17.1.19

Esa persona sin hogar que se parece tanto a usted... El 16% de las personas sin hogar acude cada día a un puesto de trabajo... cobran menos de 500 euros al mes y están condenadas a estar en un centro residencial... Si una habitación en Barcelona cuesta 400 euros y tienes que pagarte casi trescientos euros del seguro de autónomos, pagar gasolina y mantenimiento de tu vehículo, porque eres repartidor, es que es imposible.Tener un trabajo remunerado y estar en la calle es el absurdo...

"María se quedaba despierta cada noche en la calle. Durante meses en los que apenas dormía, salvo algunos instantes por el día, si encontraba un rincón en el que sentirse a salvo. “Vivir en la calle es especialmente difícil para una chica, estás expuesta a inseguridad, a posible violencia. No estás acostumbrada. No podía permitirme dormir”.

María tiene 26 años y ha encontrado en Barcelona una habitación de realquiler para quedarse y un trabajo con el que consigue pagarla y mantenerse firme con lo básico. ¿Cómo ha sido su historia? “Me independicé muy joven”, relata, “mi ambiente familiar era conflictivo. Me quedé sin familia. Tuve una pareja, pero no salió bien. Me separé. 

Al poco perdí el trabajo y me hundí. Era una crisis económica y emocional. No sé si llegué a tener una depresión, pero estaba angustiada y sola. Dejé el piso porque no podía pagar el alquiler. Por muchos trabajos que tanteaba no conseguía suficiente ni para un cuarto compartido y me vi en la calle”.

¿Qué hace entonces? “Al principio es un estado de shock, no te crees lo que estás viviendo. No sabes qué hacer, a dónde ir. Ni siquiera dónde dejar tus pocas pertenencias o cómo encontrar comida. Buscaba, pero tocaba puertas erróneas. De día una es capaz de hacer cosas, pero al llegar la noche pierdes la esperanza”.

Una de esas noches en vela alguien le dio la dirección de unos servicios sociales de emergencias 24 horas. “Fui, me escucharon y me ofrecieron un sitio para estar. Aunque esa no es la solución, es algo temporal, no puedes permanecer tiempo.

 Muchos se quedan atrapados ahí. Yo pude entrar al Sant Joan de Déu en donde me dieron techo, un cuarto para mí sola y acompañamiento hasta que ahorré, encontré un empleo y me recuperé a nivel psicológico con una terapia. Sentía frustración, rabia. Tenía cosas que sanar, que perdonarme y perdonar. La etapa de quedarte en la calle es la última de muchos problemas anteriores, es el último escalón”.  (...)

Depende de cuántas de las cuatro situaciones de exclusión residencial (denominada Ethos, European Typology on Homelessness and Housing Exclusion) definidas por la Federación europea de asociaciones nacionales que trabajan con personas sin hogar (Feantsa) —sin techo, sin vivienda, con vivienda insegura o con vivienda inadecuada—se incluyen en el cómputo.

La primera es la más evidente, es la punta del iceberg, pero alguien que vive en un coche, o en una chabola o que va de sofá en sofá es también una persona que carece de hogar. “Por cada persona que vemos durmiendo en la calle hay muchas más que no se ven. Por ejemplo, suele decirse que hay más hombres que mujeres sin hogar. 

En la calle es así, son dos de cada diez, una mujer es todavía más vulnerable que un hombre en la calle, aunque va creciendo, pero en el sinhogarismo oculto, en la infravivienda insegura, hay más mujeres que hombres”, expone Laura Guijarro, antropóloga (...)

El aumento es general. La aplicación sistemática de políticas neoliberales ha desarrollado el problema en toda Europa. En el Estado español más de 16.400 personas ingresan cada día en centros de acogida de emergencia, lo que supone un 20,5% más desde 2014. También ha crecido un 38% el número de individuos que sufren hacinamiento. (...)

