9.4.18

La industria alemana del automóvil representa el sector más importante por volumen de facturación de la industria europea... y el diesel en particular, es un referente fundamental de la ingeniería alemana ha logrado perder el tren tecnológico y el de la opinión pública

"El frío polar que ha cruzado Europa no ha sido el único elemento que ha sacudido Berlín las últimas semanas. Entre la asamblea de la CDU celebrada a finales de febrero y el resultado de la consulta socialdemócrata sobre el acuerdo alcanzado para formar un gobierno de coalición, se ha colado la decisión del Tribunal Administrativo de Leizpig confirmando la primacía del derecho a la salud de los ciudadanos sobre la libertad de conducir coches con motores diésel por las calles de Stuttgart y Dusseldorf los días con picos de contaminación.

A priori, no se entiende por qué se ha tenido que llegar tan lejos para resolver una cosa tan obvia: ¡la salud primero! Pero no lo debía tener tan claro el tribunal cuando recomienda que esta potestad sea ejercida con moderación y prudencia. 

A las pocas horas del fallo tanto la Canciller en funciones, la señora Merkel, como la ministra de Medio Ambiente –socialdemócrata– se aprestaron a hacer declaraciones públicas subrayando que no se trataba más que de un caso concreto y que los propietarios no debían temer ni por el valor de sus vehículos ni por su derecho a utilizarlos.   (...)

La historia no deja de ser rocambolesca: asociaciones ecologistas que recurren la omisión de prohibiciones a los coches diésel en los planes de calidad del aire urbano; tribunales de instancia que obligan a incluir estas prohibiciones; sentencia del tribunal superior confirmando la necesidad de tomar medidas de forma gradual y sin necesidad de compensar a los propietarios de los automóviles afectados;  reacciones de consternación por parte de la industria y declaraciones políticas minimizando la decisión.  (...)

El temor al impacto se entiende puesto en contexto: el motor de combustión, y el diésel en particular, son un referente fundamental de la ingeniería alemana; el automóvil representa el sector más importante por volumen de facturación de la industria europea y mantiene un valor importantísimo en el ideario colectivo alemán.

 Hasta tal punto que es, de facto, el sector económico con más influencia en la vida pública y privada del país. Conviene acordarse de que Alemania nunca ha introducido límites de velocidad en las autopistas y siempre ha sido una rémora en los avances europeos en las normas europeas de calidad del aire y en la incorporación en las normas de seguridad y calidad de elementos tan básicos como el cinturón de seguridad o el catalizador.

El problema es que han logrado perder el tren tecnológico y el de la opinión pública… E industria y política se han topado con la realidad cuando no han tenido margen alguno para lograr esquivarla. A la tercera va la vencida. 

Antes hemos vivido con estupor el escándalo de las trampas en la medición de emisiones (en el que se olvida el protagonismo de Bosch, otro gigante icónico de la ingeniería alemana), y el más reciente descubrimiento del inmoral sistema de pruebas del impacto de los gases en humanos. Se acabó. Aquí estamos.

¿Qué queda por delante? Una carrera contrarreloj en la transformación industrial y del modelo de negocio. Industria principal y auxiliar necesitarán recuperar distancias en la carrera tecnológica en torno a la batería o la electrónica. Deberán encontrar otros nichos y explorar en otros ámbitos, como el leasing o los servicios urbanos de movilidad.  (...)

Pero la realidad de la transición no es tan sencilla y puede, todavía, ocasionar muchos disgustos. Más vale prevenir que curar, dice el dicho popular. Y más nos vale aplicar el cuento en nuestra tierra porque particularmente sensible es la situación en España, con una importante industria del automóvil, y en la que ciudades como Madrid y el corredor del Henares, Barcelona, Zaragoza o Avilés presentan incumplimientos relevantes de las normas de calidad del aire asociados al transporte o a las emisiones de térmicas e industria –caso de Avilés– .

En España se calcula que hay más de 330.000 puestos de trabajo directos en la industria del automóvil y casi 2 millones de empleos inducidos, que el sector representa el 10% del PIB  y el 17% de las exportaciones. A ello hay que sumar los incentivos públicos directos e indirectos a la fabricación y venta de los que disfruta el sector.  (...)

Con algunas excepciones, no se advierte la presencia de iniciativas industriales o facilidades públicas para acompañar la transición de un sector llamado a vivir una revolución en el futuro más inmediato.  (...)

El tsunami que para la renuente sociedad alemana representa Leipzig, se suma a los avances de Volvo y Suecia, de París y Londres, de China e India, de Tesla y Japón… No queda mucho tiempo por delante y más nos conviene sustituir el derecho al pataleo o la resignación por una anticipación inteligente, tal y como los franceses intentan hacer con su industria del automóvil y sus “contratos de transición”, con participación y compromiso de industriales, trabajadores y vecinos y autoridades locales y nacionales."             (Teresa Rivera, CTXT, 21/03/18)

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