30.12.25

2025: el año de la infamia en Gaza... bajo los escombros permanece oculta la verdadera dimensión del genocidio... Según académicos y científicos, el balance podría rondar los 680.000 muertos... Dos dramáticas imágenes han marcado este año: la de los menores famélicos y las de las colas del hambre. Ambas responden a una estrategia israelí, que ha usado el hambre como arma de guerra. Cuando las masas desesperadas se aproximaban a los camiones de ayuda humanitaria, los soldados israelíes disparaban sobre ellas. «Lo que antes eran prácticas extremas se ha convertido en la norma», afirman las ONG... el número de desplazados en Gaza alcanzó los 1,9 millones, el 90% de la población, que sufre el colapso de infraestructuras esenciales que afectan al agua, la electricidad, la atención médica y la agricultura. Nada de esto puede ser reportado por la prensa internacional, ya que Israel (llamada por sus incondicionales «la única democracia de Oriente Medio») mantiene el bloqueo total sobre la Franja. Su intento de apagón informativo, sin embargo, no ha sido exitoso debido a la labor de las y los periodistas gazatíes. Su compromiso profesional ha tenido un altísimo coste para ellos... Israel lo hace porque puede, mientras los gobiernos de Occidente aplauden o miran para otro lado... Nada de lo que ha ocurrido en Gaza hubiera sido posible sin la participación de Estados Unidos. Las razones por las que Trump pide para sí mismo el premio Nobel de la Paz son un misterio insondable (La Marea)

 "Decir que 2025 fue el año del alto el fuego en Gaza sería bastante impreciso. Efectivamente, el pasado mes de octubre se firmó en Egipto, con el patrocinio de Donald Trump y la presencia de una veintena de líderes internacionales, algo llamado «plan de paz» que no ha detenido el genocidio en la Franja. Según el Ministerio de Sanidad de Gaza, más de 410 personas han sido asesinadas por Israel desde que se rubricó aquel pacto que tantos palestinos, desde el primer momento y con enorme realismo y exactitud, calificaron de «farsa».

La cifra oficial de muertos desde que Benjamín Netanyahu desató su operación de represalia tras los atentados islamistas del 7 de octubre de 2023 supera los 71.000. Pero en Gaza no queda nada en pie, la destrucción del territorio es total y bajo los escombros permanece oculta la verdadera dimensión del genocidio: según la relatora de la ONU para los territorios palestinos ocupados, Francesca Albanese, la cifra real podría ser 10 veces mayor. Según académicos y científicos, el balance podría rondar los 680.000 muertos.

Por poner estas cifras en contexto, Netanyahu ha reproducido en Gaza unas 225 veces los atentados del 11-S en Nueva York. Según el profesor Paul Rogers, de la Universidad de Bradford (Reino Unido), la dimensión de los ataques supera al bombardeo de Dresde, uno de los más devastadores de la Segunda Guerra Mundial, y sería, aproximadamente, el equivalente a «seis bombas atómicas como la de Hiroshima». Trump, sin asomo de pudor, escribió un nuevo capítulo en la historia universal de la infamia cuando felicitó a Netanyahu por los muertos, los mutilados, los desplazados y el arrasamiento de la Franja:

«Bibi me llamaba muy a menudo. ¿Puedes conseguirme esta arma? ¿Esta otra? ¿Y esta otra? De algunas de ellas nunca había oído hablar. Bibi y yo las fabricamos. Pero las conseguimos, ¿no? Y son las mejores. Son las mejores. Pero tú las has usado bien. También se necesitan personas que sepan usarlas, y tú claramente las has usado muy bien»

Este dúo exterminador se reunió, nuevamente, en Mar-a-Lago, la residencia de lujo de Trump en Florida. La excusa para el encuentro, oficialmente, era impulsar «la segunda fase del alto el fuego» en Gaza. La expresión, como viene siendo habitual cuando Israel entra en juego, es un eufemismo. Netanyahu ni siquiera ha cumplido la primera fase, que hacía referencia al alto el fuego inmediato (ha seguido matando gazatíes a discreción) y a la entrada de ayuda humanitaria (que ha llegado con cuentagotas, de forma insuficiente para paliar mínimamente las necesidades de una población destrozada por los bombardeos, el hambre y las inundaciones). A Trump eso no le importa: «No me preocupa nada de lo que esté haciendo Israel», aseguró. «Han cumplido el plan». Y con esa patada a la realidad dio el tema por zanjado.

Del encuentro entre ambos no salió ningún compromiso en firme sobre Gaza. Trump se limitó a lanzar sus habituales amenazas («si Hamás no se desarma se enfrentará a algo malo, muy malo», dijo) y Netanyahu agradeció «la amistad y el apoyo» del mandatario estadounidense («desde el fondo de mi corazón», detalló).