¿A qué se debe? La primera respuesta está en la falta de acceso a un techo digno. “El sinhogarismo es sobre todo un problema de vivienda, no de asuntos sociales. Parece obvio y no lo es”, responde Laura Guijarro. “La supuesta recuperación económica comporta un recrudecimiento del mercado de la vivienda. 

Las soluciones residenciales, incluso las más precarias, son mucho menos accesibles ahora que antes de la crisis. Barcelona y Madrid están entre las ciudades del mundo más interesantes para los inversores inmobiliarios, hay subidas enormes de alquiler, pisos turísticos, y esto no se traduce precisamente en mayor protección al derecho a la vivienda”.  (...)

Precisamente, la segunda respuesta al origen del sinhogarismo es un mercado del empleo fragmentado y excluyente.  (...)

El 16% de las personas que carecen de hogar acuden cada día a un puesto de trabajo remunerado. En 2013 era el 5% del total. Según Guijarro, “esto se ve ahora por primera vez en la historia, antes no había personas con un empleo viviendo en la calle. La función social del empleo es dar seguridad, pero en esta generación se ha truncado. Tener un trabajo remunerado y estar en la calle es el absurdo.  
El 40% de los usuarios y usuarias de Sant Joan de Déu tienen un trabajo asalariado y no pueden pagarse una vivienda. Cobran menos de 500 euros al mes y están condenadas a estar en un centro residencial. Es un pez que se muerde la cola.

Hay muchas personas bloqueadas en esa situación. Gente que ha terminado su proceso dentro de un centro residencial, que se ha podido recuperar de las secuelas de la calle y que está preparada para tener una vida autónoma, pero no puede. Si una habitación en Barcelona cuesta 400 euros y tienes que pagarte casi trescientos euros del seguro de autónomos, pagar gasolina y mantenimiento de tu vehículo, porque eres repartidor, es que es imposible”.

Es el caso de Vicente (nombre ficticio): “Tengo un trabajo pero, de momento, no puedo permitirme una habitación en un piso compartido porque no podría pagarla y eso sería volver a empezar. Así que ahorro”.

Vicente, de origen nigeriano, trabajaba en un barco con destino a Liverpool cuando decidió bajarse en España. Era 1995 y le atraía la imagen de un Estado turístico en pleno despegue económico. Le aseguraron que encontraría empleo rápido en cruceros. Descendió en Alicante y empezó a buscar.
“Pronto comprobé que no era como me habían contado, que no había cruceros y que no era lugar para un extracomunitario”, relata. 

“Decidí estudiar inglés en una academia para tener alternativas. Allí conocí a una mujer española, nos enamoramos, tuvimos dos hijos. Pero acabamos separándonos. Encontré trabajo en Suiza. Estando allí me avisaron de que tenía que resolver un asunto administrativo en España, aterricé en Barcelona y ya empecé a dormir en la calle mientras intentaba resolverlo. Me fui a la Zona Franca, me apunté en servicios sociales. No es fácil entrar, tardan en llamarte, tienes que estar localizable”.

¿Cómo lo recuerda? “Era noviembre, hacía frío. Lo peor es el frío, te enferma, te afecta psicológicamente. Por suerte tenía un saco de dormir que había comprado en Suiza. Dormía en la calle con el saco. Compruebas que es muy complicado no tener un lugar donde vivir. Hay duchas públicas, sitios en donde te dan comida… pero cada cosa está en un punto y no tienes dinero para el autobús o para el metro. 

Te gastas lo poco que consigues solo en moverte por la ciudad para sobrevivir. Dejas de ducharte todos los días. Acabas yendo sucio y eso causa rechazo. Y vas cargando con tus cosas. Me hablaron de un lugar en el Raval en donde te ayudaban a guardarlas, pero aunque consigas algo así, llevas bolsas. Si vas a un sitio donde el horario para darte comida es de diez a once de la mañana, te guardas algo para la noche en una bolsa”.  (...)

"Tenemos mucha gente condenada a la irregularidad administrativa en nuestros municipios”, dice Laura Guijarro. “Eso hace que no puedan encontrar ni vivienda ni empleo. Es el caso de la proveniente de los flujos migratorios. Ha aumentado su criminalización. Los discursos políticos racistas se alimentan de esto”.

