los tres últimos blogs hemos abordado el problema catalán desde
tres puntos de vista diferentes, pero complementarios. En el trasfondo,
una profunda degradación social, económica, política y moral de la
sociedad española en su conjunto, y de la catalana en particular. Dicha
degradación se traduce en una enorme vulnerabilidad y debilidad.
Y es
esta debilidad la que ha sido aprovechada por los independentistas
sediciosos, con ayuda exterior, para tratar de medrar y descomponer
nuestra querida España, y de paso a Europa. Saben que van a fracasar,
pero la fractura social que han generado tardará tiempo en cicatrizar.
España hoy es un ejemplo de libro de
Totalitarismo Invertido. Ni el poder legislativo sirve de contrapeso al
ejecutivo, ni el poder judicial actúa con la independencia que se le
supone. Respecto al cuarto poder, se ha transformado, en su inmensa
mayoría, en una mera correa de transmisión de las élites económicas
patrias y foráneas. Muchos de sus editoriales de los últimos años han
sido dictados por sus acreedores y producen vergüenza ajena.
La solución
pasa obviamente por más democracia, por unas cortes constituyentes, una
nueva Constitución y una caída del actual Régimen, en clara
descomposición. Aquellos que aspiren a dirigir la España democrática,
incluida Cataluña, tienen la obligación de someter a la consideración
del pueblo español todos sus proyectos para refundar el Estado. No queda
otra.
Pero en el ínterin, quienes han
avivado el problema catalán, mediante un referéndum ilegal, jugando con
el devenir del conjunto de la ciudadanía española, no pueden ni deben
irse de rositas. Debe recaer sobre ellos todo el peso de la ley.
Una
regla vital de toda democracia es que quien la hace la paga. Ello
incluye también a quienes desde el exterior han puesto dinero y medios
de comunicación para intentar desestabilizar, sino descomponer, nuestro
país. Aquellos que intentan hacer en España lo que hicieron en Ucrania
deben ser sometidos a la justicia española. El cargo contra ellos, alta
traición.
En el trasfondo del problema catalán, la
profunda debilidad de España. Y esta debilidad es consecuencia de una
ausencia real de democracia. Digámoslo claramente, nuestra democracia
hace años que fue secuestrada por unos pocos. España, en su actual
deriva, es un excelente ejemplo de Totalitarismo Invertido “a lo Sheldon
Wolin”.
Recordemos que los elementos clave del Totalitarismo Invertido
son un cuerpo legislativo débil, un sistema legal que sea obediente y
represivo, un sistema de partidos en el que un partido, esté en el
gobierno o en la oposición, se empeña en reconstituir el sistema
existente con el objetivo de favorecer de manera permanente a la clase
dominante, los más ricos, los intereses corporativos, mientras que dejan
a los ciudadanos más pobres con una sensación de impotencia y
desesperación política y, al mismo tiempo, mantienen a las clases medias
colgando entre el temor al desempleo y las expectativas de una
fantástica recompensa una vez que la nueva economía se recupere.
España está sumida en una profunda decadencia
que afecta a casi todos los terrenos y ámbitos de nuestra sociedad. La
democracia ha sido secuestrada por y para unos pocos. Las élites, bajo
su instinto de clase, no han cedido ni un ápice de su posición de poder y
riqueza. Fueron ellas quienes decidieron en su momento ser rentistas,
jugar a la especulación, y favorecer una economía de sol y playa.
Como
consecuencia, España endeudada hasta las cejas, con un sistema
financiero inestable, y un potente tejido industrial exportador asaltado
y despiezado desde fuera sin ningún rubor. España no pinta nada a nivel
exterior, somos irrelevantes. Y debo reconocer que ello me cabrea
profundamente porque en realidad disponemos del suficiente talento como
para hacer de nuestro país un referente digno en el tablero global.
El
problema de fondo, y ello es culpa nuestra, una clase gobernante,
política y económica, digámoslo suavemente, profundamente mediocre. No
nos merecemos tanto inepto y desaprensivo en puestos de gobierno claves.
Sobre moscas cojoneras y avispas
Y
es esta debilidad de España, por una falta real de democracia, la que
ha sido aprovechada por ciertas moscas cojoneras, los independentistas,
para medrar. Pero el problema de Cataluña es el mismo que el del resto
de España, una desigualdad autodestructiva, fruto de ciertos privilegios
que aportan beneficios, riqueza y poder.
Esos privilegios se han ganado
en base a favores, a la actuación de lobbies, de rentistas, con la
connivencia del entramado institucional. ¿O es que se piensan que eso no
ha pasado en Cataluña y que son mejores que el resto de España?
Por
eso no se entiende el posicionamiento de cierta izquierda que hoy
debería estar con los oprimidos y no con los opresores. Los problemas
que afectan a la clase trabajadora tanto en Cataluña como en el resto de
España, derivan de un injusto sistema económico basado en la
especulación y el control de vastos sectores de la economía por
oligopolios, como los bancos, y monopolios como las eléctricas y otros,
así como por un sistema fiscal que castiga a los productores de riqueza y
premia a los que viven del trabajo ajeno y se apropian de la plusvalía
del suelo creada por el progreso social, violando la letra y el espíritu
de nuestra Constitución.
La única forma de mejorar la situación de los
que viven de su trabajo, tanto en Cataluña como en el resto de España,
es modificando este sistema.
Yo soy el primero que quiere terminar
democráticamente con unos gobiernos tan mediocres y corruptos como los
de la derecha que nos desgobierna en Madrid como el que gobernó durante
décadas en Cataluña, que constituye la base de “Junts pel sí”. Pero hay
ciertos límites. Jamás se puede alentar ni jalear a quienes pretenden un
referéndum unilateral, imbuidos por un principio de supremacía frente
al resto de España que es absolutamente falso, y profundamente racista.
Permítanme
una consideración final. No podemos olvidar la historia de este país, y
el profundo daño que pueden acabar generando actitudes como las
adoptadas por los independentistas catalanes. Como siempre me recalca
una persona que admiro profundamente, “los nacionalistas periféricos son
meras moscas cojoneras, pero cuando despierten al nacionalismo español
éste actuará como una avispa”.
Por eso, si queremos evitar que todo
acabe como el Rosario de la Aurora, la solución pasa por más democracia y
una mejora de su calidad y sus contrapoderes. No queda otra." (Juan Laborda , Vox Populi, 24/09/17)
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