"La única novedad en las elecciones del 8 de mayo del 2018, celebradas
después de 9 años de parón, ha sido el impresionante número de mujeres
candidatas: 86 aspirantes que lucharon para ocupar uno de los 128
escaños del parlamento masculinizado libanes que contaba sólo con cuatro
diputadas, y encima todas parientes de los hombres de los políticos del
país. Por lo demás, el triunfo de Hizbolá, sin cambiar el escenario,
supone nuevos desafíos para el país mediterráneo.
Líbano (« Blanco» quizás por sus montañas cubiertas de nieve), atrapado
entre un Israel expansionista, una Siria devastada, y un Mediterráneo
lleno de recursos naturales, seguirá siendo dirigido por los mismos
políticos incompetentes, corruptos, y leales a los intereses
extranjeros, quienes además mantendrán la estructura de poder diseñada
por el colonialismo francés: la teocracia compuesta por 18 sectas
religiosas que rige la vida de los ciudadanos con normas de los siglos
pasados.
El “reparto del poder en proporción a cada grupo” sigue basado
en la estadística poblacional del 1943, cuando Francia afirmaba que la
mayoría eran cristianos y por ende, el presidente sería un cristiano
maronita, el primer ministro un musulmán-sunntia y el parlamento sería
precedido por un musulmán-chiita. (...)
Hoy, la vida de esta entrañable tierra además está marcada por la guerra de Siria que ha provocado:
- Tensión entre los partidos: La milicia del Partido chiita de Dios, Hizbolá (fundado por Irán en 1982) está luchando al lado del gobierno de Bashar al Asad, contra los “rebeldes” patrocinados por Arabia y Occidente. A pesar de que mantiene su popularidad por haber puesto fin a la ocupación israelí del sur del Líbano, Hizbolá recibe críticas por los “patriotas” al defender con armas a un estado que mantuvo ocupado el país entre los años 1976 y 2005.
- Millonarias pérdidas económicas en fuga de capitales, la caída del turismo por lo que Líbano dejo de percibir unos 16.000 millones de euros en 2016, y “castigos” asestados por los inversores árabes por la normalización de la presencia de Hizbolá en las instituciones libanesas.
- Cambios demográficos: Sus 4,5 millones de habitantes, que ya habían acogido a decenas de miles de refugiados palestinos, han recibido a 1,5 millones de sirios. La población les culpa a ellos que no a sus propios gobernantes por los problemas con los suministros de agua, electricidad, alimentos y servicios de salud y educación. La “solución” de los políticos ineptos ante el creciente descontento popular, es exigir a los solicitantes de refugio documentos que justifiquen su entrada al Líbano, a la vez que planea una masiva repatriación forzosa de todos los sirios llegados. El invierno pasado murieron congelados una veintena de sirios que huían de la guerra -entre ellos varios niños-, cuando intentaban alcanzar el país vecino. Que la mayoría de los refugiados sean sunnitas, y muchos también Anti-Asad, tiene un impacto político: no sólo aumenta el peso de los sunnitas en la sociedad libanesa, sino también el de los que se oponen a Hizbolá. En este país, los cambios demográficos han causado conflictos armados.
- Ataque israelí a las posiciones de Hizbolá. Existe una posibilidad real de que el Líbano se convierta, junto con Siria e Irak, en uno de los escenarios de la guerra directa entre Irán y el triángulo EEUU-Israel- Arabia.
Las potencies y sus intereses
(...) Desde la década de 1980, y con la entrada de la República Islámica de
Irán en el Líbano, EEUU que la considera una amenaza para la seguridad
de Israel, ha reforzado el ejército libanés para convertirlo en un
contrapeso de Hizbolá, sin conseguirlo. (...)
Hoy el objetivo de la presencia de Irán en el Líbano y Siria, ambos
vecinos de Israel, -país con tenencia ilegal de armas de destrucción
masiva, y que no para de amenazarle a Teherán-, es disuadir a Tel Aviv y
Washington.
Arabia Saudi. Desde el asesinato del primer ministro
libanés, Rafik Hariri, en 2005, Arabia Saudí está perdiendo terreno en
la arena política libanesa. (...)
Paris intenta recuperar la influencia en sus antiguas colonias en
Oriente Próximo, y presentarse como una potencia mundial. De allí su
mediación en el conflicto nuclear entre Irán y Trump, y también en
restablecer a Hariri en el gobierno del Líbano, después del famoso
secuestro.
A pesar de la enemistad con Hizbolá, Paris valoraba la
alianza que había dado estabilidad a este complicado país, en el que
tiene grandes inversiones, lo cual no impide que ruegue a Trump a que
mantenga a sus tropas en Siria con el fin de minimizar la influencia de
Irán, Turquía y los grupos islamistas. Para Francia, Líbano es también
un “saco de arena” contra la salida de los refugiados hacia Europa. (...)
Hay una singularidad en la política rusa respecto a esta region: su
enfoque multipolar, por lo que mantiene relaciones cordiales con Irán,
Israel, Arabia Saudí, Egipto, Líbano, Qatar, o Turquía. (...)
A Kremlin no le gusta un “Eje de resistencia” contra Israel,
país con el que tiene muy buenas relaciones. En el Líbano, Rusia será
bienvenida no sólo por los cristianos ortodoxos griegos, los
nacionalistas árabes, los seculares y la izquierda, sino también por los
partidos prooccidentales: supone un contrapeso a Irán y Hizbolá. Aun
así es poco probable que Rusia empiece a invertir en la Tierra de los
Cedros antes de que la guerra de Siria termine." (Nazanín Armanian, Público, 08/05/18)
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