26.10.18

El antipetismo se ha propagado como la peste y representa un rencor de clase, un odio al pobre que consiguió ascender socialmente... y eso también lo vi entre las nuevas clases medias que subieron el escalón social gracias a los gobiernos del PT... y el odio al PT es clave para entender el éxito de Bolsonaro

"(...) El libro señala las manifestaciones de junio de 2013 como el marco temporal para el inicio de este resurgir de movimientos de ultraderecha. ¿Fueron la consecuencia de esta especie de 15M brasileño?

Las manifestaciones de junio de 2013 fueron un momento de catarsis donde todo el mundo salió a la calle a manifestarse. Tanto la izquierda como la derecha. El Partido de los Trabajadores, que era quien estaba en el poder, no supo leer lo que sucedía. Pero los grupos de derecha sí supieron canalizar ese descontento.

 No diría que la onda de ultraderecha sea una consecuencia de las manifestaciones, sino que a partir de estas protestas estos grupos supieron capitalizar el cansancio y la indignación de la gente, y dar rienda suelta al antipetismo tan visceral que tenemos hoy.  (...)

Precisamente algo que tienen en común estos movimientos de extrema derecha es que se definen a través de la negación. ¿De qué derechas estaríamos hablando y en cuál encajaría el candidato presidencial Jair Bolsonaro?

Cada una de ellas tiene una idiosincrasia. Por un lado está la derecha ultraneoliberal que fomenta el discurso del odio contra el pobre, y defiende la meritocracia, y la idea de que si alguien es pobre es porque se quiere, porque no se esfuerzan lo suficiente.

 Tenemos una derecha fundamentalista religiosa, con un discurso intolerante hacia las costumbres, que propone una vuelta a valores tradicionales, que se manifiesta contra el feminismo, contra el aborto, contra los LGTB. Hay otra derecha militarizada, de la antipolítica, antidemocrática, que propone la vuelta a la dictadura y es fundamentalmente punitiva. 

Estas derechas no funcionan aisladas, sino que se comunican y Bolsonaro representa una confluencia de todas ellas porque defiende un conservadurismo en las costumbres, un neoliberalismo extremo en lo económico, y se coloca como representante de los militares y defensor de la dictadura. Todo esto representa una novedad porque antes la derecha brasileña encajaba más en un neoliberalismo económico pero era progresista en las costumbres.

¿Cuál sería la característica de la ultraderecha brasileña respecto a sus homólogos internacionales como Donald Trump o Matteo Salvini?

Si se compara la ultraderecha brasileña con la europea o norteamericana, la primera diferencia que vemos es que mientras la norteamericana es esencialmente proteccionista en lo económico, la brasileña es ultraneoliberal. Bolsonaro antes de las elecciones también era un proteccionista pero, al ver que el dinero de la campaña venía de los ultraneoliberales, cambió su discurso. 

Ha dado un giro muy grande que creo que fortalece más a la derecha brasileña. El inversor Paulo Guedes, que es un hombre muy querido por los mercados, es quien está detrás de ese cambio y en teoría será el ministro de Economía y Hacienda en un gobierno Bolsonaro. El otro punto en el que difiere de la europea y norteamericana es que éstas se hacen fuertes con la idea del enemigo externo, contra el inmigrante o el refugiado, pero en Brasil el enemigo es interno. 

La idea de la nación brasileña no está en juego, para esta ultraderecha la amenaza está dentro y sería el petista, el negro favelado, las minorías identitarias que exigen derechos. Usan el mismo discurso, pero aquí el enemigo está en casa. 

Llama la atención cómo un candidato que hace declaraciones tan homófobas, racistas, machistas, sea amparado por el 46% del electorado. 

Primero hay que tener en cuenta que Brasil es un país muy racista, muy machista, donde matan  más LGTB del mundo, y en el que la mitad de la población defiende la máxima de “bandido bueno, bandido muerto”. A la idiosincrasia brasileña se junta un fenómeno global que tiene que ver con la canalización del discurso de odio como si fuera algo lúdico, folclórico, el discurso del meme.

 Donald Trump es el mejor ejemplo de todo eso, esa nueva idea del payaso en la política. A un payaso no se le toma en serio, de ahí la frivolidad con la que se entienden este tipo de declaraciones. Además no es que todos sus votante defiendan ese tipo de declaraciones, sino que le votan a pesar de ellas.

Sorprenden los votos que ha recibido de las mujeres y los homosexuales, que son dos de los colectivos que más ataca. 

