"Julien Rochedy militó en el Frente Nacional francés
entre los años 2006 y 2014, ocupándose principalmente de la formación de
los jóvenes y, desde 2012, siendo el presidente de las juventudes del
partido. Definido con sus propias palabras como un hombre “hecho así
mismo” a nivel ideológico, creció en una familia en la que la izquierda
tenía notoria presencia.
Su aspecto físico, su estilo y su forma de
hablar sorprendieron a la opinión pública y le convirtieron en un
personaje reconocible en el mundo mediático francés, cambiando la imagen
del partido. Una de sus principales preocupaciones es lograr comunicar
mejor las ideas de lo que él denomina la “derecha popular”.
Actualmente, además de tertuliano regular en muchos medios franceses, es presentador de un programa de debate político (Le Club
en TVL) que aspira a renovar tanto las ideas de la derecha más radical
como el modo de comunicarlas. Con tremenda franqueza, disecciona las
tendencias ideológicas de la sociedad francesa, además de echar en falta
un movimiento político que “haga soñar” al ciudadano.
No escatima en
reproches a la familia Le Pen, y señala las claves de la revolución que
para él debe tener lugar en la mentalidad de la derecha. (...)
¿Qué le faltó a Marine Le Pen como candidata y al Frente Nacional como movimiento?
(...) Marine Le Pen y Florian Philippot han tratado de crear
un “soberanismo integral” que no se reclamara ni de derechas ni de
izquierdas. El problema es que esta apuesta se ha demostrado falsa. Y
era falsa desde el principio. Los soberanistas de izquierdas y los
soberanistas de derechas se pusieron de acuerdo en un referéndum. Pero
cuando se trata de elegir a un partido político, la gente sigue siendo
de izquierdas o de derechas.
Yo añadiría además que los franceses critican a la
Unión Europea pero no están preparados para salir de ella: son
euroescépticos pero no eurofóbicos. Pueden criticar a la UE, pero de ahí
a salir bruscamente de Europa hay un paso muy grande. En cambio, la
estrategia de Marine Le Pen estaba centrada en una salida rápida y
brutal de la UE.
La segunda razón que impidió a Marine Le Pen hacer una
gran campaña y ser elegida es que lleva el apellido “Le Pen” y en
Francia aún quedan algunos resortes de “diabolización” que pueden ser
movilizados contra ella. (...)
Usted dice que no hay posibilidades de unir al soberanismo de
izquierda con el soberanismo de derecha, pero: ¿no es precisamente esa
alianza la que ha llevado a Marine Le Pen a ser muy popular entre partes
del electorado muy heterogéneas?
Normalmente cuando un obrero vota a Marine Le Pen se
pasa a la derecha, a una derecha popular. Solemos olvidarlo, pero la
derecha popular ha tenido siempre muchos votos entre los obreros. La
mayoría de los obreros votaban al general De Gaulle, y no al Partido
Comunista. Cuando la derecha no es liberal sino popular, siempre tiene
un anclaje obrero fuerte.
Lo que ha hecho Marine Le Pen en estos años es
posicionarse en la tradición de la derecha popular. Y, por otro lado,
hay que darse cuenta de que en estos momentos hay dos sentimientos
dominantes entre los obreros franceses: el sentimiento de estar
abandonado (por el Estado y por la globalización), y luego también un
sentimiento identitario potente. (...)
Hoy en día las principales aspiraciones de la gente
son la seguridad, la libertad y la protección. Hay una demanda general
de un proyecto popular y conservador. La derecha podría crecer mezclando
un discurso de libertad creíble desde el punto de vista económico y un
discurso de protección de la gente de abajo, especialmente en lo que
concierne a su identidad: a quiénes son y a dónde pertenecen.
El gran problema del principal partido de la derecha
popular es que no logró unir las reivindicaciones de las clases medias
con las demandas de las clases populares. No estoy hablando de las
élites globalizadas, sino de las clases burguesas, industriales y
propietarias. Pero no se dirigió a esta gente. Le habló sólo a las
clases populares.
Hasta que no se haga algún tipo de pacto o alianza
entre la derecha política de Los Republicanos y la derecha identitaria
del FN, ninguna de ellas tendrá posibilidades de victoria, especialmente
si enfrente tienen a un adversario como Emmanuel Macron. (...)
¿Y la izquierda de su país?
La izquierda lleva sabiendo desde hace décadas ser más
atractiva que la derecha. No tienen razón, pero saben venderlo mejor.
Piensa por ejemplo en cómo Jean-Luc Mélenchon está sabiendo liderar la
oposición a Macron.
Parece como si la derecha no existiera. En cualquier
caso, sí reprocharía a la izquierda de Mélenchon una cierta falta de
imaginación. Su discurso consiste en idealizar las conquistas sociales
de los años 70 y 80 y sacralizarlas. Es un proyecto demasiado ramplón
como para ganar. (...)
En una entrevista reciente valoraba usted la
derechización de algunos intelectuales franceses como Michel Onfray o
Jacques Sapir: ¿por qué cree que se está produciendo este giro hacia la
derecha de una parte de los intelectuales más mediáticos del país?
Desde hace cuarenta años vivimos en un sueño liberal,
multicultural, cosmopolita, internacionalista e igualitario. En resumen,
ese sueño que nos dice que somos todos iguales: los hombres, las
mujeres, las razas, las culturas. Y que todo aquello que es tradicional
(la Iglesia, las comunidades, las identidades) es malo.
El sueño liberal
nos dice que todo proyecto colectivo (incluso el comunista) es malo.
Pero este sueño está muriendo. La gente necesita raíces, necesita sentir
que pertenece a una comunidad, a algo que sea más viejo que ellos
mismos. Los intelectuales que vienen de la izquierda están empezando a
constatar esto. Por eso están cambiando. (...)
El último mandato de Putin está siendo interesante por
su intento de reconciliar a Rusia con una cierta idea de trascendencia,
de proyecto colectivo fuertemente enraizado. Pero Francia tiene que
encontrar su propio camino. (...)
¿Y Donald Trump? ¿Le ha decepcionado?
Donald Trump es sintomático de algo: de una reacción popular,
identitaria y particularmente masculina. Una parte de la sociedad
estadounidense sintió como una amenaza la “feminización” de la sociedad
y le pareció ver en Trump a un hombre con valores enfáticamente
masculinos. Trump es el producto de un hartazgo, pero no tiene doctrina
propia, no tiene fondo." (Guillermo Fernández, CTXT, 28/02/18)
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