"Un fantasma recorre Barcelona: la rebelión de los
inquilinos. Hastiados de la carestía de la vida, del desempleo y la
precariedad laborales y ante el brutal incremento de rentas impuesto por
el “sindicato de caseros”, decenas de miles de inquilinos de la ‘rosa
de fuego’ se declaran en huelga cesando en el pago de alquileres.
La
represión no se hace esperar. Los lazos de ayuda mutua tejidos por las
clases populares a través de décadas de ásperas luchas contra los amos
de la ciudad propician la solidaridad y la resistencia contra el ataque
conjunto de los rentistas de la Cámara de la Propiedad y las fuerzas
defensoras del orden burgués.
En un ambiente de gran crispación -que da
lugar, en ocasiones, a intercambios de disparos-, los masivos intentos
de desahucio, con lanzamiento incluido de muebles a la calle, son
frecuentemente atajados por los aguerridos arrendatarios, organizados en
el Comité de Defensa Económica. Los presos gubernativos, en su mayor
parte relacionados con los desahucios, inician una huelga de hambre,
mientras el conflicto del sector del metal que conmociona a la ciudad se
transforma en huelga general.
Siguen cuarenta y ocho horas de extrema
tensión con varios muertos, veinte heridos graves y centenares de
detenciones que provocan la desarticulación del Comité de Defensa
Económica y la detención de sus dirigentes. Se pone en evidencia cómo la
recién inaugurada república –recibida esperanzadamente por las clases
populares- mimetiza sin complejos los modos represivos del régimen
anterior cuando se trata de lidiar con las reclamaciones de los
desposeídos.
El relato anterior no es una agorera prognosis de
historia ficción sobre la aguda conflictividad social en la hipotética
República Catalana. Se trata de una sucinta descripción –basada en el
excelente ensayo
de Manel Aisa- de la huelga de alquileres que sacudió Barcelona en el
convulso verano de 1931.
El advenimiento de la Segunda República y el
impacto profundo de la crisis económica de 1929 desencadenaron un
rebrote de las luchas sociales alimentado por las expectativas –luego
frustradas- de reformas socioeconómicas profundas generadas por el nuevo
régimen. Mutatis mutandis, en la actual situación
de agudo deterioro de las condiciones de vida y de intensificación de
la violencia inmobiliaria en la ciudad de los prodigios, la respuesta
por parte de unas clases populares profundamente desestructuradas dista
mucho de la que en aquel momento ofreció una clase obrera altamente
politizada por el anarquismo revolucionario.
Contrariamente a la
hegemonía que encarnaba en la Segunda República el movimiento anarquista
frente al minoritario nacionalismo burgués, en la actual fase de
exaltada efervescencia identitaria, los escasos brotes de resistencia
ante la apisonadora neoliberal son ahogados por el fragor de la
omnipresente cuestión nacional.
Cabría pues sospechar que –sin menoscabo
de su indudable arraigo y del éxito logrado en la movilización popular-
el eje nacional-patriótico, con su idealista vocación interclasista
aglutinadora de la “voluntat d’un poble”, ha
contribuido a esa anestesia al diluir el componente social de las luchas
populares que había revitalizado la sorprendente eclosión
“quincemayista”.
Y sin embargo, sobran –como entonces- los motivos para la ruptura de la “paz social”. (...)
un modelo perfecto de la nueva matriz de rentabilidad del capitalismo
neoliberal: la extracción de rentas basada en las burbujas de activos y
en la – en los clásicos términos de Harvey - acumulación por desposesión.
El filósofo francés Henri Lefevre
, ya en 1974, en el inicio del apogeo del capitalismo financiarizado,
señalaba cuál iba a ser el renovado objetivo del capital ante la crisis
de rentabilidad provocada por el agotamiento del modelo
industrial-fordista de los ‘treinta gloriosos’: “el inmobiliario y la
construcción dejan de ser un circuito secundario, una rama anexa y
retrasada del capitalismo industrial y financiero para situarse en
primer plano de la nueva matriz de acumulación”.
