14.6.18

Fernando Luengo: resulta imprescindible abrir un debate sobre los perjuicios y los beneficios de pertenecer a la zona euro, por los elevados costes que tiene para las economías meridionales mantenerse dentro de la misma.

"Quienes muestran su preocupación por la deriva antieuropeista del nuevo gobierno italiano, al que acaba de dar luz verde el presidente de Italia, Sergio Mattarella, lo hacen en nombre de Europa, de un “proyecto europeo” que, pese a las dificultades e incertidumbres que atraviesa, es un valor a defender;  (...) 

La línea está trazada, y no es una novedad; el establishment la desempolva cuando siente amenazados sus privilegios. Entre Europa o el caos; civilización o barbarie. Más Europa, ese el camino donde, según este discurso, todos nos podemos encontrar, donde todos finalmente ganamos.

Pero ¿qué realidad se oculta detrás de tanta retórica vacía, de tanto europeísmo de salón? Más Europa significa un punto y seguido en la implementación de políticas destinadas a: favorecer la posición dominante de los oligopolios productivos y financieros y de los grandes bancos; reformar los mercados de trabajo con el objetivo de debilitar la capacidad de negociación de las organizaciones sindicales, presionar sobre los salarios y facilitar el despido de los trabajadores; meter las tijeras sobre el gasto público social y productivo y aumentar la presión fiscal sobre las clases medias y bajas; privatizar y mercantilizar los espacios y derechos que garantizan los estados de bienestar; dar el visto bueno a tratados internacionales de comercio y de inversión que suponen una inaceptable cesión de soberanía de los poderes públicos en beneficio de las corporaciones transnacionales; fortalecer los esquemas patriarcales de división social del trabajo, devolviendo a las mujeres a su condición de cuidadoras, supliendo las carencias de las políticas públicas; vulnerar los derechos humanos y los normas internacionales que los recogen en materia de asilo, refugio y libre movimiento de personas; estimular, con el pretexto del terrorismo y la inseguridad, la industria militar; mantener las políticas de despilfarro y destrucción de la naturaleza, que anuncian un cambio climático de consecuencias devastadoras.

Una Europa que, por lo demás, se encuentra en un acelerado proceso de desintegración económica y política. Mientras que Alemania se ha financiado en estos años de crisis a un coste muy reducido o incluso nulo, los países de la periferia han tenido que pagar un plus en tipos de interés para obtener recursos en los mercados. 

También son muy diferentes las condiciones en las que acceden a la financiación las empresas, dependiendo del país en que se ubican y de su capacidad para operar como grupo de presión ante los poderes públicos; un ejemplo, entre otros muchos que podrían ponerse, es el privilegiado acceso de algunas grandes corporaciones a la financiación en condiciones muy favorables procedente del Banco Central Europeo. 

Ese proceso desintegrador se observa asimismo en el aumento de la brecha entre las capacidades productivas y comerciales de las economías meridionales del sur de Europa y las del norte; en las diferentes estructuras tributarias existentes dentro del territorio europeo, en la competencia fiscal a la que se han entregado algunos de los socios comunitarios para atraer inversiones extranjeras y en la tibieza con que los responsables comunitarios han tratado los paraísos fiscales; en la creciente brecha social entre las elites y la mayoría de la población y en la pérdida de peso de los salarios en la renta nacional; y en la desigual respuesta de los gobiernos al drama de las personas refugiadas y a la inmigración.  (...)

Añadamos a este panorama el terremoto político que está viviendo Europa. La extrema derecha y los partidos conservadores de derechas se convierten en la piedra angular del cada vez más endeble edificio comunitario. Los nuevos partidos avanzan con un mensaje confuso, donde se mezclan posiciones xenófobas y racistas con una crítica de la burocracia y las políticas comunitarias. Con este mensaje, han recogido importantes apoyos sociales entre las clases populares.  (...)

Sería un error pensar que se trata de un voto de derechas o que se reconoce e identifica en la iconografía fascista –aunque es evidente que existe este perfil-; tampoco creo que el voto tenga un claro contenido ideológico –a pesar de que sí lo tengan los partidos que han respaldado -. 

Es un voto que representa a una parte de la población indignada, que ha sufrido la crisis y que no está disfrutando de los beneficios de la recuperación, que es permeable al discurso de “los de arriba y los de abajo”, “nosotros y los de afuera”, tan querido y utilizado por los partidos que están ganando posiciones electorales.

Resulta, en este contexto, preocupante y revelador que la izquierda alternativa y transformadora, muy débil en la mayor parte de los países europeos, no haya sido capaz de atraer a este amplio segmento social de descontentos; sobre todo cuando reiteramos que son legión los perdedores y que la gestión de la crisis ha beneficiado, muy especialmente, a las elites y las oligarquías. 

