"(...) ¿Qué quiere Alemania para Europa? Básicamente que ante
la próxima crisis Europa solo tenga el mismo instrumento que utilizó en
la anterior: el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), es decir
ayudas financieras acompañadas de medidas de austeridad draconianas que
traten de encerrar los parámetros de deuda y déficit públicos en la
estrecha cochiquera que se diseñó en el Tratado de Maastricht.
Hemos
explicado repetidas veces que estos límites son imposibles de conseguir
en una depresión y que solo sirven para obstaculizar la recuperación
económica.
El presidente del Banco Central Europeo (BCE) Mario
Draghi se ha mostrado pragmático y eficaz en su misión de salvar el
euro, pero será sustituido el año que viene probablemente por Jens
Wiedmann, un intransigente defensor de las terapias de electrochoque
fiscal.
Es además probable que las compras de activos que han mantenido a
flote nuestra deuda pública se vayan reduciendo dado que ya se han
agotado los límites máximos que el BCE se había autorizado a sí mismo:
un 33% del stock existente.
En estas circunstancias podemos esperar una
subida de los rendimientos exigidos a nuestra deuda pública (la famosa
prima de riesgo, una pariente cercana de los bond vigilantes).
Rajoy ha
decidido no acudir a la reciente cumbre europea de Estonia porque
prefería concentrarse en aplastar sediciones en Cataluña, y por tanto
quizás no se esté enterando de mucho. Cuando levante la vista y
contemple los resultados de la obra de su admirada Merkel, a la que
nunca se opondrá, quizás se quede aún más pasmado de lo que suele
estarlo.
La prima de riesgo habrá vuelto y con ella el desempleo
galopante, enemigos que, en el cantar de gesta del Partido Popular que
TVE nos narra en los telediarios, Rajoy había conseguido derrotar.
Menos
mal que le quedará el atontamiento del público con proclamas
patrióticas y agitar de banderas para ganar las elecciones. Los
discursos identitarios, empleados por diferentes niveles de
administración pública, se retroalimentan exaltando las pasiones pero
consiguen su efecto: relegar a un segundo plano la justicia social.
Las
banderas no hacen a los países soberanos, solo enfrentan a las clases
populares por las migajas que el marco institucional disfuncional de
esta Europa irreformable nos permitirá repartir… si los mercados lo
permiten." (Red mmt, 16/10/17)
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