El primer ministro israelí, que visitó a Trump por quinta vez en 10 meses, contaba con convencer a presidente estadounidense para seguir ampliando el conflicto en Oriente Próximo. Al genocidio de Gaza hay que sumar los continuos ataques sobre Cisjordania y las incursiones en Líbano y Siria. Pero no es suficiente: Netanyahu acaricia la idea de volver a atacar Irán. Apenas seis meses después de los bombardeos con los que Israel eliminó a la cúpula militar iraní y a sus principales científicos nucleares, tanto desde Tel Aviv como desde Washington se agita otra vez la bandera del terror atómico. Todo esto a pesar de que Trump afirmó en junio que las instalaciones nucleares iraníes habían sido «totalmente destruidas» y que sugerir cualquier otra cosa era «una fake new». Ahora ya no está tan seguro (o finge no estarlo) y afirma que si Irán está volviendo a acumular armas la respuesta estadounidense «podría ser más potente que la última vez».

En resumen, cualquier cosa que digan o que firmen Netanyahu o Trump es papel mojado. Todo responde a un cálculo personal: en el caso del israelí, para seguir eludiendo la acción de la justicia, ante la que debe comparecer acusado de corrupción (de hecho, ya ha pedido el indulto para sí mismo); en el caso del estadounidense, porque, como empresario inmobiliario que es, ha visto un filón en la promoción de la guerra. Para la Franja de Gaza ha soñado un megaresort turístico al que ha bautizado como «la Riviera de Oriente Medio».

La guerra es un negocio formidable. Según Marco Rubio, secretario de Estado estadounidense, su país había aprobado 12.000 millones de dólares en ventas militares a Israel desde que Trump asumió el cargo el pasado mes de enero. Y desde que empezó el genocidio, Washington ha dado 21.700 millones de dólares en ayuda militar a Israel, según el último informe de Costs of War, de la Universidad de Brown. Nada de lo que ha ocurrido en Gaza hubiera sido posible sin la participación de Estados Unidos. Las razones por las que Trump pide para sí mismo el premio Nobel de la Paz son un misterio insondable.

Este mismo mes de diciembre, 12 organizaciones israelíes dedicadas a la defensa de los derechos humanos publicaron un informe conjunto en el que afirmaban que 2025 ha sido el año más mortífero y destructivo para el pueblo palestino. Se han disparado las muertes (incluidas las producidas por inanición), se ha producido una expansión de las políticas de desplazamiento de la población y se ha normalizado la violación de los derechos humanos.

Dos dramáticas imágenes han marcado este año: la de los menores famélicos y las de las colas del hambre. Ambas responden a una estrategia israelí, que ha usado el hambre como arma de guerra. Cuando las masas desesperadas se aproximaban a los camiones de ayuda humanitaria, los soldados israelíes disparaban sobre ellas. «Lo que antes eran prácticas extremas se ha convertido en la norma», afirman las ONG.

El informe indica también que el número de desplazados en Gaza alcanzó los 1,9 millones, el 90% de la población, que sufre el colapso de infraestructuras esenciales que afectan al agua, la electricidad, la atención médica y la agricultura.

Nada de esto puede ser reportado por la prensa internacional, ya que Israel (llamada por sus incondicionales «la única democracia de Oriente Medio») mantiene el bloqueo total sobre la Franja. Su intento de apagón informativo, sin embargo, no ha sido exitoso debido a la labor de las y los periodistas gazatíes. Su compromiso profesional ha tenido un altísimo coste para ellos.

Un informe publicado este mes por Reporteros sin Fronteras indica que Israel ha matado más periodistas en 2025 que ningún otro país en el mundo. Su ejército es el responsable del 43% de todas las muertes de periodistas a nivel global.

Albanese, la relatora de la ONU, señala que Israel ha asesinado a más periodistas que la suma total de reporteros que murieron en la Primera y Segunda Guerra Mundial y los conflictos de Vietnam, Yugoslavia y Afganistán. Además, el castigo por informar desde Gaza no se limita a los reporteros sino que se amplía a sus familias. Según el Sindicato de Periodistas de Palestina, Israel ha asesinado a 706 familiares de periodistas desde que empezó la llamada «guerra de Gaza», terminología falaz acuñada por Washington y Tel Aviv y aceptada acríticamente por la mayoría de medios de comunicación.

A simple vista podría pensarse que el afán de Israel por matar al mensajero responde al deseo de ocultar sus crímenes. No es así. Hace tiempo que dejó atrás esa cautela. Lo hace porque puede, porque no se somete a ninguna forma de derecho internacional y proclama con orgullo su impunidad. Mientras, los gobiernos de Occidente aplauden o miran para otro lado."

(La Marea, 29/12/25)

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