A José Manuel Caballol, director general de Rais, le parece “peligrosísima” la deriva de la extrema derecha “en toda Europa”. “En Hungría han hecho delito dormir en la calle. Les ponen multas que les imposibilitan cualquier recuperación, porque en cuanto tenga un domicilio le vendrán todas las multas. Fomentan el odio al pobre. Aquí tuvimos la fortuna de que la Fundéu nombrase palabra del año 2017”.

“Las personas sin hogar lo único que tienen en común es que carecen de una vivienda”, explica Laura Guijarro. “Son las causas estructurales las que las han llevado a eso. No son las personas con comportamientos extraños y desviados que queremos ver para culpabilizarlas. No hay que hablar de vagabundos, mendigos, indigentes y otras palabras despectivas. 

Hay que hablar de la situación, el sinhogarismo, para empezar a hacer visible el verdadero problema: la vulneración del derecho a un techo cada vez más extensa”. De hecho, la Estrategia estatal integral 2015-2020 especifica que las personas sin hogar tienen “rasgos demográficos cada vez más similares a cualquier persona ‘integrada’ en la sociedad”.

 El único país que ha conseguido reducir hasta casi erradicar el sinhogarismo es Finlandia. ¿Qué hace diferente? Diseñar una estrategia política estatal en la que se implicaron todos los actores sociales desde finales de los 80, “así que nos llevan treinta años de ventaja”, apunta la representante española de Feantsa, Laura Guijarro.  (...)

Hay personas que tienen pensiones no contributivas o rentas mínimas y aportan el 30% de sus ingresos. Estar domiciliado es asegurar pensión sanitaria de manera regular, es tener la posibilidad de gestionar la prestación que no has podido en la calle y estar lejos de personas que agreden y llegan a matar. 

Además, hay un alto porcentaje que recupera sus relaciones familiares una vez que tienen una casa”. Sin embargo, tal como analiza Guijarro, “el éxito no es el Housing first sino lo que se hace antes, el evitar que nadie llegue a la calle”. “Finlandia invierte en prevención, tiene un parque de vivienda social de un 20%. En Barcelona es del 1%  (...)

“No somos Finlandia pero creemos que se pueden hacer muchas cosas”, dice Laura Guijarro. “Hace falta entender que muchos de nosotros sufrimos a lo largo de la vida situaciones de exclusión social, aunque no lleguemos nunca a la calle. Nos quedamos en paro, nuestro proyecto familiar se rompe o vemos aspectos importantes de nuestra vida truncados. Es el conjunto de situaciones de exclusión el que lleva a la calle”.  (...)

Antes de regresar al trabajo Vicente reflexiona: “Mientras estés vivo no puedes decir de esta agua no beberé, te puede pasar, te puedes quedar en la calle. Si te pasa, hay que intentar mantener la calma y buscar ayuda, aunque sea lenta. 

Es verdad que encuentras más recursos en una gran ciudad como Barcelona. Lo normal es que en los sitios para dormir te puedas quedar como mucho un mes. A mí en el Sant Joan de Déu me resucitaron de la muerte. Aquí me han ofrecido ayuda integral y puedo estar hasta que mi empleo sea más estable. Es una segunda oportunidad de vida”.

En esto coincide María: “A una persona que pierda su techo me gustaría animarla a que se mantenga fuerte y ojalá logre no caer en la trampa de las drogas o el alcohol o hacer algo inoportuno. Es muy duro, pero seguro, seguro, que podrá salir de la calle si da con la ayuda adecuada. Yo he podido coger las riendas de mi vida. 

A los responsables políticos les diría que se pongan en ese lugar, que nada es 100% estable, que hoy estás normal en tu casa y mañana la vida se te rompe. Hay que hacer políticas que impidan llegar a ese punto y, si sucede, darle solución”.              (Marga Tojo, Público, 06/01/19)

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