En este escenario –convulso, cambiante y amenazante-, en una situación de avanzada –quizá irreversible- desintegración de la Europa comunitaria y de la zona euro, ante el avance electoral de la derecha fascista y xenófoba es más importante que nunca levantar la bandera de Otra Europa.

 El eje de la reflexión que debe abanderar esa izquierda no es bajo qué condiciones puede funcionar una unión monetaria, sino si la existencia de la misma es compatible con una política que beneficie a las mayorías sociales. Nuestra apuesta no puede ser preservar ni fortalecer la moneda única, sino preguntarnos sobre las necesidades, los recursos, los actores y, como consecuencia de todo ello, las políticas. (...)

En todo caso, la pregunta de si es posible otra política económica dentro de la zona euro es sin duda alguna, relevante, y, sobre todo, muy actual. Es una pregunta que, por supuesto, no la formulan quienes están convencidos que sólo hay una ruta para gestionar y superar la crisis, o que la política que se aplica está impregnada de una racionalidad indiscutible y universal.  (...)

El euro ha sido, desde el principio, el proyecto de las elites. Las reformas puestas en marcha durante los años de crisis y las más recientes refuerzan ese perfil oligárquico.

 En torno a la nueva constelación de intereses, se está asistiendo a una verdadera “refundación” de Europa y se está procediendo a una sustancial reformulación de las políticas comunitarias, reduciéndose a la mínima expresión las que podrían tener efectos más redistributivos y descartando las que apuntarían a una salida de la crisis cooperativa.

 La constitucionalización –en los ordenamientos legales de los países y en los tratados comunitarios- de las políticas neoliberales introduce una severa restricción a la hora de formular políticas alternativas a las que ahora se aplican.

Me parece evidente que, desde la actual institucionalidad, se podría haber actuado en otra dirección, pero no ha habido voluntad política. Los grupos de poder han hecho la lectura más conservadora de las herramientas institucionales a su disposición. (...)

Las líneas rojas las han fijado las elites, por ideología, por conservadurismo, por la influencia de Alemania, por la debilidad y la claudicación de la socialdemocracia…pero también porque en el mantenimiento del estatus quo reforzaron sus privilegios. Urge situar el objetivo de Otra Europa en el centro de la agenda política, del debate y de la acción ciudadana.  (...)

Hay que ser conscientes de que las posibilidades de construir Otra Europa a partir de la institucionalidad actual y de los intereses que se articulan en torno a ella son limitados; de hecho, son cada vez más reducidos.  (...)

En este sentido, resulta imprescindible abrir un debate sobre los perjuicios y los beneficios de pertenecer a la zona euro, entre otras razones, por los elevados costes que tiene para las economías meridionales mantenerse dentro de la misma. Ese debate debe ser complementario con los costes asociados al abandono de la UEM o a su disolución. Ni se puede ignorar ni se debe postergar, pero tampoco cabe simplificarlo. Se trata de un asunto complejo y de gran calado, con importantes consecuencias económicas, políticas y sociales."                    (Fernando Luengo, 02/06/18)


Como alternativa a la salida del euro y para conseguir la soberanía financiera:  europeseta electrónica

Existe una descripción con mucho humor, de economía-ficción, sobre los beneficiosos efectos que se producirían si en Italia, el gobierno impusiera una moneda digital (allá por el 2020), para salir de la quiebra económica y política a la que la permanencia en el euro habría llevado al país. El objetivo se conseguiría rápidamente.

Los únicos perjudicados, los especuladores de la deuda. Ver: J. D. Alt: Europa, 2020: una ucronía iluminadora’. http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5467  )
Los artículos de Juan José R. Calaza (Juan José Santamaría y Juan Güell) muestran con gran claridad las ventajas de una europeseta electrónica de circulación interna: 
 
Para entender la europeseta electrónica. Qué es y, sobre todo, qué no es. Enlace: http://www.farodevigo.es/opinion/2012/12/02/entender-europeseta-electronica/720458.html
Para salir de la crisis sin salir del euro: España debe emitir europesetas (electrónicas). Enlace: http://www.farodevigo.es/opinion/2011/11/27/salir-crisis-salir-euro-espana-debe-emitir-europesetas-electronicas/601154.html  
Las europesetas electrónicas, complementarias al euro, estimularán el crédito sin efectos colaterales perversos. Enlace:  http://www.rebelion.org/noticia.php?id=165815
 
Juan Torres insiste en que es necesario emitir una moneda complementaria al euro. Sus artículos:
 
Más información en: 'Si Grecia, España, o Andalucía emitiesen una moneda digital, respaldada por la energía solar instalada en sus tejados, alcanzarían la soberanía financiera. La de dar créditos a familias y empresas':    http://comentariosdebombero.blogspot.com.es/2014/06/si-una-autonomia-o-una-gran-ciudad.html

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