13.9.17

La muerte del centro-izquierda por su compromiso histórico con la globalización neoliberal

"(...)En el último cuarto de siglo, el centro-izquierda realizó un compromiso histórico con el globalismo neoliberal, un proceso que exigió la modernización económica y social. Ahora el globalismo está en crisis, en este contexto histórico debe entenderse a Trump y el Trumpismo. 
En el decenio de 1990, el centro-izquierda depositó sus esperanzas en el restablecimiento del crecimiento, la consolidación de las finanzas públicas, la libertad de los mercados internacionales y una reestructuración industrial y social. 
La competencia internacional presionó a las economías nacionales para que fueran más eficientes. Los perdedores de la nueva era fueron castigados con salarios cada vez más bajos y prestaciones de seguridad social cada vez más reducidas.

Los ganadores fueron recompensados por mayores ganancias y menores impuestos. Estas políticas fueron difíciles de vender a los votantes de centro-izquierda, por lo que estos partidos atribuyeron las medidas económicas a las fuerzas naturales de la globalización. De este modo, el centro-izquierda pretendía escapar de su responsabilidad por el dolor infligido a su electorado. La medicina amarga no funcionó; tampoco la inmunidad política del centro-izquierda.

En todos los países del mundo capitalista desarrollado, el número de perdedores aumentó hasta que los empresarios sintieron que era su oportunidad y entraron en la escena pública. El auge de los Trumpistas fue posible gracias a la caída del centro-izquierda en Estados Unidos, Italia, Francia, Reino Unido, Austria, Holanda e incluso Alemania, donde los perdedores en la antigua República Democrática Alemana ( Deutsche Demokratische Republik ) fueron los primeros partidarios del nuevo partido derechista, el AfD ( Alternative für Deutschland ) .

Los agraviados por la acelerada internacionalización de sus sociedades se sintieron abandonados por su estado nacional. Las elites encargadas de los asuntos públicos fueron juzgadas culpables de haber entregado la soberanía nacional a las corporaciones internacionales. Estos cargos son en gran parte verdad.

El neoliberalismo global ha debilitado al Estado-nación, y con él, a la democracia nacional. Los ciudadanos más afectados por estos acontecimientos sólo tenían sus votos para expresar su disgusto. El trumpismo inició despegue en un ambiente de irritación popular por la escandalosa ostentación pública de los globalizadores. Las élites económicas y culturales habían entrado en un espacio internacional rico en derechos, dentro y fuera de los estados nacionales.

Si se entiende la democracia como la posibilidad de establecer obligaciones sociales hacia aquellos desafortunados por el mercado, las élites globales habían creado un mundo en el que no tenían ningún tipo de obligaciones. Para aquellos que conspiraban, aprovechando el creciente descontento popular, el nacionalismo apareció como una fórmula obvia tanto para la reconstrucción social como para el éxito político.

Los ganadores y los perdedores del globalismo están enfrentados entre el cosmopolitismo y el nacionalismo. La vieja izquierda se había retirado de sus luchas para apoyar un internacionalismo sin estado, entonces la nueva derecha ofreció recuperar el estado-nación llenando el vacío político abandonado por la centro-izquierda.

El disgusto liberal con la retórica de Trump apenas a servido para que el centroizquierda se justifique ante sus electores, ha evitado explicar su fracaso con el recurso de un lenguaje político “civilizado”. Pero, el descontento es muy fuerte y ha crecido rápidamente.

La presidencia de Trump es a la vez el resultado y el final de la versión americana del neoliberalismo. Habiendo comenzado a desmoronarse en la era de George W. Bush, el régimen neoliberal logró recuperar una apariencia de vitalidad bajo Barack Obama. Con su partida, estaba destinado a colapsar bajo el peso de sus contradicciones y de sus políticas absurdas.

El osado intento de Clinton de presentarse como defensora de los estadounidenses que “trabajan duro y siguen las reglas”, mientras cobraba una fortuna por sus conferencias en Goldman Sachs estaba destinado a fracasar. También su insistencia en ser la primera presidenta. 

Su propuesta de baños transgénicos públicos enfureció a todos, excepto a aquellos que buscaban acceso a ellos, no importó el intento de Obama de describir el acceso a estos baños como un derecho civil. 11 En el fondo, a nadie le importaba. (...)"                      (Wolfgang Streeck , Sociólogo, Director Emérito y Profesor del Instituto Max Planck, Salir del euro, 25/08/17)

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