"(...) la inmigración. ¿Cuál es la posición de Podemos y la tuya personal
frente a esta supuesta avalancha que nos dicen que se está forjando?
(...) Has de perdonarme el giro teoricista que voy a dar, pero quiero
partir de ahí porque sino no entendemos lo que está ocurriendo. Tú has
visto que en mis libros, en mis artículos, digo que estamos en un
momento Polanyi, quien hablaba de que había un ciclo A y un ciclo B en
la sociedad. La fase A sería el capitalismo salvaje, el capitalismo de
amiguetes, y habría una segunda fase, la B, que sería la reacción de la
sociedad a esa fase A.
La reacción de la sociedad a esa fase A surge
porque las políticas neoliberales llevadas hacen incompatible e inviable
cualquier sociedad. Para decirlo en plata, la única posibilidad según
Polanyi de que el capitalismo pueda pervivir es siendo un capitalismo
planificado, organizado, donde el Estado tenga la “capacidad” de regular
las relaciones entre la economía y la sociedad. Hoy estamos en la fase
B.
Hemos visto durante los años 80, 90, hasta 2008, la aplicación de
políticas neoliberales en todo el mundo con diversas consecuencias, con
cambios geopolíticos, y ahora estamos en una segunda fase en la que el
principal instrumento para aplicar estas políticas neoliberales ha sido
la Unión Europea, y eso está llevando en todas partes a una reacción de
la sociedad civil contra las políticas neoliberales.
Las políticas de la
izquierda socialdemócrata, el liberalismo progresista, han terminado
por romper los lazos entre los partidos de izquierda y una parte
sustancial de las clases trabajadoras, los miles de hombres y mujeres
que son perdedores en esta globalización, y si la izquierda no es capaz
de protagonizar la reacción de la sociedad será la derecha quién lo
haga.
En esta fase, en toda Europa ha surgido una necesidad ontológica
de seguridad. La sociedad lo que quiere es protección, seguridad y
orden.
—¿Protección frente a qué?
—Frente al capitalismo, aunque quizá ellos no son plenamente
conscientes. Seguridad de futuro, de tener un trabajo decente, que se
respete el derecho a la pensión… hay una necesidad ontológica de
seguridad por parte de unas masas desheredadas, heterogéneas
ideológicamente, que tienen miedo porque llevan perdiendo derechos años y
años. Y ese miedo choca con el tema de la inmigración.
Miedo a seguir
perdiendo derechos y miedo a que cualquier terrorista de ocasión pueda
clavarte cuatro puñaladas o aplastarte con un coche.
—Con miedo o sin él, sigue habiendo un problema…
—Sin ese contexto no se entiende lo que voy a decir. La segunda idea
es la hipocresía de lo que podemos llamar el humanismo buenista. Una
hipocresía inmensa porque todos los que están defendiendo, desde los
gobiernos y desde la élite económica, una política más humana con la
inmigración, una política aparentemente de puertas abiertas, que de
alguna manera defienda los derechos humanos de aquellas personas que
están sufriendo en sus carnes una dolorosísima situación, saben que son
las instituciones europeas las que dirigen realmente la política
migratoria.
Una política que yo calificaría de político-militar.
Las
autoridades europeas sabe perfectamente que África va a ser una fuente
permanente de oleadas migratorias. África está viviendo decenas de
conflictos étnicos, políticos, climáticos, de hambre, de guerra… hoy se
puede decir que hay muchos Estados que se han convertido de facto en
Estados fallidos.
A esa situación hay que añadir la intervención militar
permanente de los Estados europeos, en algunos países como por ejemplo
Libia, que había sido un tapón para la inmigración. Ese era el papel de
Gadafi, como hoy es el papel de Marruecos. Se sostenía a algunos
gobiernos porque son un tapón para la inmigración, se practicaba con
ellos lo que militarmente se llama una frontera adelantada. Europa
adelanta la frontera y hay que decir que ha tenido cierto éxito en eso,
se adelanta la frontera al Sahel, a Mali, Mauritania, Senegal… Europa
está usando el dinero de la cooperación para fortalecer la seguridad de
esos países, fortalecer su policía, su ejército, convertirlos en Estados
que se comprometan con Europa a no dejar pasar inmigrantes.
Esa es la
política real que Pedro Sánchez sabe, que Macron sabe, Merkel, todos lo
saben. Esa es la política real. Por otro lado, está el tráfico de
personas. El papel que África cumple ahora es muy parecido al papel que
ha tenido antes en la división internacional del trabajo: el de
productora de seres humanos que se venden en el mercado mundial. Antes
ese tráfico de personas lo hacían agencias especializadas en los
Estados, y ahora son mafias organizadas con conexiones con estructuras y
aparatos del Estado.
Y aunque todo apunta a que la presencia de
inmigrantes incluso ha disminuido con respecto a épocas anteriores,
sigue siendo un gravísimo problema acoger a miles de personas que llegan
ilegalmente gracias a mafias poderosísimas que hacen un gran negocio
con el tráfico de personas. Se da además la paradoja de que las
sociedades de acogida, a las que se exige que den la bienvenida a miles
de inmigrantes, son las de la periferia, precisamente las que han
sufrido durísimas políticas de austeridad.
Si no se estabiliza la situación socioeconómica en África, si no se
hacen políticas locales reales de desarrollo y se transfieren rentas, el
problema continuará indefinidamente. Miles y miles de personas quieren
venir a Occidente, y hay unas mafias que se dedican a traficar con
ellas. Y eso en las sociedades europeas, no solo por sus elementos
xenófobos, sino por una parte significativa de la población, se ve como
una inseguridad que incluso pone en riesgo sus vidas.
Frente a ese
enorme problema la izquierda tiene una actitud buenista, ingenua, que no
afronta el problema real, que es el de que mientras África siga siendo
explotada por Occidente, convertida por las potencias europeas en
Estados fallidos, mientras se siga escapando su riqueza, el problema no
hará más que aumentar. (...)"
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