"La elección del Parlamento Europeo el próximo mes de mayo probablemente
esté acechada por los demonios internos de Europa, desde el
enfrentamiento con el gobierno populista de Italia por su presupuesto
hasta el frente xenófobo que se ha formado en los países de Visegrado. (...)
Pero si, tal como sugieren los indicadores actuales, Europa enfrenta una
desaceleración económica, el discurso preelectoral podría cambiar
significativamente. (...)
Pero el crecimiento
del PIB en la eurozona se ha venido desacelerando desde su pico en el
tercer y cuarto trimestre de 2017. El persistente debilitamiento de la
economía de la eurozona –inclusive en Alemania, el PIB se contrajo en el
tercer trimestre de 2018- no es un buen presagio para la UE, que podría
estar enfrentando crisis políticas y económicas mellizas.
La
pregunta obvia es por qué la recuperación de la eurozona está
menguando, aún en un contexto de políticas monetarias expansivas y
altamente favorables. (...)
El crecimiento cada
vez más débil de la eurozona refleja problemas estructurales viejos y
nuevos, el legado de la última crisis (que todavía gravita en la calidad
de los activos de los bancos), altos niveles de deuda en algunos países
y shocks externos que han afectado la demanda.
En otras palabras,
Europa enfrenta desafíos para su crecimiento potencial, así como fuerzas
cíclicas negativas. Estas últimas, en particular, exigen una respuesta
agresiva –sobre todo porque, si la economía de la eurozona fuera a
entrar en una recesión en el futuro cercano, tendría herramientas
políticas limitadas con las que hacerle frente.
Si
bien Europa tiene mejores herramientas de gestión de crisis de las que
tenía cuando la última recesión golpeó en 2011, siguen siendo
incompletas. Es más, el Banco Central Europeo tendrá menos espacio para
utilizar la política monetaria para hacer arrancar la economía: las
tasas de interés ya están en cero, y un nuevo programa de compra de
activos inevitablemente sería polémico.(...)
Pero, para contrarrestar la desaceleración cíclica, haría falta más estímulo. Sin
embargo, una nueva recesión haría que los mercados financieros
estuvieran mucho más divididos según las líneas nacionales,
fortaleciendo al mismo tiempo la correlación entre riesgo soberano y
riesgo bancario.
(...) dada la falta de alguna capacidad fiscal común, no existe
ninguna institución o mecanismo que pueda aplicar el estímulo fiscal a
la eurozona en su totalidad. Y no se pueden esperar reformas que aborden
esta situación en los próximos meses.
Normalmente, si la
capacidad fiscal de un país está debilitada, su respuesta podría ser una
coordinación de la política monetaria y fiscal. Para que eso funcione
en la eurozona, todos los países miembro deben trabajar en conjunto. Es
más, deberían ponerse de acuerdo sobre una postura política común en una
de las miles de reuniones formales e informales de los jefes de Estado y
los ministros de relaciones exteriores de la eurozona.
Esto
no nos dejaría mercados plenamente calmos, porque es poco probable que
un acuerdo incluya una garantía conjunta ilimitada de nueva deuda
emitida por países ya endeudados. Pero demostraría que los países de la
eurozona reconocen la importancia de una coordinación en materia de
políticas,(...)
Más importante, esta coordinación de alguna manera serviría para
reconstruir la confianza mutua, que lamentablemente viene escaseando en
Europa.(...)"
(Lucrezia Reichlin , Professor of Economics at the London Business School, Project Syndicate, 27/11/18)
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