"De lo que no se entera la izquierda es de que no es la extrema derecha la causa de su fracaso, sino la desmotivación de su electorado que, en masa, ha decidido quedarse en su casa en estas elecciones andaluzas (...)
Los números de ese trauma electoral son fáciles de
hacer: el conjunto de la izquierda ha perdido en estas elecciones
andaluzas 684.445 votantes, mientras que el bloque del centro derecha,
Partido Popular, Ciudadanos y Vox, ha ganado solo 350.883 votantes.
¿No
es evidente que el número de votos perdido por la izquierda es casi el
doble de los que gana la derecha? Sin necesidad de interpretar nada más
sobre trasvase de votos entre partidos, está claro que la mayoría de los
votantes que ha perdido la izquierda no ha ido a ningún otro lado, ha
decidido abstenerse.
De lo que no se entera la izquierda es de que si la extrema derecha ha irrumpido con 12 escaños en el Parlamento de Andalucía ha
sido por la caída de la participación en estas elecciones andaluzas,
que si no hubiera descendido en cinco puntos, a consecuencia de la
abstención de los votantes del PSOE, fundamentalmente, y de la coalición de Podemos e Izquierda Unida, el resultado de Vox no habría pasado de un par de escaños; la Ley Electoral hubiera minimizado el zarpazo. (...)
Ha sido la propia izquierda la que se ha autolesionado y el resultado de las urnas en Andalucía solo es el reflejo de una incapacidad, la frustración que provoca en su electorado, que no ha sabido alentarlo e incitarlo para acudir a las urnas.
La extrema derecha ya estaba presenta en la campaña electoral, lo
conocían los electores, y, a pesar de ello, en vez de volcarse en apoyo
de sus partidos, han decidido quedarse en sus casas, no votar,
convirtiendo en terremoto político lo que, de otra forma, no hubiera
pasado de una recomposición de escaños entre las fuerzas políticas de
centro derecha y de derecha.
De lo que no se enteran en la izquierda es de que si muchos de sus
votantes han dejado de votarlos ha sido porque sus propuestas, desde
hace años, no responden a los intereses de la clases trabajadoras,
ni de las clases medias, porque han elaborado un panel de propuestas de
izquierda de salón que solo les sirve a ellos, para justificarse, para
perpetuarse en los despachos, pero que se quedan muy lejos del pálpito
de la calle.
Como la amenaza de acabar con los vehículos de diésel en una sociedad de mileuristas para los que un coche eléctrico es un objeto de lujo inalcanzable. O como la tumba de Franco,
ese empeño estéril del Gobierno de Pedro Sánchez, que ha resucitado en
muchos votantes socialistas un rechazo al pasado que ya se manifestó en
los primeros años de la democracia, cuando los dirigentes socialistas de
entonces se dieron cuenta de que el deseo mayoritario de los españoles
era avanzar hacia el futuro, sin mirar atrás. (...)
De lo que no se entera la izquierda es de que hay preocupaciones y debates en la calle que no se pueden ignorar, aunque puedan parecer un exceso, porque esos problemas acaban inflamándose y aparecen los populismos de extrema derecha para darles satisfacción,
aprovechando el silencio de la clase política tradicional.
En una
democracia no pueden existir temas tabú, tiene que ser posible hablar de
todo, repensarlo todo y cuestionarlo todo, sin afectar al orden
constitucional. A todo aquel que esté preocupado por la unidad de España
no se le puede ignorar o llamarle facha; a todo aquel que esté
preocupado con la inmigración no se le puede llamar racista y apartarlo a
un lado; a todo aquel que esté en desacuerdo con la Ley de Violencia de
Género no se le puede despreciar y llamar machista, porque todos esos,
sin explicaciones, sin razones, acaban en brazos de la extrema derecha. (...)
Como esa impostura inexplicable de querer aparentar más pobreza que
nadie: ¿qué efecto habrá tenido entre tanto sueldo mísero y tanto parado
andaluz que Susana Díaz, su presidenta, les diga que todo su saldo bancario eran 80 euros en la cuenta?
Descargar toda la responsabilidad de la debacle de la izquierda
andaluza en la irrupción de Vox solo conduce a la melancolía y al autoengaño,
que son dos poderosos enemigos de la izquierda española. Con el ciclo
electoral que se avecina en España, la izquierda debería enterarse de lo
que le pasa, porque esta degeneración no ha hecho más que empezar." (Javier Caraballo, El Confidencial, 04/12/18)
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