"La irrupción de Vox en el parlamento
andaluz el pasado mes de diciembre fue el primer paso para que este
partido de clara ideología fascista pase a tener una relevante
influencia en la política española.
A mí, francamente hablando (y nunca
mejor dicho lo de francamente), no me ha extrañado que un partido así
irrumpa tan exitosamente en España, tal y como también ha ocurrido ya en
otros países, no sólo europeos.
Desde hace tiempo vengo diciendo que
vivimos una etapa histórica que en gran medida reproduce lo que ocurrió
en la Europa anterior a la segunda guerra mundial, cuando el fascismo se
consolidó y expandió tras la aplicación de políticas de austeridad -a
partir de 1930- que aumentaron la desigualdad y provocaron una gran
precariedad laboral.
Lo que me sorprende más bien es que haya tanta gente que se sorprenda
de su irrupción en la política española. A mí me ha parecido inevitable
por varias razones.
En primer lugar, porque la evolución reciente del Partido Popular ha
dejado huérfana a la extrema derecha española que se había venido
cobijando en su seno.
Por un lado, porque la implicación de sus
dirigentes en casos de corrupción es ya indisimulable y avergüenza
incluso a los propios votantes del PP. Y, por otro, porque gran parte de
la derecha se ha dado cuenta (con razón) de que el ascenso del
independentismo se ha debido en una gran medida a los errores y a la
inacción del gobierno de Rajoy.(...)
En segundo lugar, porque Vox está llenando el vacío que lleva consigo
la renuncia de la izquierda a diseñar y ofrecer a los españoles un
proyecto auténticamente nacional no nacionalista.
A una parte de ella,
incluso le cuesta utilizar la palabra España y ni siquiera es capaz de
compartir símbolos elementales que permitan entrelazar proyectos
esenciales de convivencia. Cuando la izquierda no entiende que en España
hay que hablar de proyectos para España, sin complejos y para todos los
españoles sin exclusión, se produce una frustración que termina por
abrir la puerta al nacionalismo españolista.
En tercer lugar, Vox se está aprovechando del efecto rebote que
producen algunos discusos exagerados y de muy difícil digestión que
desgraciadamente están acompañando al auge tan positivo que está
teniendo el feminismo y la lucha de las mujeres en España.
Cuando algo
tan necesario como acabar con el patriarcado y con la discriminación y
lograr más igualdad se traduce en las acusaciones genéricas contra los
hombres que hace una parte del feminismo, minoritaria pero muy
vociferante (entre otras cosas, porque sus planteamientos
fundamentalistas se amplifican por los medios y partidos que no desean
acabar con la desigualdad y a los que interesa presentar el feminismo
como un movimiento que busca la guerra entre los sexos), o cuando detrás
de la lucha por la igualdad sólo se esconde en una mera inversión de
los roles de género, es lógico que se produzca justamente el efecto
contrario al deseado.(...)
En cuarto lugar, el éxito de Vox se basa en suplir con medidas sociales
el vacío que provoca el que la izquierda haya caído en la “trampa de la
diversidad” (la expresión es el título de un magnífico libro de Daniel Bernabé).
Es decir, que haya subordinado las cuestiones sociales y económicas
básicas, las que de verdad condicionan la vida de las clases
trabajadoras, para darle prioridad a un maremagnum de reivindicaciones
fragmentadas y diseminadas en un sinfín de colectivos. (...)
Por último, Vox está teniendo éxito porque (como siempre ha ocurrido con
los movimientos fascistas y de extrema derecha) lejos de suponer un
problema para el sistema dominante se funde con él, asumiendo y
proponiendo las propuestas económicas que permiten que los grandes
poderes económicos disfruten de mejores condiciones para obtener
beneficio.
En medio de sus propuestas populistas para satisfacer las
tres frustraciones anteriores y casi a escondidas o de la forma más
disimulada posible, Vox incorpora las medidas económicas que favorecen
al capital (acabar con los impuestos, privatizar pensiones…). Eso le
permite convertirse en un partido respetado e incluso financiado por el
sistema, a pesar de que sus demás propuestas sean totalitarias o
incluso, en algún caso, simplemente estrambóticas.
Esos cuatro ingredientes conforman un cóctel muy bien urdido y al
que, por supuesto, se le van añadiendo poco a poco (porque todavía es un
proyecto político en fase embrionaria) las demás características con
que Umberto Eco caracterizó al “fascismo eterno”: el culto a la
tradición, el rechazo a lo moderno, el culto de la acción por acción, el
miedo a la diferencia, la apelación a la frustración social, la
obsesión con una conspiración, la humillación por la riqueza y la fuerza
de sus enemigos, la idea de que el pacifismo es el comercio con el
enemigo y que el desacuerdo es traición, el desprecio por los débiles,
la creencia en que todo el mundo es educado para convertirse en un
héroe, el machismo y el armamentismo, el populismo selectivo, y la
utilización de un vocabulario empobrecido y una sintaxis elemental para
limitar los instrumentos de razonamiento complejo y crítico.
En definitiva, Vox no es una simple o anecdótica excrecencia del
sistema político español, ni el efecto imitación de lo que ocurre en
otros países. Vox es el resultado de defectos, de errores y de carencias
progresivas en las respuestas que otros partidos (entre ellos, por
supuesto, los de izquierdas) están dando a los problemas fundamentales
de la sociedad española. (...)" (Juan Torres López, blog, 15/03/19)
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