"Existe un cierto consenso, cada vez más amplio, de que
la Unión Europea no funciona, y es que el gradualismo ha introducido el
proyecto en encrucijadas de difícil -más bien de imposible- salida.
Resulta ilusorio pretender corregir ahora la asimetría de partida con la
que se redactaron los Tratados. Los países que se vieron beneficiados
por ellos -Alemania y demás países del Norte- quizás hubieran estado
dispuestos a ceder en el origen como contrapartida a las ventajas que
obtenían de la Unión. Incluso hubiera sido el momento de explicárselo a
sus propios ciudadanos.
Pero de ningún modo van a hacer ahora
concesiones sustanciales a cambio de nada, ni es fácil hacer comprender
en este momento a sus poblaciones que si quieren que el sistema funcione
deben crear mecanismos de solidaridad y de redistribución con el resto
de países a los que la Unión, tal como está concebida, perjudica.
Es por eso por lo que cada nuevo intento de avance,
por reducido que sea, hacia mecanismos integradores se desfigura y se
desplaza más y más hacia adelante sin alcanzar nunca el objetivo. (...)
Seis años más tarde, la Unión Bancaria solo existe sobre el papel. Los
únicos elementos implantados son los relativos a la transferencia de
competencias (supervisión, liquidación y resolución) de las autoridades
nacionales a Bruselas, pero no ha entrado en funcionamiento ninguno de
los componentes que deberían constituir la contrapartida a esa cesión de
competencias.
Desde luego, Europa no ha asumido ni tiene intención de
asumir el coste del saneamiento de los bancos en crisis, que era la
propuesta de Monti. Hasta la fecha, las entidades financieras de los
distintos países continúan siendo principalmente nacionales (la pasada
crisis del Banco Popular en España y de los italianos Veneto Banca y
Popolare de Vicenza lo muestran claramente) y los posibles costes están
muy lejos de mutualizarse, ni a través del Fondo de Garantía de
Depósitos, cuyos recursos provienen casi en su totalidad de las
respectivas naciones, ni por el Fondo Único de Resolución Bancaria, que
no es tan único como se afirma. (...)
A lo largo de los últimos meses, desde la Comisión, pero principalmente
por parte de Macron, se han propuesto distintas medidas con el objetivo
de reformar la Eurozona y hacerla viable.
Merkel ha venido dando largas y
vaciando las propuestas, hasta el extremo de que lo que previsiblemente
aprobará estos días el Consejo acabará como siempre sin apenas eficacia
práctica. Las palabras son engañosas y no significan absolutamente nada
si no se las llena de contenido. En la Unión Europea los agentes son
expertos en convertir los vocablos en flatus vocis. (...)
¿No sería lógico que lo primero que asumiese un
presupuesto que pretende solucionar los desajustes y desequilibrios que
la Unión Monetaria genera entre países fuese la socialización del seguro
de desempleo? Lógico, sí; probable, no. El ministro de Finanzas y
vicecanciller alemán, Olaf Scholz, ha propuesto, en una entrevista
publicada en la revista Der Spiegel, la
creación de un seguro de desempleo europeo.
Pero, una vez más, las
palabras engañan. Lo que en realidad sugiere es tan solo un nuevo fondo
que prestase a los sistemas nacionales en los momentos de crisis, cuando
el desempleo sea muy alto y, por lo tanto, el gasto en esta prestación
también, pero que deberían devolver una vez superada la crisis.
Estamos siempre dentro de la misma filosofía, prestar
en todo caso, sí, pero nada más, sin una verdadera integración
presupuestaria y fiscal que implique transferencia de fondos entre
países.
Ahora bien, sin esa transferencia de recursos, una unión
comercial, financiera y sobre todo monetaria no puede subsistir a largo
plazo, porque el hecho es que su propia existencia crea un flujo en
sentido contrario que debe ser compensado (como ocurre dentro de cada
Estado) para que se mantenga un mínimo equilibrio.
Existe además un agravante, todas estas posibles
ayudas al igual que las del MEDE (que ahora se quiere convertir en un
fondo monetario europeo, sin cambiar en realidad nada) estarán
condicionadas a recortes y ajustes de los que en los últimos diez años
ya hemos tenido suficiente experiencia. ¿Podemos creer de verdad que,
ante una nueva recesión, Grecia puede someterse a otra aventura como la
que ha vivido hasta ahora? (...)
Pero no solo es Grecia, a otros muchos países, entre
los que hay que incluir a España, les resultaría letal repetir la odisea
sufrida en los últimos años.
Es evidente que la Unión Monetaria está resultando un
buen negocio para Alemania y demás países del Norte, pero un gran
problema para los países del Sur, lo que deja en el mayor de los
ridículos a los planteamientos adoptados en su día por Mitterrand al
imponer a Alemania el euro como condición para la reunificación,
creyendo que privándola del marco sería más fácil controlarla y evitar
sus tentaciones hegemónicas.
El resultado ha sido desde luego el
contrario: teniendo en cuenta los términos fijados por Maastricht y
demás tratados, el euro y las instituciones creadas están siendo los
mejores instrumentos para que el país germánico imponga su supremacía.
Solo hay que echar un vistazo a las cifras
macroeconómicas de los distintos países para comprobar cómo ha influido
en cada uno de ellos la creación de la moneda única, y las diferencias
que se han originado. Ciertamente no es solo Alemania la beneficiada,
pero, dado su tamaño, tiene especial trascendencia. Y especial
importancia adquiere también entre los datos macroeconómicos el déficit o
superávit en la balanza por cuenta corriente, porque cuando son
desproporcionados indican en buena medida cómo unos países viven a costa
de otros.
Durante los siete primeros años de este siglo, Alemania fue
acrecentando su superávit, enchufada de forma parásita a los déficits de
los países del Sur. La crisis ha obligado a estos a equilibrar sus
cuentas exteriores, pero sin que el país germánico haya hecho lo propio.
Bien al contrario, su superávit se ha incrementado, alcanzando el 9%
del PIB, una bomba para la estabilidad del comercio mundial y frente a
la que EE. UU. ya ha reaccionado.
Trump puede coleccionar todo tipo de excentricidades y
vilezas, pero hay una parte de su discurso que se asienta sobre hechos
ciertos y es que un orden económico internacional no puede coexistir con
desequilibrios tan enormes en el comercio entre países, y que es
imposible que Alemania, China, India, etc., sigan manteniendo esos
excedentes comerciales; concretamente con respecto a EE. UU., que es el
que verdaderamente a Trump le importa.
Va a comenzar una guerra
comercial que va a afectar -ya está afectando, de hecho- a España y a
otros países del Sur, sin que ellos tengan ninguna culpa, solo por el
hecho de formar una unión aduanera con Alemania. Una vez más, van a
salir perjudicados.
Todo ello debería hacer pensar que sin reformas en
profundidad la Unión Europea, y desde luego la Unión Monetaria, no puede
subsistir, aunque no parece que los países del Norte estén dispuestos a
realizar verdaderas concesiones. No es de extrañar, por tanto, que las
contradicciones de todo tipo surjan cada vez en mayor medida en todos
los campos.
En los últimos días se han manifestado con extrema virulencia en el
ámbito migratorio, hasta el extremo de que se hayan colado en la agenda
de este Consejo robando un espacio importante en sus deliberaciones.
A
pesar de ello, no creo que se llegue a ninguna conclusión. Y es que
cuando no se acepta la solidaridad interna entre los países de la Unión,
malamente va a poder funcionar con los no europeos." (Juan Francisco Martín Seco, 28/06/18)
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