Aunque la salud se ha resentido por los años de lucha, Paco y Luci se
sienten con fuerzas para defender la que ha sido su casa durante 62
años. | Fotos: JOAQUÍN GÓMEZ SASTRE
"62 años bajo un mismo techo. Un hogar humilde en un
bloque de 45 viviendas sociales levantado en 1955 por la Delegación
Nacional de Sindicatos del Grupo Hermanos Sentíes, como reza el cartel
de piedra que resiste casi intacto en la fachada.
También resisten Paco y
Luci, aunque ellos más desgastados. Enfrentarse con 65 y 62 años a un
desahucio de una vivienda que ya tenían pagada y con cuatro hijos a sus
espaldas -dos de ellos con una minusvalía superior al 65%- es un trago
que no desean a nadie.
Su pequeño salón está lleno, de recuerdos y de personas, tantas que no
entran. Fotos de sus hijos, de sus nietos, de ellos cuando eran jóvenes,
unas zapatillas de ballet usadas que cuelgan del pomo de un armario...
También muchas plantas, entre ellas una que Luci recogió de la casa de Amparo Pérez justo antes de que fuera derribada y que "ahora ha crecido y está preciosa".
Además de los recuerdos, abarrotan el cuarto de apenas
diez metros cuadrados Iñaki, Rosmari, Raúl, Gema, Juanjo... Una docena
de miembros de la PAH les acompañan. Se nota que la historia de este
matrimonio es especial y ellos entrañables. No han querido dejarles
solos a la hora de desnudarse ante una grabadora. Tampoco lo harán
cuando llegue el momento, si es que llega...
"En
realidad no nos da vergüenza salir en los medios. Todo lo que hicimos
fue de buena fe. No hemos robado a nadie. Hemos vivido como nos
enseñaron, como hijos de obreros humildes; hemos llevado una vida
normal, sin lujos, criando a cuatro hijos", dice Luci cargando sus
palabras de honestidad.
"Quienes sí han vivido por
encima de sus posibilidades han sido los bancos, a los que hemos tenido
que rescatar. ¿Qué pasa que las personas no merecemos una segunda
oportunidad? Qué ingenua soy", se responde así misma.
Hace dos semanas el timbre de su puerta sonó. Era una
pareja joven. Conocidos del pueblo, de Astillero. Venían a comprar su
casa, una casa que no estaba en venta. Al menos no por ellos. Allá por
el 2011 fueron desahuciados por primera vez. Llevaban meses sin poder
hacer frente al pago de un préstamo que Paco solicitó en 2006 para
comprar una segunda retroexcavadora. Por aquel entonces tenía trabajo a
destajo.
La crisis no había llegado. Tampoco se la esperaba, aunque
acechaba a la vuelta de la esquina, aunque ni él ni el común de
los españoles lo sabían.
Era autónomo y trabajaba
para "grandes constructoras como Ferrovial o Dragados". "Teníamos mucha
ilusión por trabajar", rememora. Para hacer frente a
la inversión pidieron un crédito a Caja Cantabria (ahora integrada en
Liberbank). Sentado en una silla de madera, alrededor de una mesa
camilla, cuenta que todo fueron facilidades. "Porque no quisimos coger
más dinero, nos lo pusieron en bandeja. Me decían que me comprara un
coche nuevo, pero si yo ya tenía coche... ¡Menos mal que no lo acepté",
relata.
"Paco, te hubiese dado igual. Te lo hubieran
quitado todo igualmente", comenta un miembro de la Plataforma. "Es
verdad", asiente él.
Al final, el capital del
crédito concedido se elevó hasta los 144.000 euros, algo menos de la
mitad para comprar la retroexcavadora y el resto para avalar a una de
sus hijas a adquirir una vivienda, situada a escasos metros de la suya.
Su casa la habían heredado de la familia de Luci. No tenían hipotecas,
no tenían deudas. "Paco se ha dedicado toda la vida a trabajar. Vivíamos
bien, humildemente pero bien", señalan.
Con la
adquisición de la nueva pala, que tuvieron que acabar "medio regalando",
su hija mayor comenzó a trabajar en la pequeña empresa familiar. Pero
de golpe y porrazo llegó la crisis. Aquella "desaceleración" de la
economía, que ni estaba ni se la esperaba, se entrometió justo en el
peor momento para ellos. Acababan de invertir un pastizal. "En 2007 ya
empezamos a tener muchísimos problemas para trabajar. Estábamos mucho
tiempo parados y cuando trabajábamos nos retrasaban los pagos a 120 días
y luego a 180", apunta el cabeza de familia.
Con los
ahorros, con la Renta Social de 420 euros que "tardaron la de dios
en empezar a pagarme" y las dos "pequeñas" pagas que tienen por la
discapacidad de dos de sus hijos, iban juntando lo que podían y pagando
el préstamo.
Sin embargo, aquello que "con mucho
esfuerzo" ingresaban en el banco caía en "saco roto". La deuda no
disminuía. Al contrario. "Cuando dejas de pagar una mensualidad, los
intereses suben de forma brutal. En mi caso fue un incremento 'moderado'
del 19%, pero en el de Paco y Luci casi un 40%", explica uno de los
presentes.
Así aguantaron cuatro años, hasta
2011, hasta que el banco decidió ponerles de patitas en la calle. Casi
sin rechistar, sacaron sus cosas, las guardaron en una nave y se fueron
de alquiler al piso de una conocida que "ya sabía cuál era nuestra
situación, aunque a mí, cuando se juntaba algún tiempo sin poder pagar,
me daba vergüenza", admite Luci.
