"(...) Ayer, mientras las llamas de Grecia abrían los telediarios
de Europa, el discurso oficial del presidente Tsipras aludía a la unión
en la desgracia, al luto nacional y a la solidaridad ejemplar de los dirigentes extranjeros.
Una vez más, palabras vacías, lágrimas de cocodrilo.
No hubo alusión
alguna a las causas reales de la desprotección, ni a las
responsabilidades de quienes gestionan el Estado, ni al desmantelamiento
progresivo de todas las infraestructuras y sistemas de asistencia a los
ciudadanos.
No hubo alusión alguna –ni cabría esperarla– a los ingentes
recortes en todos los sectores de la organización social, que, en los
últimos años de rescates, han hecho que la población de este
país decrezca por desnutrición, desasistencia médica, precariedad y
suicidios, en cifras tales que permiten que las políticas de austeridad
puedan ser denunciadas sin ambages como crímenes de lesa patria y lesa
humanidad.
Ni hubo alusión alguna, por supuesto, a los nuevos protocolos
y leyes que este mismo gobierno condolente está firmando presionado por
las instituciones europeas, y que obligarán, en los próximos
meses, a mayores recortes, a mayores impuestos y a mayor precariedad y
desamparo.
Hubieran sido deseables unas sinceras palabras de perdón ante
estas víctimas presentes, ante las otras que no tuvieron luto, ante la
sociedad en su conjunto, acompañadas de un propósito firme de hacer una
política en otra dirección.
Hubiera sido deseable un lamento y un ruego
de clemencia por haber necesitado la visión de esta tragedia para cobrar
conciencia de lo obvio y desistir de porfiar en la debacle. Pero no ha
sucedido. Sólo palabras huecas.
Este incendio, por desgracia, es el mismo del año pasado,
el mismo del año 2007 –que se cobró más de 150 vidas y devastó enormes
extensiones–, y también el mismo del año que viene, qué tal vez deje a
éste atrás en las luctuosos cifras: porque, para cumplir con los
objetivos de las instituciones, se seguirán recortando recursos
para la limpieza y el mantenimiento de los montes, para la dotación de
los bomberos y los cuerpos de protección civil, para la construcción de
las infraestructuras necesarias, para la protección ante los fuegos del
verano y las inundaciones del invierno; porque no se dictarán leyes
contundentes contra la recalificación de terrenos quemados ni se
investigará a fondo en la sospechosa causa de tantos incendios
simultáneos; porque no rodarán cabezas políticas ni habrá procesados por
la responsabilidad de esta tragedia.
La culpa será, una vez más, del
viento y del fuego. Y de Dios el amparo. (...)" (Pedro Olalla, CTXT, 25/07/18)
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