"Llegas por la mañana a la residencia, rezas por que hoy sea
ese buen día que tanto estamos esperando. Acudes a la planta y observas
que casi todos los trabajadores son nuevos y no hay organización.
Intentas poner orden y, mientas las auxiliares empiezan a repartir
desayunos, intentas dar la medicación.
Acudes a una habitación y
encuentras que una mujer ha fallecido y nadie se ha dado cuenta. El
equipo sanitario acude tarde porque solo hay una enfermera, ya que su
compañera ha decidido ausentarse en su primer día de trabajo, no hacen
más que cubrir con una sábana el cuerpo.
Sales de la
planta y empiezas a realizar cambios de habitación para tener a las
personas positivas separadas de las negativas. Recogiendo los enseres de
un residente avisan de que ha fallecido en el hospital. Pasas los
objetos de una bolsa de plástico a una caja con su nombre rotulado.
Ayudas
a dar la comida y la señora X te informa de que ha decidido dejar de
comer y que mejor se mete en la cama. La señora Y intenta morderte un
brazo mientras le retiras el plato y la señora Z te agradece todo lo que
estás haciendo y se echa a llorar porque hace más de 50 días que no ve a
su hijo.
Comes. La mujer que lleva el personal se echa a llorar
porque no puede con tanto trabajo, tanto desorden y tantos problemas.
Los demás la miramos sin ni siquiera poder acercarnos a darle un abrazo,
tan solo nuestras palabras de apoyo. Otra llora porque un familiar le
ha mandado un vídeo de su sobrino de pocos años y se da cuenta de que
hace mucho tiempo que no le ve. Luego tomas un café, recuerdas una
anécdota de algo gracioso, te ríes, coges fuerzas.
Intentas
dar de merendar a una señora que no consigue tragar. A la séptima
cucharada abandonas y sabes que esa persona no va a comer, pero que
sigue luchando por seguir viviendo. Acudes a una reunión con todo el
equipo, ves que los problemas son muchos y que hay pocas soluciones
realistas. Intentas sacar tiempo para realizar unas pocas videollamadas
para que los familiares vean a esa persona que quieren sin saber que
quizás es la última vez que le ven con vida. A los pocos minutos
aparecen las preguntas: ¿Cómo vais? ¿Cuánta gente tiene coronavirus en
la residencia? ¿Se han muerto muchos? ¿Mi madre está a salvo? No sabes
bien qué responder. Muchos nos mandan ánimos, otros nos juzgan desde la
distancia.
Llega la cena. Repartes, das la comida en boca, vigilas que todo vaya bien.
Ayudas a lavar los platos mientras los auxiliares van acostando a los
residentes tras un día duro. Tiras el EPI [equipo de protección] y notas
que tienes el cuerpo empapado en sudor.
Vas por la calle
y escuchas los aplausos, pero por dentro sabes que las personas que nos
dedicamos a la geriatría somos la quinta mierda y que cuando pase esta
crisis, lo seguiremos siendo.
Te acuestas y rezas por que mañana sea un buen día, de esos que tanto estamos esperando." (Alexandre C. Vidal, El País, 08/06/20)
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