"(...) Al igual que durante las décadas más oscuras del siglo XX, el
nacionalismo de hoy toma la forma de una elevada oposición a la
inmigración y – en menor grado – al libre comercio. (...)
La evidencia económica sobre este tema es clara: la inmigración contribuye en gran medida al crecimiento económico. (...)
Asimismo, la inmigración es más necesaria que nunca, debido a que el
envejecimiento de la población junto con tasas de natalidad más bajas a
lo largo de las economías avanzadas están produciendo un auge de
jubilación, sin que se cuente con un conjunto proporcional de
trabajadores nativos que estén en la plenitud de sus vidas y apuntalen
dicho auge.
Por ejemplo, la población en edad laboral de Japón ha estado disminuyendo desde el año 1995. En la Unión Europea, los inmigrantes representaron el 70% del crecimiento de la fuerza laboral.
Y, en Estados Unidos, la inmigración es la razón principal por la que
la fuerza laboral continúa creciendo; si Estados Unidos dependiera
únicamente de los trabajadores nativos, su fuerza laboral disminuiría.
Un
crecimiento más rápido es beneficioso, incluso si se tiene que
sustentar a una población más grande, debido a que los inmigrantes que
trabajan pagan impuestos los que, a su vez, ayudan a los pensionistas y
jubilados. En general, es mucho mejor ser un país de rápido crecimiento
con una población vibrante y en expansión que un país con una población
menguante, como es el caso de Japón.
Por otra parte, además de ampliar la fuerza laboral, los inmigrantes, en los hechos, aumentan el PIB per cápita
al aumentar la productividad – es decir, la cantidad que cada
trabajador produce. La razón es la siguiente: es mucho más probable que
los inmigrantes tiendan a ser emprendedores e inicien nuevos negocios.
En Alemania, por ejemplo, los titulares de pasaportes extranjeros iniciaron el 44%
de las nuevas empresas en el año 2015. En Francia, la Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha estimado que los
inmigrantes se involucran en actividades emprendedoras
en una proporción que es 29% mayor en comparación con la proporción en
la que participan los trabajadores nativos, siendo esta última similar
al promedio de la OCDE en su conjunto.
Y, en Estados Unidos, los
inmigrantes obtienen patentes a una tasa 2-3 veces mayor en comparación con la de los ciudadanos nativos, y sus innovaciones, a su vez, benefician a las personas no-inmigrantes.
Pueden
existir pocas dudas sobre que los inmigrantes amplían el tamaño total
del pastel; pero, ¿qué hay acerca del efecto que estos inmigrantes
tienen sobre la forma cómo se comparte el pastel? En este punto la
evidencia es menos clara. Ciertamente hay ganadores y perdedores.
Sin
embargo, la evidencia disponible sugiere que los inmigrantes no reducen
los salarios de los trabajadores nativos. En los hechos, es más probable
que los inmigrantes aumenten los salarios en general.
Un estudio
reciente sobre Francia, por ejemplo, encontró que cada aumento del 1%
en la participación de los inmigrantes en el total de empleo dentro de
un determinado Departamento, que es una división territorial dentro de
Francia, aumenta los salarios de los trabajadores nativos en un 0,5%.
Parecería que además de contribuir al tamaño y la productividad de la
fuerza laboral, los inmigrantes también, con frecuencia, complementan
las habilidades de los trabajadores nativos, ayudándoles a ganar más. (...)
El
hecho de que los países desarrollados cambien culturalmente también
importa, quizás reviste aún más importancia. En Estados Unidos, por
ejemplo, la proporción de la población que ha nacido en el extranjero
ha aumentado del 5% en el año 1960 a alrededor del 14% en la actualidad.
Como Yascha Mounk de la Universidad de Harvard señala en su perspicaz nuevo libro titulado:The People vs. Democracy,
ese es el porcentaje más alto desde la última gran reacción
antiinmigrante en Estados Unidos, reacción que se denominó como “el
peligro amarillo” y ocurrió a principios del siglo XX.
Las
tendencias son similares – e incluso algunas veces más impresionantes –
en otros países desarrollados. La porción de la población nacida en el
extranjero en Suecia, por ejemplo, ha pasado del 4% en el año 1960 al 19% de la actualidad, lo que representa un cambio mucho mayor que el acontecido en Estados Unidos.
Todos
los países se enfrentan ante la decisión de optar por una u otra
alternativa cuando se trata de inmigración. Pueden pagar un precio, en
términos económicos, para seguir un curso más excluyente, o pueden
obtener los beneficios económicos de una mayor apertura con respecto a
la inmigración. (...)
Mirando más allá de las soluciones políticas, también necesitamos
establecer una expectativa cultural acerca de que los inmigrantes no
sólo traerán consigo diversas perspectivas, sino que también se unirán a
su nuevo país en calidad de ciudadanos.
Eso significa hablar el idioma,
honrar las tradiciones nacionales y – tal como vi de primera mano
cuando charlaba sobre estos temas en Les Rencontres Économiques celebrados en Aix en Provenza, Francia – también incluye alentar al equipo nacional de fútbol. (...)" (
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