Tanto las mujeres como los gays que le apoyan tienen el mismo discurso. Culpabilizan a los movimientos sociales que los representan, los definen como exagerados, como victimistas. Muchas mujeres dicen que las feministas han creado una atmósfera de caos, que son violentas y agresivas. De los gays, los propios gays dicen que son muy exagerados, folclóricos y exhibicionistas.

 Las mujeres, los homosexuales y también muchos negros que le votan, defienden que son iguales al resto, que no necesitan privilegios, que se debe salir adelante con esfuerzo y trabajo y no con ayudas sociales. Las mujeres que entrevisté repetían mucho el argumento de que si una mujer quiere los mismos derechos del hombre que trabaje igual que él. 

¿Y a qué achaca el aumento que ha tenido entre los pobres? 

Entre los más pobres lo que más ha influido es el apoyo de dirigentes evangélicos como el obispo Emir Macedo –creador de la Iglesia Universal con 9 millones de seguidores–. Pero el votante mayoritario de Bolsonaro pertenece a las clases más altas y es hombre, blanco, de entre 30 y 40 años, y con escolaridad superior completa. Responde perfectamente a ese discurso suyo que dice que los blancos heterosexuales son víctimas de las minorías, que ellos también tienen derechos.  (...)

¿El antipetismo es el pilar que sostiene a Bolsonaro?

Sin duda. El odio al PT es clave para entender su éxito. Es más, creo que mucha gente cuando le vota es pensando en un voto contra el PT y no tanto a favor de Bolsonaro. El antipetismo se ha propagado como la peste y representa un rencor de clase, un odio al pobre que consiguió ascender socialmente. Además de responsabilizar a este partido de todos los escándalos de corrupción y de la actual crisis económica por la que pasa el país.

Cómo se ha propagado tan rápido ese antipetismo cuando hace diez años Lula da Silva dejaba el país como el presidente más querido de la historia con un 85% de aprobación.

Es una pregunta que no tiene fácil respuesta, todavía no lo tengo muy claro. Conseguí algunas pistas durante las entrevistas que hice en las manifestaciones a favor del impeachment de Rousseff hace un par de años. 

Por ejemplo, había unanimidad de las clases medias a la hora de rechazar las políticas sociales del PT como la Bolsa Familia, el Más Médicos, la cuotas raciales en las universidades. Me encontré con un rechazo total a la inclusión del pobre, y eso también lo vi entre las nuevas clases medias que subieron el escalón social gracias a los gobiernos del PT. 

Estas clases medias nuevas hicieron una reelaboración de la memoria. Pero creo que lo más importante a la hora de odiar al PT y a Lula tiene que ver con ese clasismo, el miedo al ascenso social del pobre, y un discurso muy individualista tanto de la clase media tradicional como de la emergente que se preocupa por imitar a las élites. 

¿Cuál cree que ha sido el mayor error del PT para no haber conseguido frenar este antipetismo?

Uno de sus principales errores fue no saber hablar con las clases medias. Enriquecieron a los ricos y a los pobres, pero la clase media se quedó huérfana. Ese problema se repite en casi todas las izquierdas latinoamericanas que se centran casi en exclusividad en los pobres, y se olvidan de que las clases medias son las que tienen más capacidad para movilizar la opinión pública.

 El otro gran fallo fue el apostar todas las fichas en el consumo como herramienta de inserción social y pensar que a través del consumo se politizaría a la gente. Como si de alguna forma el pueblo estuviera históricamente agradecido al PT por haberle ofrecido nuevos enseres de consumo. Creyeron que con el aumento de la renta no hacía falta más, y no supieron ver que esas nuevas clases medias, completamente despolitizadas, se convertirían en las más antipetistas. (...)

¿Tras el resultado de la primera vuelta se puede decir que la extrema derecha ha absorbido a la derecha tradicional?

La derecha ha sido la gran perdedora de estas elecciones porque muchos de sus votos han ido a parar a Bolsonaro. El PSDB que es el centro-derecha tradicional, el de Fernando Henrique Cardoso, ha pasado de ser el tercer grupo parlamentario del Congreso a ser el octavo. 

Un resultado parecido lo ha sufrido el MBD –el partido de Michel Temer–, curiosamente ambos fueron los que sacaron adelante el impeachment, y hoy son los más castigados.  (...)"                   (Entrevista a ESTHER SOLANO / Socióloga y profesora de la Universidad Federal de Sao Paulo, Agnese Marra, CTXT, 24/10/18)

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