"(...) No es fácil estimar la cantidad de impuestos que cada año se evaden
de manera ilegal o que se eluden mediante triquiñuelas legales y huecos
en la legislación.
Los paraísos fiscales son entidades opacas que no
proporcionan datos de sus clientes ni actividades, aunque filtraciones
como los Paradise Papers y los Papeles de Panamá nos dan una
idea de cómo las predicciones más catastrofistas se han quedado incluso
cortas. No obstante, existe cada vez más literatura al respecto que nos
permite empezar a cuantificar la verdadera magnitud del problema.
Un informe elaborado en 2019 por Tax Research LLP de Reino
Unido a petición del grupo Socialista de la Eurocámara nos permite
arrojar un poco de luz sobre las cifras reales de la evasión fiscal en
la Unión Europea. Sus conclusiones son contundentes: al menos 825.000 millones de euros son evadidos cada año en la UE. Esto representa casi un 72% de todo el gasto combinado en sanidad, y más que todo el gasto combinado en educación (624.000 millones de euros).
Y esto contando sólo la evasión fiscal, a la que habría que añadirle la
elusión fiscal por parte de las grandes compañías y los individuos más
ricos, que el informe estima que puede ascender a 190.000 millones de
euros anuales, sumando un total de más de un billón de euros
que desaparecen de las arcas públicas cada año. Con esta cantidad se
podría pagar toda la deuda externa de la UE en menos de 15 años. Para
añadir sal a la herida, el propio informe reconoce que sus cifras son,
con toda seguridad, una infraestimación del montante real, al ser
complicado calcular, por ejemplo, el volumen concreto de la economía
sumergida de cada país.
Pero, ¿quién evade esos impuestos? ¿Está esta práctica distribuida por
igual entre todos los estratos de la población? ¿Acaso no evade quien
puede? Las respuestas están en este otro informe
de 2017, que estimaba que el 0,01% de la población más rica evadía el
25% de sus impuestos, frente al 2,2% de impuestos que se evadían de
media. Otra muestra más de cómo el sistema está montado para beneficiar
siempre a los de arriba, incluso cuando estos hacen trampas.
Si bien el impacto económico de estas prácticas es importante, no lo
es menos el impacto humano. Las políticas fiscales de muchos países
obligan a recortar el gasto si no se ingresa lo esperado, lo que se
acaba traduciendo en una merma de los servicios públicos (demasiadas
veces sanidad y educación) para el ciudadano.
Esto alcanza dimensiones
grotescas en los países en vías de desarrollo, donde la evasión y
elusión fiscal (especialmente por parte de las grandes multinacionales
que operan allí) son rampantes. Se calcula que, de cada dólar que
reciben los países pobres en ayudas y financiación extranjeras, se pierden dos dólares por el fraude fiscal.
En 2008 la ONG Británica Christian Aid presentó un demoledor informe
que estimaba que la falta de servicios públicos derivada de la evasión
de impuestos relacionados con el comercio causaría la muerte de 5,6 millones de niños entre 2000 y 2015.
Permítanme que me repita:
5,6 millones de niños muertos en 15 años. Casi 1.000 niños al día.
¿Y todo para qué? ¿Para comprar un nuevo yate? ¿Un jet privado? ¿Una
casa más grande? 1.000 niños. Cada día. Son cifras de genocidio.
Lo más sangrante de todo este asunto es que los propios Estados
poseen herramientas para luchar contra la evasión y la elusión fiscal.
La Unión Europea tiene una “lista negra” de paraísos fiscales y posee la
maquinaria necesaria para adoptar sanciones contra estos. En 2019 la UE
sancionó a 12 países o territorios por “no cooperar lo suficiente” en
la lucha contra el fraude. Sin embargo, como bien señala Oxfam,
Europa ha dejado deliberadamente fuera de su lista negra a al menos 35
paraísos fiscales, entre ellos algunos Estados miembro de la UE como
Irlanda, Países Bajos, Luxemburgo y Malta. De poco sirven las listas
negras si no se está dispuesto a barrer primero la porquería de tu
propia casa.
Algunos países han anunciado que aquellas empresas que operen en
paraísos fiscales no podrán beneficiarse de ayudas públicas en esta
nueva crisis provocada por la pandemia global. Es un paso en la
dirección correcta, pero no es suficiente. Hay que hacer más. Mucho más.
Necesitamos reforzar las agencias tributarias, endurecer las penas
contra los defraudadores, dotar de recursos a los inspectores de
Hacienda y, en general, cambiar nuestra percepción y darnos cuenta del
alcance real del problema.
La evasión y la elusión fiscal no sólo lastran nuestro presente,
también amenazan nuestro futuro. Cada año se escapan de entre nuestros
dedos miles de millones de euros que podrían ser usados en crear una
sociedad más justa y equitativa para todos. Los impuestos son una de las
pocas herramientas con las que contamos para redistribuir la riqueza y
dotar a todos los ciudadanos de las mismas oportunidades. En nuestras
manos está el hacer todo lo posible para luchar contra esta injusticia,
para lograr aunque sea una pequeña victoria contra la avaricia, la
desigualdad y el capitalismo de rapiña que ha impregnado cada ámbito de
nuestras vidas." (Ernesto H. Vidal, CTXT, 24/06/20)
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