Buscando soluciones Paco se topó con un anuncio en el periódico:
asesores que se ofrecían a mediar con el banco en situaciones como la
suya. "Nos estafaron. Se quedaron con un local y un garaje valorados en
43.000 euros.
Pusimos el bien a su nombre y desaparecieron", cuenta
apenado este hombre que no deja de suspirar mientras relata episodio a
episodio este tramo quebrado de su vida. "Y menos mal que no metieron
mano en tu jubilación, que querían arreglársela", añade su mujer. (...)
"Son tantas cosas las que se te vienen encima que no
sabes por dónde tirar. La ignorancia de firmar todo lo que te ponen por
delante... Y cuando te enteras de la realidad es cuando ya estás
pillado, cuando ya te han destrozado la vida", prosigue narrando Luci.
En este sentido, se sienten "engañados" no solo con los bancos sino
también con la "connivencia" de los notarios, a quienes reprochan que
despachen a sus clientes "de la forma más rápida posible", sin
molestarse en explicar "en un lenguaje que una persona normal pueda
entender" las consecuencias de los documentos que firman. "Si lo
hubiéramos sabido, no hubiéramos firmado", dice Paco con cierto
remordimiento en sus palabras.
Aquel crédito se
ha llevado por delante todos los bienes de esta familia. Además de
quedarse con su casa, Liberbank también es la dueña de la vivienda de su
hija, que vive de 'okupa', y de una antigua casa familiar en Los
Corrales de Buelna que habían ido arreglando. "Han pagado infinitamente
más de lo que debían", denuncian sus compañeros de camisa verde.
"Pagamos la novatada. Solos, sin dinero y sin saber a dónde ir. Lo mejor
que nos ha podido pasar es la PAH", les responden ellos.
Allí -a la PAH- llegaron desesperados, por recomendación
de un conocido que les instó a poner su caso en manos de aquel
colectivo antidesahucios que tanto eco estaba teniendo en los medios.
"José Ramón y Óscar nos preguntaron si teníamos el valor de volver a
nuestra casa y a los dos o tres días aquí estábamos de nuevo. No me lo
podía creer", recuerda entusiasmada Luci.
La vivienda había permanecido
vacía dos años. Entraron con su propia llave. "Al principio nos
encontrábamos perdidos, éramos como extraterrestres después de haber
vivido aquí 60 años", describe.
Así, en 2013
volvieron. "A mi casa, porque esta es mi casa". Durante un tiempo han
vivido en una calma relativa. En los últimos dos años el banco ha
intentado cambiar la cerradura "cuatro o cinco veces", "vulnerando la
ley porque solo un juez puede ordenar el levantamiento de la vivienda".
De hecho, por esa acción han presentado dos demandas en la Guardia Civil
de las cuales no han tenido nunca noticia.
El mayor sobresalto desde la "reocupación" se ha
producido a mediados de este mes de abril, cuando sonó el timbre.
Liberbank ha vendido su hogar a un fondo buitre extranjero que ha puesto
la casa en venta por 43.000 euros. Se han enterado por la inesperada
visita de aquella pareja joven, la cual "no tiene la culpa de nada", y
después al ver el anuncio en un portal web inmobiliario. El precio
estipulado es "la mitad" de su valor real, una quita que el banco nunca
les ha ofrecido a ellos. "Hemos intentado negociar, pero no acceden.
Están cerrados en banda. No, no y no. Ni nos escuchan", se lamentan.
Al hilo de este descubrimiento han visto que aquella casa familiar del
pueblo, cuyos enseres ya no están entre aquellas paredes, también está
en venta por 35.000 euros "cuando está valorada en 85.000". "Esto es
surrealista", dice incrédula Luci.
En riesgo de exclusión
Desde que fueron desahuciados en 2011 no han recibido ninguna
comunicación del banco. "No les importa que tenga 'bicho' dentro, como
dicen ellos. Vienen con un abogado y en menos de dos meses les echan a
la calle", afirma Iñaki, de la Plataforma. No obstante, asegura que la
Ley de Protección de Colectivos en Riesgo de Exclusión les ampara.
Esta
norma establece que no se puede llevar a cabo un desahucio si se
cumplen algunos requisitos, como ser familia numerosa, ser mayor de 65
años o tener hijos discapacitados a su cargo. "Paco y Luci los cumplen
todos", subraya esta persona.
Aunque están con la
salud "minada" por tanta "lucha" y viven "en vilo" porque creen que
"algo gordo va a pasar", Paco y Luci lo tienen claro: "Mientras nosotros
estemos aquí, esto no se vende. Esta es mi casa. Puede que sea pequeña,
pero para mí es la mejor del mundo. La otra vez me fui como un
corderito, pero que sepan que esta vez no nos vamos a ir".
Ayuda nos les va a faltar. Tras regresar a la que ha sido su casa toda
la vida, han conseguido levantar cabeza. "Nos hemos recuperado un poco",
declara animosa la mujer. Paco se jubiló hace un año y ahora cuenta con
una pensión de 912 euros. "Echar a esta gente es una tragedia. Es
inhumano", sentencian los presentes.
"¿Por qué en ningún otro país europeo existe la PAH? Tan sencillo como
que en esos países las leyes no permiten casos como este", interviene de
nuevo Iñaki. El relato de Paco y Luci se va intercalando con los
comentarios de los miembros de la PAH que más conocen la legislación
y que critican abiertamente la ley española y las decisiones adoptadas
por el Gobierno central y por el Gobierno de Cantabria. (...)" (Rubén Vivar, eldiario.es, 29/04/18)

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