"Nunca como ahora, en todo el mundo, tanta gente vive de su trabajo, pero
nunca como ahora, en todo el mundo, tanta gente trabaja sin sus
derechos garantizados. (...)
Porque lo que más caracteriza hoy al mundo del trabajo, en cualquier
parte del mundo, en mayores o menores proporciones, es el trabajo
informal, el trabajo precario, sin contrato de trabajo, con trabajo
intermitente, como define la nueva y cruel legislación del trabajo en
Brasil. Es decir, trabajo sin garantía de continuidad, sin vacaciones,
ni licencia de salud o maternidad, ni décimo tercero, ni nada de lo que
está presente en los contratos formales de trabajo.
La misma identidad del trabajador se va debilitando, en la medida en que la mayoría de ellos tienen varias actividades a la vez, para poder redondear el presupuesto familiar. Varios de ellos cambian de actividad de un mes a otro, se arreglan como pueden, juntando varias pagas en el mismo día. (...)
La misma identidad del trabajador se va debilitando, en la medida en que la mayoría de ellos tienen varias actividades a la vez, para poder redondear el presupuesto familiar. Varios de ellos cambian de actividad de un mes a otro, se arreglan como pueden, juntando varias pagas en el mismo día. (...)
En varios países, reformas aprobadas en los Congresos o en curso, en la
práctica cancelan toda base mínima de negociación, dejando que el
desempleo presione a los trabajadores a que acepten cualquier tipo de
trabajo, por la necesidad elemental de sobrevivencia de él y de su
familia.
Uno de las imágenes más tristes de nuestras sociedades es la figura del
desempleado, que sale tempranito de su casa, golpeando de puerta en
puerta, en la búsqueda de alguna fuente de sobrevivencia. Que en gran
parte de los casos recibe una respuesta negativa, esto es, se le dice
que ni por el miserable sueldo vital se le puede contratar, que él no
vale ni ese sueldo mínimo miserable.
Y tantas veces no dice a sus
familiares que ha perdido su trabajo, que es un desempleado, deambula
buscando trabajo, como si estuviera trabajando, pero llega un momento en
que todos se dan cuenta que falta lo elemental en la casa, que el
desempleo ha ingresado también en ese hogar.
Y el desempleado no tiene ni a quien alegar. Mientras el derecho a la propiedad está garantizado en las constituciones, aunque se refiera al derecho de una minoría, el derecho al trabajo no tiene ley que lo garantice ni alguien a quien reclamar. Como si el derecho al trabajo no se refiriera a la gran mayoría de la población y el derecho a la propiedad a una ínfima minoría.
Cuando las fuerzas conservadoras toman la ofensiva, quien paga el precio más caro es el trabajador. El ve amenazado su empleo, sus derechos, su salario, su educación, su salud.
Y el desempleado no tiene ni a quien alegar. Mientras el derecho a la propiedad está garantizado en las constituciones, aunque se refiera al derecho de una minoría, el derecho al trabajo no tiene ley que lo garantice ni alguien a quien reclamar. Como si el derecho al trabajo no se refiriera a la gran mayoría de la población y el derecho a la propiedad a una ínfima minoría.
Cuando las fuerzas conservadoras toman la ofensiva, quien paga el precio más caro es el trabajador. El ve amenazado su empleo, sus derechos, su salario, su educación, su salud.
(...) la vida del trabajador es tormentosa. Si tiene empleo, no sabe hasta
cuándo podrá tenerlo. Si tiene empleo, tantas veces no tiene contrato de
trabajo firmado. El empleo ha dejado de ser fuente segura de
mantención, de condiciones de vida mínimamente dignas para él y para su
familia.
Un día del trabajador que más se parece a una noche por la inseguridad, por la ofensiva retrógrada respecto a los derechos básicos que el trabajador necesita y merece. (...)" (Emir Sader, Jaque al neoliberalismo, 01/05/18)
Un día del trabajador que más se parece a una noche por la inseguridad, por la ofensiva retrógrada respecto a los derechos básicos que el trabajador necesita y merece. (...)" (Emir Sader, Jaque al neoliberalismo, 01/05/18)
No hay comentarios:
Publicar un comentario