"Quienes muestran su preocupación por la deriva antieuropeista del nuevo
gobierno italiano, al que acaba de dar luz verde el presidente de
Italia, Sergio Mattarella, lo hacen en nombre de Europa, de un “proyecto
europeo” que, pese a las dificultades e incertidumbres que atraviesa,
es un valor a defender; (...)
La línea está trazada, y no es una novedad; el establishment la
desempolva cuando siente amenazados sus privilegios. Entre Europa o el
caos; civilización o barbarie. Más Europa, ese el camino donde, según
este discurso, todos nos podemos encontrar, donde todos finalmente
ganamos.
Pero ¿qué realidad se oculta detrás de tanta retórica vacía, de tanto
europeísmo de salón? Más Europa significa un punto y seguido en la
implementación de políticas destinadas a: favorecer la posición
dominante de los oligopolios productivos y financieros y de los grandes
bancos; reformar los mercados de trabajo con el objetivo de debilitar la
capacidad de negociación de las organizaciones sindicales, presionar
sobre los salarios y facilitar el despido de los trabajadores; meter las
tijeras sobre el gasto público social y productivo y aumentar la
presión fiscal sobre las clases medias y bajas; privatizar y
mercantilizar los espacios y derechos que garantizan los estados de
bienestar; dar el visto bueno a tratados internacionales de comercio y
de inversión que suponen una inaceptable cesión de soberanía de los
poderes públicos en beneficio de las corporaciones transnacionales;
fortalecer los esquemas patriarcales de división social del trabajo,
devolviendo a las mujeres a su condición de cuidadoras, supliendo las
carencias de las políticas públicas; vulnerar los derechos humanos y los
normas internacionales que los recogen en materia de asilo, refugio y
libre movimiento de personas; estimular, con el pretexto del terrorismo y
la inseguridad, la industria militar; mantener las políticas de
despilfarro y destrucción de la naturaleza, que anuncian un cambio
climático de consecuencias devastadoras.
Una Europa que, por lo demás, se encuentra en un acelerado proceso de
desintegración económica y política. Mientras que Alemania se ha
financiado en estos años de crisis a un coste muy reducido o incluso
nulo, los países de la periferia han tenido que pagar un plus en tipos
de interés para obtener recursos en los mercados.
También son muy
diferentes las condiciones en las que acceden a la financiación las
empresas, dependiendo del país en que se ubican y de su capacidad para
operar como grupo de presión ante los poderes públicos; un ejemplo,
entre otros muchos que podrían ponerse, es el privilegiado acceso de
algunas grandes corporaciones a la financiación en condiciones muy
favorables procedente del Banco Central Europeo.
Ese proceso
desintegrador se observa asimismo en el aumento de la brecha entre las
capacidades productivas y comerciales de las economías meridionales del
sur de Europa y las del norte; en las diferentes estructuras tributarias
existentes dentro del territorio europeo, en la competencia fiscal a la
que se han entregado algunos de los socios comunitarios para atraer
inversiones extranjeras y en la tibieza con que los responsables
comunitarios han tratado los paraísos fiscales; en la creciente brecha
social entre las elites y la mayoría de la población y en la pérdida de
peso de los salarios en la renta nacional; y en la desigual respuesta de
los gobiernos al drama de las personas refugiadas y a la inmigración. (...)
Añadamos a este panorama el terremoto político que está viviendo Europa.
La extrema derecha y los partidos conservadores de derechas se
convierten en la piedra angular del cada vez más endeble edificio
comunitario. Los nuevos partidos avanzan con un mensaje confuso, donde
se mezclan posiciones xenófobas y racistas con una crítica de la
burocracia y las políticas comunitarias. Con este mensaje, han recogido
importantes apoyos sociales entre las clases populares. (...)
Sería un error pensar que se trata de un voto de derechas o que se
reconoce e identifica en la iconografía fascista –aunque es evidente que
existe este perfil-; tampoco creo que el voto tenga un claro contenido
ideológico –a pesar de que sí lo tengan los partidos que han respaldado
-.
Es un voto que representa a una parte de la población indignada, que
ha sufrido la crisis y que no está disfrutando de los beneficios de la
recuperación, que es permeable al discurso de “los de arriba y los de
abajo”, “nosotros y los de afuera”, tan querido y utilizado por los
partidos que están ganando posiciones electorales.
Resulta, en este contexto, preocupante y revelador que la izquierda
alternativa y transformadora, muy débil en la mayor parte de los países
europeos, no haya sido capaz de atraer a este amplio segmento social de
descontentos; sobre todo cuando reiteramos que son legión los perdedores
y que la gestión de la crisis ha beneficiado, muy especialmente, a las
elites y las oligarquías.
En este escenario –convulso, cambiante y
amenazante-, en una situación de avanzada –quizá irreversible-
desintegración de la Europa comunitaria y de la zona euro, ante el
avance electoral de la derecha fascista y xenófoba es más importante que
nunca levantar la bandera de Otra Europa.
