10.5.18

Una Alemania satisfecha y económicamente exitosa no permitió inversiones que condujeran al crecimiento de toda la UE, y convirtió la eurozona en una cárcel de deudores para Grecia y en una desesperanzadora zona de estancamiento para gran parte de Europa del sur y del este

"(...) En toda la UE, los partidos europeístas tradicionales de centroizquierda y centroderecha están perdiendo votos. Lo mismo que en Italia, partidos nacionalistas antieuropeístas como la Liga obtienen cada vez más votos, e insurgencias antisistema como el M5E (por ejemplo, Podemos en España y Syriza en Grecia) llegan al poder, o cuando no, arbitran el equilibrio de poder entre los grandes partidos tradicionales europeístas y los partidos nacionalistas antieuropeístas.

Los cambios en la política europea obedecen a tres razones. 

La primera, y tal vez la menos reconocida, es la política exterior desastrosa de Estados Unidos en Medio Oriente y África a lo largo de una generación. 

Tras el final de la Guerra Fría a principios de los noventa, Estados Unidos y sus aliados locales intentaron establecer una hegemonía política y militar en Medio Oriente y el norte de África, por medio de guerras de cambio de régimen lideradas por Estados Unidos en Afganistán, Irak, Siria, Libia y otros lugares. El resultado fue una situación de violencia e inestabilidad crónica que, al producir masivos flujos de refugiados hacia Europa, trastocó la política de un estado miembro de la UE tras otro.

La segunda razón es la falta de inversión en Europa, especialmente por parte del sector público, que ya es crónica. 

Bajo el ex ministro de finanzas Wolfgang Schäuble, una Alemania satisfecha y económicamente exitosa no permitió inversiones que condujeran al crecimiento de toda la UE, y convirtió la eurozona en una cárcel de deudores para Grecia y en una desesperanzadora zona de estancamiento para gran parte de Europa del sur y del este. Con una política económica paneuropea que se limitó a la austeridad, no es difícil entender por qué el populismo echó raíces.

La tercera razón es estructural. En Europa del norte hay innovación, pero en Europa del sur y del este en general no la hay, o al menos no a un ritmo que se le parezca. 

Italia está a medio camino entre los dos lados de Europa: dinamismo en el norte y malestar crónico en el sur (el Mezzogiorno). Es una historia vieja, pero también actual, que ayuda a explicar los elementos salientes de la política europea: el M5E fue victorioso sobre todo en el estancado sur de Italia.

Mis predilecciones políticas están con la socialdemocracia, y culpo a conservadores como Schäuble por arrojar a los votantes a los brazos de partidos populistas. Pero demasiados líderes de los grandes partidos socialdemócratas dieron a Schäuble un consentimiento tácito. También achaco a la canciller Angela Merkel y a otros líderes europeos no haber protestado con suficiente firmeza contra las guerras de Estados Unidos en Medio Oriente y el norte de África. 

La dirigencia europea tendría que haber planteado una oposición mucho más enérgica en Naciones Unidas a la política hegemónica de Estados Unidos en Medio Oriente, con sus catastróficos efectos, entre ellos desplazamiento de personas y flujos de refugiados a gran escala.  (...)

Los partidos socialdemócratas tradicionales en general rechazan a los nuevos partidos insurgentes, a los que consideran populistas, irresponsables, oportunistas y deshonestos. Es lo que piensa en Italia el PD, cuyas principales figuras políticas se oponen a una coalición con el M5E. Es comprensible: los recién llegados propinaron una dura derrota al PD en las urnas (basada en gran medida en promesas populistas exageradas). 

Pero los socialdemócratas hicieron una oposición débil e incluso inexistente a la austeridad al estilo de Schäuble y a las irresponsables guerras de Estados Unidos. Para volver a triunfar en las urnas, como auténticos partidos progresistas, los partidos socialdemócratas tradicionales deben recuperar el dinamismo y la disposición a correr riesgos.

En Italia hay mucho en juego. Con una Europa política y geográficamente dividida, lo que suceda en Italia puede inclinar la balanza. Una Italia europeísta gobernada por una coalición entre el M5E y el PD podría colaborar con Francia y Alemania en la reforma de la UE; recuperar para la UE una voz clara en materia de política exterior frente a Estados Unidos, Rusia y China; e implementar una estrategia para un crecimiento basado en la innovación y respetuoso del medioambiente.

Para que esa coalición sea posible, es necesario que el M5E adopte un programa económico responsable y claramente definido, y que el PD acepte la posición de socio menor de una fuerza insurgente inédita. Una forma de generar confianza mutua sería que el PD se quede con el crucial ministerio de finanzas y el M5E designe al primer ministro."                 ( 

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