20.9.18

Manolo Monereo: en toda Europa ha surgido una necesidad ontológica de seguridad. La sociedad lo que quiere es protección, seguridad y orden... para unas masas desheredadas, heterogéneas ideológicamente, que tienen miedo porque llevan perdiendo derechos años y años. Y ese miedo choca con el tema de la inmigración... mientras África siga siendo explotada por Occidente, convertida por las potencias europeas en Estados fallidos, mientras se siga escapando su riqueza, el problema no hará más que aumentar

"(...) la inmigración. ¿Cuál es la posición de Podemos y la tuya personal frente a esta supuesta avalancha que nos dicen que se está forjando?

 (...) Has de perdonarme el giro teoricista que voy a dar, pero quiero partir de ahí porque sino no entendemos lo que está ocurriendo. Tú has visto que en mis libros, en mis artículos, digo que estamos en un momento Polanyi, quien hablaba de que había un ciclo A y un ciclo B en la sociedad. La fase A sería el capitalismo salvaje, el capitalismo de amiguetes, y habría una segunda fase, la B, que sería la reacción de la sociedad a esa fase A. 

La reacción de la sociedad a esa fase A surge porque las políticas neoliberales llevadas hacen incompatible e inviable cualquier sociedad. Para decirlo en plata, la única posibilidad según Polanyi de que el capitalismo pueda pervivir es siendo un capitalismo planificado, organizado, donde el Estado tenga la “capacidad” de regular las relaciones entre la economía y la sociedad. Hoy estamos en la fase B. 

Hemos visto durante los años 80, 90, hasta 2008, la aplicación de políticas neoliberales en todo el mundo con diversas consecuencias, con cambios geopolíticos, y ahora estamos en una segunda fase en la que el principal instrumento para aplicar estas políticas neoliberales ha sido la Unión Europea, y eso está llevando en todas partes a una reacción de la sociedad civil contra las políticas neoliberales. 

Las políticas de la izquierda socialdemócrata, el liberalismo progresista, han terminado por romper los lazos entre los partidos de izquierda y una parte sustancial de las clases trabajadoras, los miles de hombres y mujeres que son perdedores en esta globalización, y si la izquierda no es capaz de protagonizar la reacción de la sociedad será la derecha quién lo haga. 

En esta fase, en toda Europa ha surgido una necesidad ontológica de seguridad. La sociedad lo que quiere es protección, seguridad y orden.

—¿Protección frente a qué?

—Frente al capitalismo, aunque quizá ellos no son plenamente conscientes. Seguridad de futuro, de tener un trabajo decente, que se respete el derecho a la pensión… hay una necesidad ontológica de seguridad por parte de unas masas desheredadas, heterogéneas ideológicamente, que tienen miedo porque llevan perdiendo derechos años y años. Y ese miedo choca con el tema de la inmigración.

 Miedo a seguir perdiendo derechos y miedo a que cualquier terrorista de ocasión pueda clavarte cuatro puñaladas o aplastarte con un coche.

—Con miedo o sin él, sigue habiendo un problema…

—Sin ese contexto no se entiende lo que voy a decir. La segunda idea es la hipocresía de lo que podemos llamar el humanismo buenista. Una hipocresía inmensa porque todos los que están defendiendo, desde los gobiernos y desde la élite económica, una política más humana con la inmigración, una política aparentemente de puertas abiertas, que de alguna manera defienda los derechos humanos de aquellas personas que están sufriendo en sus carnes una dolorosísima situación, saben que son las instituciones europeas las que dirigen realmente la política migratoria. 

Una política que yo calificaría de político-militar. 

Las autoridades europeas sabe perfectamente que África va a ser una fuente permanente de oleadas migratorias. África está viviendo decenas de conflictos étnicos, políticos, climáticos, de hambre, de guerra… hoy se puede decir que hay muchos Estados que se han convertido de facto en Estados fallidos. 

A esa situación hay que añadir la intervención militar permanente de los Estados europeos, en algunos países como por ejemplo Libia, que había sido un tapón para la inmigración. Ese era el papel de Gadafi, como hoy es el papel de Marruecos. Se sostenía a algunos gobiernos porque son un tapón para la inmigración, se practicaba con ellos lo que militarmente se llama una frontera adelantada. Europa adelanta la frontera y hay que decir que ha tenido cierto éxito en eso, se adelanta la frontera al Sahel, a Mali, Mauritania, Senegal… Europa está usando el dinero de la cooperación para fortalecer la seguridad de esos países, fortalecer su policía, su ejército, convertirlos en Estados que se comprometan con Europa a no dejar pasar inmigrantes.

 Esa es la política real que Pedro Sánchez sabe, que Macron sabe, Merkel, todos lo saben. Esa es la política real. Por otro lado, está el tráfico de personas. El papel que África cumple ahora es muy parecido al papel que ha tenido antes en la división internacional del trabajo: el de productora de seres humanos que se venden en el mercado mundial. Antes ese tráfico de personas lo hacían agencias especializadas en los Estados, y ahora son mafias organizadas con conexiones con estructuras y aparatos del Estado. 

Y aunque todo apunta a que la presencia de inmigrantes incluso ha disminuido con respecto a épocas anteriores, sigue siendo un gravísimo problema acoger a miles de personas que llegan ilegalmente gracias a mafias poderosísimas que hacen un gran negocio con el tráfico de personas. Se da además la paradoja de que las sociedades de acogida, a las que se exige que den la bienvenida a miles de inmigrantes,  son las de la periferia, precisamente las que han sufrido durísimas políticas de austeridad.

Si no se estabiliza la situación socioeconómica en África, si no se hacen políticas locales reales de desarrollo y se transfieren rentas, el problema continuará indefinidamente. Miles y miles de personas quieren venir a Occidente, y hay unas mafias que se dedican a traficar con ellas. Y eso en las sociedades europeas, no solo por sus elementos xenófobos, sino por una parte significativa de la población, se ve como una inseguridad que incluso pone en riesgo sus vidas.

 Frente a ese enorme problema la izquierda tiene una actitud buenista, ingenua, que no afronta el problema real, que es el de que mientras África siga siendo explotada por Occidente, convertida por las potencias europeas en Estados fallidos, mientras se siga escapando su riqueza, el problema no hará más que aumentar.  (...)"                                              

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