El eje de la reflexión que debe abanderar esa izquierda no es bajo qué
condiciones puede funcionar una unión monetaria, sino si la existencia
de la misma es compatible con una política que beneficie a las mayorías
sociales. Nuestra apuesta no puede ser preservar ni fortalecer la moneda
única, sino preguntarnos sobre las necesidades, los recursos, los
actores y, como consecuencia de todo ello, las políticas. (...)
En todo caso, la pregunta de si es posible otra política económica
dentro de la zona euro es sin duda alguna, relevante, y, sobre todo, muy
actual. Es una pregunta que, por supuesto, no la formulan quienes están
convencidos que sólo hay una ruta para gestionar y superar la crisis, o
que la política que se aplica está impregnada de una racionalidad
indiscutible y universal. (...)
El euro ha sido, desde el principio, el proyecto de las elites. Las
reformas puestas en marcha durante los años de crisis y las más
recientes refuerzan ese perfil oligárquico.
En torno a la nueva
constelación de intereses, se está asistiendo a una verdadera
“refundación” de Europa y se está procediendo a una sustancial
reformulación de las políticas comunitarias, reduciéndose a la mínima
expresión las que podrían tener efectos más redistributivos y
descartando las que apuntarían a una salida de la crisis cooperativa.
La
constitucionalización –en los ordenamientos legales de los países y en
los tratados comunitarios- de las políticas neoliberales introduce una
severa restricción a la hora de formular políticas alternativas a las
que ahora se aplican.
Me parece evidente que, desde la actual institucionalidad, se podría
haber actuado en otra dirección, pero no ha habido voluntad política.
Los grupos de poder han hecho la lectura más conservadora de las
herramientas institucionales a su disposición. (...)
Las líneas rojas las han fijado las elites, por ideología, por
conservadurismo, por la influencia de Alemania, por la debilidad y la
claudicación de la socialdemocracia…pero también porque en el
mantenimiento del estatus quo reforzaron sus privilegios.
Urge situar el objetivo de Otra Europa en el centro de la agenda política, del debate y de la acción ciudadana. (...)
Hay que ser conscientes de que las posibilidades de construir Otra
Europa a partir de la institucionalidad actual y de los intereses que se
articulan en torno a ella son limitados; de hecho, son cada vez más
reducidos. (...)
En este sentido, resulta imprescindible abrir un debate sobre los
perjuicios y los beneficios de pertenecer a la zona euro, entre otras
razones, por los elevados costes que tiene para las economías
meridionales mantenerse dentro de la misma. Ese debate debe ser
complementario con los costes asociados al abandono de la UEM o a su
disolución. Ni se puede ignorar ni se debe postergar, pero tampoco cabe
simplificarlo. Se trata de un asunto complejo y de gran calado, con
importantes consecuencias económicas, políticas y sociales." (Fernando Luengo, 02/06/18)
Como alternativa a la salida del euro y para conseguir la soberanía financiera:
europeseta electrónica
Existe una descripción con mucho humor, de economía-ficción,
sobre los beneficiosos efectos que se producirían si en Italia, el gobierno
impusiera una moneda digital (allá por el 2020), para salir de la quiebra
económica y política a la que la permanencia en el euro habría llevado al país. El objetivo se conseguiría rápidamente.
Los únicos perjudicados, los
especuladores de la deuda. Ver: J. D. Alt: ‘Europa,
2020: una ucronía iluminadora’. http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5467 )
Los artículos de Juan José R. Calaza (Juan José Santamaría y Juan Güell) muestran con
gran claridad las ventajas de una europeseta electrónica de circulación interna:
Para entender la europeseta electrónica. Qué es y, sobre todo, qué no es. Enlace: http://www.farodevigo.es/opinion/2012/12/02/entender-europeseta-electronica/720458.html
Para salir de la crisis sin salir del euro: España
debe emitir europesetas (electrónicas). Enlace: http://www.farodevigo.es/opinion/2011/11/27/salir-crisis-salir-euro-espana-debe-emitir-europesetas-electronicas/601154.html
Las europesetas electrónicas, complementarias al euro, estimularán el crédito sin efectos colaterales perversos. Enlace: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=165815
Juan Torres insiste en que es necesario emitir una moneda complementaria al euro. Sus artículos:
Marear la perdiz. Enlace: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/02/08/andalucia/1360327224_588117.html
Hay alternativas, incluso dentro del euro.
Enlace: http://juantorreslopez.com/publicaciones/hay-alternativas-incluso-dentro-del-euro/
Más información en: 'Si Grecia, España, o
Andalucía emitiesen una moneda digital, respaldada por la energía solar
instalada en sus tejados, alcanzarían la soberanía financiera. La de dar
créditos a familias y empresas': http://comentariosdebombero.blogspot.com.es/2014/06/si-una-autonomia-o-una-gran-ciudad.html
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