Pocos ejemplos mejores
que el de la capital de Cataluña –la antigua fábrica de España- para
ilustrar esa drástica transformación de la estructura económica volcada
actualmente hacia la valorización del suelo y el espacio urbanos como
objetivos predilectos del capital financiero. (...)
El siguiente anuncio
de la promotora Urbania International, con excelentes relaciones con
varios fondos de inversión internacionales, resume, mejor que cualquier
colección de datos estadísticos, el modus operandi
de la nueva ofensiva de los tiburones inmobiliarios:
“La estrategia es
hacer una mejora moderada y una renovación del edificio, reemplazando
los contratos actuales por un esquema de gestión de vivienda turística,
lo que automáticamente trae consigo un aumento de los ingresos por
alquiler y la revalorización física de la propiedad misma para la
posterior desinversión”. La apuesta por el alquiler es pues la clave de
bóveda de la recomposición de la burbuja inmobiliaria y sus élites
asociadas.
La tormenta perfecta, que impacta de lleno contra las crecientemente
precarias condiciones de vida de unas clases populares machacadas por la
devaluación salarial y la pobreza rampante, está servida: las masivas
inyecciones de liquidez del BCE, canalizadas hacia la banca y los fondos
“oportunistas”; el volcado
hacia el alquiler de miles de viviendas procedentes de los despojos del
colapso de 2008; la creación –con el señuelo de jugosas ventajas
fiscales- de las SOCIMIS,
auténticas multinacionales del rentismo “financiarizado” y la invasión
vertiginosa del alquiler turístico propulsado por la plataforma Airbnb conforman un ciclón especulativo que torna prohibitivo el acceso a un bien básico para enormes bolsas de población. (...)
Barcelona se convierte así en la joya de la corona del ataque combinado de las panzer division
financiero-inmobiliarias. Su enorme potencial como meca
turístico-congresual, la existencia de un parque de alquiler muy
superior al del resto del estado (30% del total de viviendas) y la
hegemonía local de una alta burguesía rentista –orbitando alrededor de
la todopoderosa Caixa y de gigantes inmobiliarios como Núñez y Navarro-
con potentes socios internacionales la convierten en diana predilecta
del ataque de los financistas: en 2016, la
inversión inmobiliaria “profesional” en BCN fue de casi 2000 millones de
euros (el 85% del presupuesto global del Ayuntamiento y el 20% del
total de todo el país).
El resultado es fácilmente previsible. En los dos
últimos años las rentas han escalado más de un 25% en los barrios más
“golosos” del centro turístico y siguen acelerándose mientras los
desahucios por impago de alquiler ya superan con creces a los de
vivienda habitual.
Las imágenes de espantados vecinos mostrando
angustiados los implacables burofax,
en los que los nuevos multi-propietarios les conminan al abandono
inmediato de la vivienda mediante la vía expeditiva de la no renovación
contractual, representan el símbolo de la nueva ofensiva de violencia
inmobiliaria.
Los ayuntamientos del cambio y la “regeneración
democrática” asisten desbordados ante la avalancha: el señor Burón, a la
par que desgrana medidas pretendidamente “realistas”, como fomentar la
colaboración público-privada y buscar el equilibrio entre “rentabilidad y
habitabilidad”, reconoce la impotencia del ayuntamiento del cambio ante
la enormidad de “un problema estructural”.
El ritmo de construcción de
viviendas sociales
de titularidad municipal, a pesar de la aceleración propulsada por los
adalides de la regeneración democrática, sigue siendo, en sus resignadas
palabras, “una gota de agua en el océano”. (...)
El retraso infinito de la emancipación juvenil, la
expulsión-gentrificación de la población tradicional de los prohibitivos
barrios fashion y el hacinamiento en viviendas
compartidas o en la casa de los abuelos configuran un panorama de
empobrecimiento generalizado con insospechados daños colaterales. (...)" (Alfredo Apilánez , Rebelión, 23/10/17)
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