"(...) Lo
que distingue la situación actual de la que enfrentaba Europa en los
setenta es la implosión a lo Weimar del centro político europeo. En los
setenta, el ataque financiero de Estados Unidos contra Alemania, Francia
y Gran Bretaña (por ejemplo, mediante la flotación del dólar) encontró
del otro lado un establishment europeo unido.
En cambio, los defensores actuales del statu quo
europeo tienen que pelear en dos frentes: contra las incursiones de
Trump y, dentro de Europa, contra gente como Matteo Salvini y Luigi di
Maio, estrellas en ascenso de la política italiana a quienes el asediado
presidente prosistema del país negó el derecho a formar gobierno, a pesar de haber obtenido la mayoría parlamentaria.
El
anuncio estadounidense de imposición de aranceles a las importaciones
de acero y aluminio pareció ir dirigido a China, pero también fue la
última señal a Europa de que hay que tomarse en serio la retórica de
“Estados Unidos primero” de la administración Trump.
Después llegó la
retirada estadounidense del acuerdo nuclear con Irán, que dio a Trump
otra oportunidad espléndida para regodearse con la impotencia de Europa,
y en particular la de la canciller alemana Angela Merkel.
Obligada
a insistir en que Alemania (el país más poblado de la Unión Europea y
su mayor economía) mantendrá el acuerdo, Merkel sufrió una humillación
inmediata cuando empresas alemanas comenzaron a abandonar Irán una tras
otra. Ninguna quería desafiar el poder financiero de Estados Unidos o
renunciar a las rebajas impositivas que Trump entregó a casi 5000
empresas alemanas con un balance combinado de 600 000 millones de
dólares.
Y antes de que Alemania terminara de encajar el golpe del
acuerdo nuclear, Estados Unidos amenazó con imponer un arancel del 25% a
las importaciones de autos, que quitaría al menos 5000 millones de
dólares al año a los ingresos de los exportadores alemanes.
Pero
por más graves que sean estos reveses, la magnitud de los problemas de
Alemania sólo puede apreciarse una vez comprendido su vínculo causal con
lo que sucede en Italia.
Así
como el objetivo de Trump es derribar el sistema mundial del que
Alemania se benefició durante décadas, Salvini y di Maio ven la
desintegración del euro como un hecho deseable y una enorme ayuda en su
campaña contra la inmigración.
Hace sólo tres años, cuando yo estaba
negociando en nombre de Grecia con el gobierno alemán para poner fin a
la combinación de préstamos insostenibles e hiperausteridad que todavía
aplasta a mi país, advertí a mis interlocutores en una reunión del
Eurogrupo de ministros de finanzas de la eurozona:
“Si
insisten en políticas que condenan a poblaciones enteras a una
combinación de estancamiento permanente y humillación, pronto no tendrán
que vérselas con izquierdistas proeuropeos como nosotros, sino con
antieuropeístas xenófobos que sienten que su misión es desintegrar la
Unión Europea”.
Es
precisamente lo que está sucediendo ahora. Al vetar muy necesarias
reformas de la UE, los sucesivos gobiernos de Merkel garantizaron la
fragmentación europea. Ahora los medios alemanes del establishmentse refieren
al economista italiano cuya designación como ministro de finanzas fue
vetada por el presidente como “el Varoufakis de Italia”.
Pero ese apodo
oculta una diferencia fundamental: yo quería mantener a Grecia en la
eurozona en forma sostenible, y me enfrentaba a la dirigencia alemana
para conseguir la reestructuración de deudas que lo hiciera posible.
Cuando en 2015 Alemania aplastó a nuestro gobierno europeísta, sembró
las semillas de la cosecha amarga de hoy: una mayoría parlamentaria en
Italia que sueña con abandonar el euro.
El vínculo causal entre los dos problemas políticos a los que se
enfrenta Alemania tiene una base económica. Hay algo que Trump comprende
muy bien: Alemania y la eurozona están a su merced, porque dependen
cada vez más de grandes exportaciones netas hacia Estados Unidos y el
resto del mundo. Y esta dependencia es un resultado inexorable de las
políticas de austeridad que primero se probaron con Grecia y después se
implementaron en Italia y otros lugares.
Para ver el vínculo, basta recordar el “pacto fiscal” para la eliminación del déficit presupuestario estructural, en el que Alemania insistió como condición para aprobar el rescate de gobiernos y bancos en problemas. Luego, observar que el plan paneuropeo de austeridad tuvo lugar en un contexto de exceso de ahorro y falta de inversión.
Finalmente, que la combinación de ese enorme exceso de ahorro y equilibrio fiscal implica necesariamente grandes superavits comerciales, y con ellos, una creciente dependencia de Alemania, y de Europa, de exportaciones netas masivas hacia Estados Unidos y Asia.
Para ver el vínculo, basta recordar el “pacto fiscal” para la eliminación del déficit presupuestario estructural, en el que Alemania insistió como condición para aprobar el rescate de gobiernos y bancos en problemas. Luego, observar que el plan paneuropeo de austeridad tuvo lugar en un contexto de exceso de ahorro y falta de inversión.
Finalmente, que la combinación de ese enorme exceso de ahorro y equilibrio fiscal implica necesariamente grandes superavits comerciales, y con ellos, una creciente dependencia de Alemania, y de Europa, de exportaciones netas masivas hacia Estados Unidos y Asia.
Es
decir, las mismas políticas incompetentes que llevaron al ascenso de un
gobierno italiano xenófobo y antieuropeísta también reforzaron el poder
de Trump sobre Merkel.
La
incapacidad de Europa para poner en orden sus asuntos engendró una
nueva mayoría italiana con planes de expulsar a medio millón de
migrantes, lo que daría nuevos bríos al racismo combativo en Hungría,
Polonia, Francia, Gran Bretaña, Países Bajos y, obviamente, Alemania
misma.
En tanto, con una Europa demasiado debilitada para frenar a
Trump, Estados Unidos intentará obligar a China a desregular sus
sectores financiero y tecnológico. Si lo consigue, al menos el 15% del
producto nacional de China saldrá eyectado del país, lo que contribuirá a
las fuerzas deflacionarias que están engendrando monstruos políticos en
Europa y Estados Unidos.
Todo
esto era predecible: y de hecho, fue predicho. Así que nadie puede
declararse sorprendido por la situación en la que hoy están Merkel y
Europa. Pero sólo un idiota peligroso la festejaría." (Yanis Varoufakis, Project Syndicate, 29/05/18)
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